El pianista cruzó el escenario con rapidez, apenas se detuvo a saludar y, en cuanto se sentó sobre una banqueta bastante baja, posó los dedos en el teclado. Aquí termina lo objetivo de esta crítica. Todo lo que pueda alegar contra la interpretación entra en lo más subjetivo: que el piano recuerde al clave en el repertorio barroco, que el pedal izquierdo tenga una presencia constante, que tal vez la velocidad deba dejarle hueco a un mayor rubato... ninguno de estos puntos pueden ser defendidos más que desde una perspectiva fundamentalista que bebe más de gustos personales que de rigor.
Puede gustar más el Händel de Gould, tan anarquista, o el Ravel de Argerich, ráfagas de luz y agua que te sacuden, o el Brahms de Arrau, puro tejido, pero estas observaciones sobran.
Seong-Jin Cho salió a escena y se precipitó hacia el piano, hacia “su” piano, se aferró a él y se quedó en paz. Me dio la sensación de que nos abría la puerta de su cuarto para que todos viésemos cómo pasa las horas con su mejor amigo: el piano, “su” piano. Un regalo así es digno de agradecimiento.
El intérprete ofreció una velada de intimidad. Y resultó absolutamente honesto. Él disfrutaba y provocaba el disfrute. Por eso, y porque posee una técnica soberbia, no tengo autoridad moral para echarle nada en cara. Otra cosa sería analizar la naturaleza de su dimensión emocional. ¿Esa intimidad con el instrumento denota falta de vida social? ¿Se convierte el piano en un clavo ardiendo para el placer? No conozco personalmente a Seong-Jin Cho, ignoro si, como Liszt, entre pieza y pieza se bebe la vida a tragos largos, pero desde luego existe un control en su discurso que me arrastra a una hipótesis: décadas de disciplina se han fusionado con el placer íntimo, ese placer que Seong-Jin Cho nos mostró el domingo en el ciclo Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Desde luego, su expresividad nada tiene que ver con la de tantos virtuosos jóvenes, tocafusas y exagerados (tanto, que demuestran no saber qué expresar). Este pianista resulta sincero, y poco se puede objetar a su manera de tocar. Además, y esto también es de agradecer, eligió un programa de enorme interés, tanto por las obras como por la estructura.
Händel es esa figura a la que todos reconocen genialidad pero pocos escuchan. Una pena, sobre todo en el campo de los pianistas, que apenas bucean en el alemán de aventuras italianas que se convirtió en el mejor compositor inglés. Seong-Jin Cho lo empleó como moqueta para acceder a su cuarto al comienzo de cada parte; una moqueta mullida y bien cálida. Para homenajear a Händel, recurrió a Brahms, que lo homenajeó a su vez en las gigantescas variaciones.
¿Qué hacía Ravel en la jornada? Tal vez, ser un ejemplo de suite más moderna. Tal vez, imitar a Brahms con su mirada al pasado en una obra musical que miraba al pasado literario que miraba al pasado misterioso. ¿Y qué más da la razón? Gaspard de la nuit es una obra maestra y merece la pena perder un brazo (en honor a Ravel, el derecho, claro) para escucharla en directo. Y de verdad que poco o nada importa lo que me haya gustado la interpretación del pianista. El muchacho (sí, creo que va a ser un muchacho toda su vida) fue honesto y sincero. Y generoso. Me puede asustar lo poco que parece apoyarse en la espalda, y que en ocasiones casi rozara el teclado con el flequillo, y cierta tensión de su brazo derecho al comienzo de “Ondine”; estos aspectos a veces avanzan lesiones, pero ya hemos conocido anatomías excepcionales que se reían de las posturas “normales”, así que ni esto le puedo atacar.
Ya que no puedo objetarle nada, reservaré todo mi cabreo a la persona que manchó la propina hasta en tres, ¡tres!, ocasiones. Un móvil contra la Pavana de Ravel debería constituir delito. Y de sangre. Cualquier pianista se habría levantado en ese momento para abandonar la escena o cruzarle la cara al imbécil telefónico. Seong-Jin Cho se mantuvo frente al piano, con Ravel soplándole algo en la oreja, en la intimidad de su habitación.
Juan Gómez Espinosa
Seong-Jin Cho (piano)
Obras de Georg Friedrich Händel (Suites HWV 427, HWV 433, HWV 430 y HWV 440), Johannes Brahms (Variaciones y fuga sobre un tema de Händel) y Maurice Ravel (Gaspard de la nuit)
Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes de Madrid (concierto en colaboración con el Centro Cultural Coreano en España)
12 de junio de 2022
Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid