En su trayectoria como gestor, un destacado empeño de Markus Hinterhäuser, actual director artístico del Festival de Salzburgo, ha sido reivindicar la obra de Mieczysław Weinberg (1919-1996). Si en su etapa al frente de la Wiener Festwoche programó un ciclo de conciertos centrado en la obra de este compositor judío-polaco con pasaporte soviético desde 1939, la gran apuesta ahora ha consistido en la recuperación de El idiota, su última ópera.
Una composición de gran formato -tres horas y media largas de música-, de la que sólo se había ofrecido en 2006, en Moscú, una versión reducida en forma concertante, y otra en 2013, con carácter de estreno absoluto, apuesta de Thomas Sanderling, que tuvo lugar en Mannheim para posteriormente viajar al Theater an der Wien de la capital austriaca.
La inclusión de El idiota en un escaparate referencial como Salzburgo supone un impulso definitivo para situar al compositor en el lugar que le corresponde en la música del siglo XX. Tendencia que empieza a dar frutos, como prueban, en este mismo año, sendas producciones -Madrid y Munich- de La pasajera, primera de las siete óperas de distinto formato que Weinberg escribió entre 1968 y 1985, cuando está datada El idiota.
De ahí la expectación suscitada en la presente edición del Festival salzburgués, que ha puesto en juego para el proyecto mimbres de primera calidad. Apuesta que se saldaba en el estreno con la audiencia de la Felsenreitschule en pie, reconociendo la entrega de ambos directores.
En el foso, Mirga Gražinytė-Tyla, que ya demostró su afinidad con la música de Weinberg, midiéndose en el Teatro Real de Madrid con La pasajera. Para su doble début ahora -frente a la Filarmónica vienesa y en el Festival donde en 2012 fue reconocida como Joven Director del Año- Gražinytė-Tyla ha indagado en esta complicada partitura, poniendo de relieve hasta el último detalle de un hábil orquestador para la escena que, entre el centenar y medio de composiciones de su corpus, se anota, además de óperas y ballets, cuarenta partituras para otras tantas películas.
La directora lituana supo resaltar desde los leitmotiven que acompañan a los protagonistas, a las múltiples sugerencias armónicas de un instrumentario cargado de percusión y elementos habituales en el jazz. En una partitura que alterna con naturalidad la melodía con la atonalidad, salpicada de temas folklóricos y ritmos populares, como el vals, donde Weinberg sigue la estela de su maestro y protector, Dmitri Shostakovich, a quien está dedicado este monumental trabajo en cuatro actos.
Tantas horas de música precisan de mucha imaginación para justificar el libreto de El idiota, de Aleksander Medwedew a partir de la novela homónima de Fjodor Dostoyewski. Un trabajo titánico para trasladar la acción al escenario de la Felsenreitschule, uno de esos espacios gigantescos en los que el polaco Kristof Warlikovski se mueve con naturalidad porque, afirma, abren las posibilidades a un nuevo lenguaje artístico. Lo ha vuelto a demostrar en el mismo marco en el que ha presentado tres de sus cuatro propuestas para el Festival desde su debut en 2018.
En su lectura personal, Warlikovski, partiendo de un flasback que adelanta el trágico desenlace, traslada la historia a la del propio Weinberg a través del protagonista, el príncipe Myschin, hombre bueno según la concepción rousseauniana que, ignorando el alcance de su propia naturaleza, será maleado por las instituciones sociales. Un inocente -en esa acepción se interpretaría aquí el término idiota-, cuya trayectoria vital -como en el Jules et Jim de Henri-Pierre Roché llevado al cine por Truffaut en quien, a buen seguro, Warlikovski ha recabado-, le llevará a compartir con su amigo Rogoschin el amor de Natassjia, su mujer ideal. Situación que se convertirá en segundo triángulo con la irrupción de su prometida Aglaja.
Para una mejor exposición, Warlikovski divide la escena en diferentes espacios, cuya función puede interrelacionarse -a destacar el encuentro en el tren del primer acto-, potenciando los momentos introspectivos con proyecciones en directo de la acción, de especial dramatismo en el cuadro final. Sin llegarse a resolver las enrevesadas ecuaciones de Newton y Einstein, que con tanta soltura plantea el protagonista, convencido de que sólo la belleza salvará al mundo.
Pocas veces las ovaciones a un espectáculo de esta envergadura son tan unánimes, solicitando una y otra vez la presencia de los protagonistas. Empezando por el ucraniano Bogdan Volkov, vencedor de la segunda edición del Concurso Operalia, de Plácido Domingo. Uno de los mejores tenores líricos del momento, con ese punto agudo que tanto favorece al personaje del Príncipe Myshkin. Perfecta vocal y actoralmente por su desgarro como Natassja -entre Pandora y Lulù-, la soprano lituana Aušrinė Stundytė, conocida en España por su debut en 2013 en La conquista de México del recientemente desaparecido Wolfgang Rihm, incluída en la última temporada de Gérard Mortier.
Tercera pieza del bloque principal, el barítono Vladislav Sulimsky redondea con voz contundente al dubitativo Rogoshin, sopesando el valor de la amistad. Sin olvidar el aterciopelado color vocal de la mezzosoprano australiana Xenia Puskarz Thomas, Aglaja, la prometida despechada. Junto a ellos, otra mezzo, la rusa Margarita Nekrasova, como sacada por Warlikovski de un cuadro costumbrista de Natalia Goncharova, con inmenso poderío escénico dibuja la perfecta madre casamentera, digna de un personaje zarzuelero.
Respaldando la labor de conjunto, perfectas las prestaciones del coro masculino de la Ópera de Viena y, potenciando desde el foso sus habilidades musicales ante cualquier partitura, aunque sea tan exigente como esta, la Filarmónica de Viena, orquesta residente desde hace casi un siglo y pieza clave del Festival salzburgués.
Juan Antonio Llorente
Bogdan Volkov, Aušrinė Stundytė, Vladislav Sulimsky, Iurii Samoilov, Clive Bayley, Margarita Nekrasova, Pavol Breslik...
Orquesta Filarmónica de Viena, Coro masculino de la Ópera de Viena / Mirga Gražinytė-Tyla.
Dir. Escena: Krzysztof Warlikowski.
El idiota, de Weinberg.
Felsenreitschule Salzburgo. 2 de agosto 2024
Foto © Bernd Uhlig