Concebido a partir de un patrón geométrico hexagonal, el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) dialoga y convive con la creación, exploración y exposición artística. Sus salas, flexibles, intercambiables y generadoras de espacios escénicos, se convierten en vasos comunicantes que transforman el material sólido de sus paredes en algo totalmente permeable y susceptible al cambio. En este contexto de conmutación y combinatoria espacial, la Caja Negra —ideada para acoger performances y música experimental dentro del centro— atesora, como si de un avión se tratase, los procedimientos vivos y efímeros que envuelven a las artes ejecutadas en un marco temporal concreto —danza, música, etc.—. Este cuadrilátero polivalente no registra la exploración, no graba un material que cristalice lo performativo, pero si sus pareces hablaran, si pudiéramos extraer toda la información que guarda, se desvelarían rarezas, misterios y sonoridades que conllevan una reflexión profunda del entorno.
La búsqueda, la otredad y la provocación sonora son ingredientes que conviven en el Exploratorio: Meditaciones en torno a lo foráneo y se revelan, como si de una instantánea se tratase, en la Caja Negra. Es así como el pasado jueves 19 de diciembre, dentro del Exploratorio comisariado por Miguel Álvarez-Fernández y Bruno Dozza, se llevó a cabo el cuarto concierto de la temporada: Tradición y actualidad de la música contemporánea. Una visita desde (o hacia) Japón; una propuesta para habitar lo foráneo que, en este caso, se hizo más que evidente. A través de procedencias e identidades sonoras totalmente heterogéneas, el concierto articuló diferentes tradiciones socio-culturales. Realidades occidentales y orientales guiadas por un eje sonoro de habitabilidad: la voz del teatro nō. Si bien es cierto que las obras para voz nō y violonchelo interpretadas por Ryoko Aoki (cantante nō) y Aldo Mata (violonchelista) trazaban la principal línea de escucha, a través de un juego de alternancias, las obras para violonchelo y electrónica interpretadas por Aldo Mata y Ángel Arranz (sonólogo) tomaban el relevo.
Ante un ambiente expectante y un planteamiento escénico —al nivel del suelo— que favorecía un intercambio directo con el espectador, una sonoridad estremecedora se abría paso con el primer movimiento de Près, obra de Kaija Saariaho (1952-2023). La calidad interpretativa de Aldo Mata en cada una de sus intervenciones resultaba conmovedora y desafiante a la par que exquisita técnicamente. Por otro lado, la instalación sonora que se ubicaba frente a las gradas —ocho altavoces distribuidos en semicírculo— permitía que la interpretación electrónica de Ángel Arranz expandiera el gesto musical del instrumento solista. Así, el diálogo entre Arranz y Mata logró, a pesar de ciertos momentos tendentes al desequilibrio en los que el violonchelo parecía perderse auditivamente entre lo sintético, explorar los límites sin perder el balance y la convivencia sonora. Ambos intérpretes cohabitaron una obra que, relacionada con los ritmos y sonidos del oleaje —la tormenta como carga y la calma como liberación—, fue magníficamente interpretada, dejando una impronta revolucionaria en el público.
Tras la interpretación de Près I, Ryoko Aoki apareció en escena, marcando un antes y un después en la narrativa del concierto. La primera obra que interpretó, Yoru, para voz nō y violonchelo, de Zuriñe Gerenabarrena (1965), utilizaba recursos vocales muy interesantes: el vibrato característico de esta técnica tradicional del siglo XIV (utai) y el uso fonético de consonantes oclusivas dialogaban con el violonchelo como si uno fuera la caja de resonancia del otro. La segunda pieza, tras Près II, fue los Siete poemas de Lu Wang (1982). En este caso, el uso de instrumentos percusivos —idiófonos como la carraca—, y los golpes con el pie en el suelo y con la mano en el violonchelo otorgaban una sonoridad más colorista e hipnótica que atrapó a los espectadores.
Quedando solo tres piezas para terminar el concierto, Ángel Arranz interpretó Jardín Secreto I, obra puramente electrónica de Kaija Saarioho. Con un público totalmente entregado, como era el caso, podría haber resultado interesante el momento protagónico de la electrónica; sin embargo, a mi parecer, las propias características sonoras de la obra y su estatismo cambiaron la dinámica y el foco de atención, sacando al espectador del universo sonoro propuesto hasta el momento. Tras el último movimiento de Près, la última intervención de Ryoko Aoki, Mononoke de Annachiara Gedda (1986), cerró el concierto, creando un diálogo único entre la gestualidad, el movimiento y la vocalidad nō, y la precisión y musicalidad del violonchelo de Mata. Un concierto que lejos de habitar solo el plano sonoro, generó una pequeña obra de arte total —luces, vestuario, intérpretes, gestualidad, etc.— y desdibujó la linea de lo impropio, lo anacrónico y lo ininteligible, sirviendo de guía ante un público abierto a la escucha. Un proceso de descubrimiento que juntó elementos de aparente discrepancia en una narrativa que transgrede lo meramente sonoro, y un público que resolvió sus expectativas en cada aplauso.
María Alonso
Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, Córdoba - 19.12.2024.
Ryoko Aoki, voz nō; Aldo Mata, violonchelo; Ángel Arranz, electrónica.
Foto © Lourdes Cabrera