Que una abarrotada Sala de Cámara del Auditorio Nacional madrileño se encuentre deleitándose de un modo tan natural de la genial música de Henry Purcell y sus contemporáneos en el avanzado siglo XXI con unos formidables intérpretes europeos, nos obliga a trasladarnos la magnífica y férrea tradición británica que volvió convertir nuestra bombonera castiza en un selecta reunión inglesa completamente ajena a las tórridas temperaturas, más propias del continente al sur de Gibraltar, que debía soportar cualquier persona ajena a los muros del coliseo madrileño.
Y es que la fascinante y sólida interpretación comandada por el contratenor británico Alex Potter y cimentada en el no menos arrollador clavecinista Patrick Ayrton y la violagambista Mathilde Vialle, nos hace admirar más aún si cabe a las grandes figuras que han permitido que esta tradición musical llegue hasta nosotros tan cristalina, natural y férrea.
Nuestra visión debe comenzar en Margate, ciudad costera del distrito británico de Kent, en donde en 1912 veía la luz Alfred George Deller, quien fascinado más tarde por la historia vocal británica y el registro inusualmente agudo de su propia voz, al cual no pudo renunciar, recuperó de un modo cuasi autodidacta para la interpretación contemporánea, la técnica del falsetto masculino aplicada al bel canto, creando sin saberlo una auténtica revolución interpretativa que en seguida fascinó a todo su entorno y, muy pronto, al resto del mundo. Alfred Deller terminó imponiendo el standard actual de algo que en 2023 percibimos como algo naturalmente hermoso y especial. Su histórica grabación de 1954 junto a Gustav Leonhardt al clave y un violagambista anónimo del purcelliano Here the deities aprove -interpretado anoche- obtuvo la misma fascinación en la audiencia actual de este ground y sus delicias como la que debió saborear en shock el atónito público de los años cincuenta escuchando a Deller, Leonhardt y sus atrevidos y legendarios colegas.
La divertida, profunda y conmovedora velada a la que pudimos asistir en nuestra sala de cámara es el resultado de este inigualable savoir faire que unos pioneros, tocados por una mágica varita, han sabido imponer al resto del mundo.
Alex Potter posee, además la cualidad de poseer un timbre tan característico que se asemeja a una de las grandes figuras de su registro vocal, al que tristemente despedimos hace unos pocos días, el único e inigualable contratenor James Bowman, maestro entre los maestros de este repertorio, y que tan bien conoce y aprecia Potter y el resto de melómanos enganchados a estas músicas. De él pudimos recordar y revivir momentos únicos que ya solo permanecen en sus ya míticas grabaciones.
La velada rindió homenaje principal a Henry Purcell, genio principal indiscutible del período maduro del siglo diecisiete en Inglaterra, pero no desdeñó a otros autores y piezas menos conocidas actualmente, como las de John Blow, maestro de Purcell, Henry Lawes, Mathew Locke o Tobias Hume.
Alex Potter comenzó el concierto We singn to him. Perfecta introducción purcelliana de alabanza, fue toda una dicha del dominio que Potter posee del estilo y prosodia que tan maravillosamente caracterizan la obra de Henry Purcell, no en vano llamado el Orfeo británico ya por sus contemporáneos. La bella y desconocida pieza de Mathew Locke Bone Jesu, verbum patris, nos recordó que en las islas británicas se admiraba profundamente el modo de componer italiano, y esta sacra pieza en latín -con una pronunciación deliberadamente anglosajona- fue una sorpresa y una delicia de musicalidad melódica muy bien fraseada.
La violagambista Mathilde Vialle pudo demostrar su gran valía en la obra de Richard Sumarte Daphne, para viola da gamba sola, y que demuestra la admiración y popularidad que esta bella melodía alcanzó en las islas británicas. Vialle mostró en todo momento un bellísimo sonido, pulcro, afinado y elegante en cualquier registro, lo que contribuyó sobremanera a crear un bajo continuo estable, cálido, natural y férreo durante toda la velada, además de una técnica y seguridad indiscutibles.
La presentación a solo del clavecinista Patrick Ayrton fue en el amado y bellísimo Ground en re menor de Henry Purcell para clave solo, en donde además de un marcado y puro estilo academicista y dominio técnico del instrumento, Ayrton fue en todo momento un paradigma de la pulcritud y del control del rubato que giran alrededor del implacable perpetuum mobile del bajo ostinato. Además, la mano derecha mostró un virtuosismo inusitado en las disminuzoni más ágiles. El desgraciado sonido de un comentarista deportivo del teléfono móvil de algún espectador no distrajo la atención del instrumentista, quien concluyó la pieza con una suprema exaltación de la disonancia final, a modo de lo que suele suceder con éxito durante el penúltimo acorde del último número de la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach.
El solista vocal demostró su gran dominio y diferenciación del inglés de las dos inspiradas piezas tituladas por el bello texto shakeasperiano If music be the food of love, una más conocida en la actualidad que la otra, a la vez que el bajo continuo se encargó de ahondar en esa diferenciación, con bellos juegos en su textura y elaboración, así como efectistas diferenciaciones en su texturas, como el sutil cambio en el registro de laúd del clave o los siempre ligeros pizzicati de la viola da gamba.
Potter se acercó por primera vez al público explicando en su modélico inglés el cambio de orden de las dos siguientes piezas, comenzando así un nuevo bloque teatral en el programa, perfectamente introducido por el clavecinista con las deliciosas piezas a modo de miniatura de suite teatral de John Blow, con su introducción, la férrea Tune, y sus consiguientes danzas diferenciadas magistralmente desde el teclado, simulando ser el instrumento todo un conjunto orquestal lleno de afectos, mediante la folclórica Jigg, su fascinante e introspectivo Ground que concluyó en el espectacular y virtuoso Rondo.
La cómica pieza teatral de Blow que inmediatamente atacó Potter, Why does my Laura shun me?, sorprendió al público al ser interpretado y gesticulado de un modo tan directo, vehemente y divertido por el contratenor por toda la sala, entremezclándose el artista con la audiencia, quien comenzó un hilarante diálogo musical con el clavecinista, que culminó con un acorde deliberadamente hilarante, en una indeterminada y errónea tonalidad.
Con la cuarta pared del escenario completamente rota, los intérpretes elaboraron un ingenioso juego de naipes en el que personas del público intervinieron, eligiendo cuatro notas de entre la baraja al azar sobre las que el gran talento del clavecinista Patrick Ayrton debía improvisar una Fantasia. Por si la endiablada sucesión de cuatro notas resultantes no fuera poca, otro infortunado incidente sucedió en la sala: otro oyente, olvidadizo en silenciar su teléfono móvil, añadió, involuntaria pero hilarantemente, más material musical, que el clavecinista no dudó en aprovechar, a la ingeniosa y momentánea creación musical.
La magistral An evening hymn, de Henry Purcell puso punto y final al programa de esta fastuosa música por estos tres formidables músicos, de cuya interpretación con un orgánico tan escaso en el bajo continuo -dos personas-, realizando repertorios tan alejados entre sí estilísticamente podría discutirse ampliamente por el actual movimiento de interpretación historicista, pero pensándolo bien, ¿quiénes somos nosotros para discutir algo que lleva funcionando tanto tiempo perfectamente con tres personas en una sala de conciertos? ¿O quizás ya va siendo hora de que comience a discutirse esta cuestión?
Sea como fuere, la magnífica velada británica concluyó con dos arrebatadoras joyas del Orpheus Britannicus, como respuesta a la cálida, fervorosa y larga ovación del respetable, su elaborada canción Sweeter than roses, y como segundo bis su aparentemente simple pero embriagadora melodía Fairest Isle, de King Arthur, precedida de un carismático e inconfundible comentario en otra de las características que tan bien han sabido acuñar los ingleses, su humor británico, y que posteriormente nos devolvió de un plumazo a la tórrida tarde mediterránea.
Las tristes, insistentes y similares conversaciones nos devolvían a la cruda realidad mientras salíamos de la sala: Eduardo Torrico, te echamos de menos. Cuánto habrías disfrutado de esta magnífica velada…
Simón Andueza
Alex Potter, contratenor, Mathilde Vialle, viola da gamba, Patrick Ayrton, clave.
Obras de Henry Purcell, John Blow, Henry Lawes, Mathew Locke, Richard Sumarte, Tobias Hume, Pearl Humfrey y Patrick Ayrton.
Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM. Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid.
25 de abril de 2023, 19:30 h.
Foto © Elvira Megías