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Crítica / El réquiem de Lili Boulanger - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 21/03/2023

El pasado 19 de marzo, la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), bajo la batuta de su titular Ludovic Morlot, volvió a dar un programa de esos que justifican el lema “Muerte o retorno” que rige la presente temporada de L’Auditori.

Así, las cuatro obras interpretadas pueden verse como otras tantas reflexiones sobre el carácter perecedero de la vida humana. La primera de ellas fue la cantata Schicksalslied (Canto del destino), de Brahms, de la que la batuta acertó a plasmar mejor los acentos dramáticos y de rebeldía de la sección central que el tono más sereno, majestuoso y conciliador de las partes inicial y final. Aunque la orquesta y, sobre todo, los coros respondieron con solvencia, fue una versión más bien epidérmica.

Morlot es un director que siente una afinidad especial con el repertorio contemporáneo, y lo volvió a demostrar en su interpretación de La lira de Orfeo, para violín, cuerdas y percusión, de Sofía Gubaidulina. Se trata de una página que, más allá de su construcción rigurosamente matemática, posee una particular fuerza expresiva.

El peso de esta corre sobre todo a cargo del solista, un Marc Bouchkov sobresaliente por la variedad de acentos y registros que fue capaz de extraer a su instrumento hasta llevarlo a un agudo conclusivo apenas audible. Como propina, los dos primeros movimientos de la Sonata n. 5 para violín solo de Ysaÿe, cuya virtuosística línea el violinista atacó con facilidad pasmosa.

La segunda parte, toda ella de acento francés, se abrió con La mort d’Ophélie (uno de los tres paneles que conforman Tristia) de Berlioz, cuya sensibilidad melancólica y algo naïf fue delineada con acierto por Morlot y las secciones femeninas del Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana y el Orfeó Català. El contraste con la fuerza dramática del Salmo 130 “Du fond de l’abîme” (Desde el fondo del abismo) no podía ser mayor.

En cierto sentido, esta obra puede verse como el réquiem que Lili Boulanger escribió para sí misma, pues murió un año después de acabarla, cuando solo contaba veinticuatro. Su música impresiona por su potencia expresiva, pero no menos por el talento que la joven compositora muestra a la hora de tratar la orquesta, de resaltar sus colores más sombríos (esos acordes graves del órgano, violoncelos y tuba del inicio), pero también de aligerarla y sorprender con combinaciones tímbricas tan novedosas como las ideas que apunta en el ámbito de la armonía. La escritura para coro no es menos variada, con violentos estallidos de rabia e imprecación y otros en que el tono se vuelve implorante.

La mezzosoprano Marta Infante cantó su solo con musicalidad y sensibilidad, mientras que los coros se entregaron a fondo con una interpretación que plasmó de manera irreprochable los diferentes acentos de la partitura. La orquesta cumplió, aunque la fuerza que imprimió Morlot restó matiz, detalle y brillo a su sonido.

Juan Carlos Moreno

 

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot. Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana. Orfeó Català.

Marc Bouchkov, violín. Marta Infante, mezzosoprano.

Obras de Brahms, Gubaidulina, Berlioz y Boulanger.

L’Auditori, Barcelona.

 

Foto: Cartel del concierto.

 

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