Los responsables del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) han tenido el gran acierto esta temporada en convertir a Alberto Miguélez Rouco en uno de los centros de atención de su presente temporada, nombrándole artista residente. Este joven músico gallego (A Coruña, 1994), está pudiendo demostrar concierto iras concierto su meteórica carrera y las mil y una razones para tan temprano nombramiento, que le augura un futuro inmejorable y que redundará, por supuesto, tanto en su propia persona y en su propio grupo, Los Elementos, pero lo mejor de todo es que nos afectará a todos los que amamos nuestro preciado patrimonio musical, dado el mimo con que lo trata Miguélez Rouco y que lo convierte en la pieza central de sus proyectos.
En la velada que nos ocupa, pudimos comprobar cómo el CNDM le ha otorgado una especie de carta blanca al contratenor, clavecinista, y director, puesto que en esta ocasión pudimos disfrutar de una velada con música de uno de los músicos europeos más afamados y que no necesita presentación alguna, Georg Friedrich Händel, pero la obra en ella presente sí que lo requiere. Y es que disfrutamos de uno de esos pequeños tesoros de la producción de todo gran compositor que inexplicablemente muy raramente se programa en las salas de concierto y que denota el afecto indudable que Miguélez Rouco le profesa. Se trata de Clori, Tirsi e Fileno (1707) HWV 96, serenata pastoral de fabulosa música para tres voces solistas, con una elaborada instrumentación de hasta cinco partes -violines, viola, un par de vientos y bajo continuo-, y que incluye una excepcional aria con el archilaúd como instrumento obbligato. Esta cantata es una creación temprana que sirvió de inspiración a Haendel para posteriores obras de mayor envergadura, como Acis and Galatea, Agrippina o Rinaldo.
Los Elementos se presentó en esta ocasión como un conjunto de cámara, de un instrumentista por parte, salvo en el bajo continuo, y que actúo como tal, sin dirección alguna, en todos sus fragmentos tanto instrumentales como vocales.
La peculiaridad de esta cantata se basa en su argumento, basado en los amoríos de sus tres personajes interpretados por dos sopranos y un alto, y que presenta un claro tono jocoso de divertimento. Todos los personajes poseen arias en donde están presentes diversos afectos que marcan una personalidad propia a sus roles y que anticipan el drama del género operístico.
La fabulosa obertura ideada por Haendel mostró de inmediato las grandes virtudes de cada uno de los instrumentistas que conformaron un muy competente grupo camerístico, de complicidad, respeto y comunicación musical constantes. La cuidada articulación fue de una trabajada equidad en todos sus miembros, denotándose esta de un modo mayor en el fragmento fugato de la pieza introductoria. El equilibrio entre vientos y cuerdas fue notable cuando las secciones eran dobladas, y llamó notoriamente la atención desde el comienzo el poderoso bajo continuo con que contó el conjunto. Debemos mencionar especialmente la labor de Giovanni Battista Graziadio en el fagot, puesto que raramente escuchamos un timbre tan rico y poderoso en su cometido de enriquecer al bajo continuo. Esta formación contó asimismo con Joan Boronat al clave, quien demostró en todo momento una imaginación chispeante en la elaboración de los arpegios y los acordes en muy diversas octavas. Excelente, asimismo, fue la labor de Giulio Padoin en el violonchelo, tanto en su labor como principal instrumento de cuerda frotada en los recitativos, como en su cometido como instrumento solista de arias de principal violonchelo. El contrabajista Giulio Tanasini aportó una admirable profundidad tanto al bajo continuo como al tutti orquestal.
La rica instrumentación en las partes altas que Haendel ideó para esta peculiar cantata fue notablemente ejecutada par los miembros de Los Elementos, Claudio Rado y Jaume Guri Batlle en los violines y de un modo colorista y ensoñador por Olga Marulanda, Georg Fritz y Giovanni Battista Graziadio, oboístas y flautistas de pico en las arias del genio de Halle.
Alberto Miguélez Rouco, quien dio vida a Fileno, actúo en esta ocasión como contratenor, exhibiendo una vez más sus muchas virtudes. A su bello timbre de justo vibrato enriquecedor y afinado se le suma una transparente dicción de la lengua italiana y un fraseo exquisito, mientras que su expresión e implicación con la partitura son ejemplares. Debemos resaltar el aria Come la rondinella, extensa, bella y melodiosa composición, que incluye una compleja y realmente bella parte para archilaúd solista, ejecutada suntuosamente por Jadran Duncumb.
La soprano que se ocupó del rol de Clori fue Ana Vieira Leite, quien está en un momento de constantes éxitos y colaboraciones con los más insignes directores actuales. Pudimos comprobar su bellísima voz que brillaba especialmente en el registro más agudo con unos fáciles y cristalinos agudos, conseguidos en gran parte por su propio aporte n las arias que contiene secciones da capo. Su dicción del texto y su capacidad teatral fueron también remarcables.
Alicia Amo fue la encargada de encarnar a Tirsi, caprichoso y enérgico personaje, que de un modo óptimo se adecuó a la vocalidad de la soprano. El exigente y agudo registro ideado por Haendel no fue obstáculo alguno para las capacidades técnicas de la soprano burgalesa.
Fueron calurosos los bravos y los aplausos del público que abarrotaba la sala de cámara del Auditorio Nacional hacia todos los intérpretes, tanto instrumentistas como cantantes, que fueron afectuosamente presentados individualmente por Alberto Martínez Rouco, a quien todavía le quedan, gracias a Dios, deliciosas veladas que ofrecernos en su residencia de la presente temporada del CNDM.
Simón Andueza
Clori, Tirsi e Fileno. Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 5 de febrero de 2025, 19:30 h
Foto © Elvira Megías