Los cuartetos de cuerda de Shostakovich han acompañado al Cuarteto Casals desde su concierto de presentación en 1997, cuando interpretaron una de las obras más impresionantes de esa colección, el Cuarteto n. 8. Desde entonces ha pasado mucho tiempo y muchas son las cosas también que han cambiado en su transcurso. Antes, por ejemplo, apenas había formaciones estables de cámara en España, mientras que hoy sí las hay, y de calidad, así como un público apasionado por este repertorio. La labor de los Casals, sin duda, ha tenido mucho que ver en todo eso.
Lo que no ha cambiado es esa afinidad que los Casals revelaron desde buen inicio con Shostakovich. Así lo demostraron en los dos conciertos que ofrecieron los pasados 3 y 4 de octubre, primeros de un ciclo que, a lo largo de toda la temporada, abordará la integral de los cuartetos del maestro soviético en orden cronológico. En el primer concierto, ofrecieron los tres primeros cuartetos; en el segundo, el cuarto y el quinto.
Escritos entre 1938 y 1974, los quince cuartetos de Shostakovich suponen una especie de autobiografía íntima en la que el compositor da cuenta de sus obsesiones, tragedias y esperanzas de un modo más libre, mucho más, tanto en el plano formal como en el técnico o expresivo, que en sus sinfonías. Cada una de esas obras es así un caleidoscopio sonoro en el que se pasa, sin solución de continuidad de la sonrisa a la risotada sarcástica, de la melodía más sublime a la desolación más extrema, de la contención a la crispación. Pues bien, todo ese universo de sentimientos encontrados y contradictorios lo expuso el Cuarteto Casals con mano maestra.
La compenetración de sus cuatro integrantes es total. A partir de ahí, sus versiones destacan por la plenitud y belleza de su sonido, de una calidad extraordinaria en todo su registro y rangos dinámicos, así como por la precisión de sus ataques y de la rítmica, sin olvidar la calidad del fraseo, tanto conjunto como cuando cualquiera de sus miembros ha de tomar la voz a solo. Todos esos aspectos, sin embargo, están siempre al servicio de la expresión, de ahí unas interpretaciones implicadas de principio a fin, que no dudan en bucear en las aristas de esta música, en sus contrastes. El resultado, unas versiones ante las que es imposible restar indiferente: atrapan, arrastran al oyente a ese torbellino de sonidos y sentimientos…
Las interpretaciones de los cinco primeros cuartetos fueron impecables tanto en lo técnico como en lo expresivo, cada uno de ellos una versión perfectamente modelada y coherente en su conjunto y, a la vez, cautivadora por su milagroso detallismo. Siendo todo eso cierto, hubo dos que dejaron una huella especial. El primero fue el Cuarteto n. 2 (1944), en el que Shostakovich se aleja ya del clasicismo juguetón de su primera aproximación a esta forma para revelar lo que esta será para él. No es un detalle menor que la obra fuera escrita durante la Segunda Guerra Mundial, de ahí un Adagio dominado de principio a fin por una desolada melodía del primer violín que Vera Martínez expuso con una línea precisa, musical y de una expresividad a flor de piel. La otra obra fue el Cuarteto n. 5 (1952), partitura de construcción compleja a nivel técnico y emocional, toda ella marcada por sus abruptos contrastes, pero con un final en el que el tiempo parece detenerse y que el Casals sencillamente bordó.
El silencio de la sala tras la última nota de esa obra no fue menos estremecedor, con un público que apenas se atrevía a respirar, para luego acabar rompiendo en una ovación rotunda. Se evidenció así, una vez más, la estrecha comunión que, a lo largo de los años, se ha ido forjando entre el Cuarteto Casals y el público barcelonés.
Las próximas entregas de esta integral tendrán lugar el 30 y 31 de enero de 2024.
Juan Carlos Moreno
Cuarteto Casals.
Obras de Shostakovich.
L’Auditori, Barcelona