André Schuen posee una de las voces de barítono lírico más atractivas que puedan escucharse en nuestros días; además es un intérprete de primera, de los que saben extraer de las obras que recrea, generalmente, de forma magistral, hasta sus matices más recónditos. Con él no hay improvisaciones para cumplir el expediente, en sus recitales las partituras brillan por su ausencia, lo que demuestra que se trae la lección bien aprendida y meditada, y además cuenta siempre con el extra de un acompañante, co-intérprete mejor, al piano llamado Daniel Heide.
En su presentación en Madrid en 2019 escribí: “Schuen, 35 años, posee todo el armamento para llegar a ser un cantante de primera, su voz es bellísima, equilibrada en todos los registros, con una pasmosa facilidad para ascender al agudo, cosa infrecuente en artistas de su cuerda, a esto se añade una evidente capacidad para transmitir la diversa paleta dramática de los textos que interpreta y una envidiable presencia física. Todos los ingredientes para tener éxito en este y cualquier tiempo”.
Pues bien, ahora, con 40 años, ha demostrado que aquellas virtudes que ya despuntaban entonces, se han perfeccionado. Actualmente su voz es más profunda, sus agudos se mantienen impolutos, apiana con naturalidad impresionante y sus interpretaciones a nivel dramático gozan de una interiorización excepcional, logrando en cada una de ellas una variedad de matices propios de un artista consumado.
En esta ocasión el barítono y el pianista nos han ofrecido un programa con obras de Mahler y Brahms.
Valor se necesita para comenzar una velada de este tipo con los “Cuatro cantos serios” de Brahms, obras muy complejas e intensas de tonos oscuros. Hace poco se los escuchamos en una interpretación inolvidable a Goerne y Alexader Schmalcz; ahora Schuen y Heide nos han ofrecido una versión muy diferente de aquella, pero igualmente válida. Schuen las interpreta con la potencia y reciedumbre de un pastor protestante, sin melancolías ni sentimentalismos, de una forma en ocasiones hasta agresiva, pero sin traicionar a los textos y demostrando en el último de ellos “Wenn ich mit Menschen und mit Engelzungen redete “Si yo hablase todas las lenguas de los ángeles y los hombre”, que es capaz de cambiar el registro y mostrarnos el lado más esperanzador del texto bíblico.
Después, con la sección dedicada a Mahler, se superaron a sí mismos, sobre todo en las canciones de sabor castrense, abordadas con la fuerza de su apabullante juventud, tanto en su vertiente bélica como en la poética, haciendo en esta última una recreación inconmensurable de “ Wo die schönen Trompeten blasen”, Donde suenan las bellas trompetas, y “ Der Schildwache Nachtlied”, Canción nocturna del escudero, ofreciéndonos toda la ligera belleza de” Rheinlegendchen”, Leyenda del Rin. Quizá lo menos conseguido fue su interpretación de la sublime “Urlicht” , pero esto si me pongo en un nivel de exigencia que no viene a cuento entre tantas bondades.
La velada concluyó con Siete lieder de Brahms, magistralmente resueltos, aunque con ellos bajó un tanto la temperatura del concierto.
Con dos lieder de propina los intérpretes remataron el recital, “Da unten im Tale”, Abajo, allí en el valle, de los Volkslieder de Brahms y el maravilloso Morgen de Richard Strauss.
El triunfo fue merecido y espero su anunciada próxima intervención en el ciclo en Febrero de 2025.
Francisco Villalba
André Schuen y Daniel Heide
XXX Ciclo de Lied, Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)
Teatro de la Zarzuela, Madrid
Foto © Rafa Martín