El clásico quinteto de viento madera ostenta una sonoridad especialmente ágil y colorista. Así lo demostró con verdadera brillantez el Quinteto en re menor de Victorino Echevarría.
Éste fue el suculento y ambicioso entrante que propuso el quinteto Aulos, conformado por los solistas de la Orquesta Nacional de España que se citan en el faldón de esta crítica, en un concierto del ciclo de cámara Satélites dentro de la órbita del Focus Festival de la citada entidad, a vueltas con la música española de los últimos cien años largos.
Un entrante que gozó, incluso, de alguna vis cómica en su Andante. Un Quinteto que se disfrutó por su exuberante variedad, en una versión perfectamente ajustada, de sonido pletórico, técnica, expresividad y reflejos, en asociación exquisita y brillante.
Fue un arranque ciertamente generoso para un programa que auguraba, al unísono, placer y descubrimientos.
Manuel Castillo nos mostró de seguido, su corazón más tierno y bucólico. Lejos del vanguardismo, que también abanderó con éxito, su Quinteto destiló gusto, sensibilidad y saber-hacer. Un placer menos artificioso que el anterior pero más presto a destacar las sutilezas dinámicas y de fraseo de estos curtidos solistas del conjunto.
Sus Variaciones fueron un verdadero alarde musical, más allá de lo técnico, evidente en esta versión pulcra y entregada. El Animato remató faena con extroversión, optimismo y un surtido de protagonismos y solos, cabalmente distribuidos.
Prescindiendo de la trompa, el Divertimento para cuatro instrumentos de madera de Jesús Bal y Gay, nos devolvió a esa imagen de travieso neoclasicismo stravinskyano, heredero de un admirado Concerto de Falla, con característico contrapunto. Un espíritu de Scherzo con apuntes heterofónicos en sus movimientos extremos. Mayor agresividad armónica en una atmósfera de inquietante desolación en su Poco adagio, y leves sorpresas tímbricas en un destacado, aún si breve, Andantino.
Con el quinteto ya al completo de nuevo, se abordó, para finalizar, el correspondiente de Robert Gerhard. Una obra de aspiraciones, donde todas aquellas cualidades citadas encajaban en una contemporaneidad más comprometida: la vanguardia-Schönberg del momento. Una cuadratura del círculo al alcance de pocos, muy pocos.
Mayor abstracción, pues, en una forma más exigente, con dificultades técnicas y, sobre todo, estéticas que estiraron, en su día y aún hoy, hasta efectivamente romper los difusos límites de una expresividad romántica heredada y, ciertamente, resiliente.
Un programa brillante y lleno de estimulantes descubrimientos. Completo en su particular concepción previa, que no se adentró en atrevimientos más vanguardistas, y planteó, así, un ramillete de cuatro piezas ejemplares, coherentes por su musicalidad y de espléndido brete técnico en sabias manos.
Una propina relajada, contrastante, sin duda, con todo lo anterior, en forma de arreglo además: el celebérrimo y versionado Tango -España, op. 165, nº 2- de Isaac Albéniz, demostró que, aún de esta guisa, el quinteto de viento madera mantiene magníficas frescura y personalidad propias.
Luis Mazorra Incera
Quinteto Aulos / Álvaro Octavio, flauta; José María Ferrero, oboe; Enrique Pérez, clarinete; Javier Bonet, trompa; y Vicente Palomares, fagot.
Obras de Albéniz, Bal y Gay, Castillo, Echevarría y Gerhard.
OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: Cartel del concierto.