Nuevamente el Covid se ha inmiscuido en el Festival de Música de Canarias. La programación se orientó hacia la música de cámara y las orquestas de mediano formato que permitieran cumplir con las limitaciones impuestas en escenario. Pese a todo, cancelaron la Sinfónica de Gotheborg y la Sinfónica de Tenerife (por primera vez en los 38 años de festival) y se mantuvieron las restricciones de aforo, más flexibles que en la pasada edición. La apertura estuvo en manos de la Philarmonia de Londres y Philippe Herreweghe.
El director belga, que debutaba en el Festival, nos ofreció Suite nº 4 de J.S. Bach de texturas diáfanas y excelente ejecución, pero algo plana al no diferenciar suficientemente las distintas danzas que la integran. El Concierto nº 1 de Haydn obtuvo una hermosísima lectura, bellamente fraseada por Isserlis de excelsa contabilidad, mientras en la Sinfonía nº 39 de Mozart sorprendió el relieve otorgado a la cuerda grave, 8 cellos y 6 contrabajos frente a 10 violines primeros, 10 segundos y 8 violas, que aportó peso y un cierto sombreado, sin perder por ello ligereza y luminosidad. Extraordinaria ejecución de una Philarmonia que hizo honor a su fama.
El recital de Javier Camarena presentó a un cantante en plenitud de facultades, maestro en la regulación del sonido en amplias frases bellamente cinceladas, prodigando pianísimos y media voces, sin esquivar impactantes subidas al agudo en forte, tanto en la parte operística francesa e italiana, con modélicas Instant Charmant de Manon de Massenet o Spirto Gentil de Donizetti, como en las muy personales lecturas de 3 canciones napolitanas, matizadísimas y muy amplias de tempi o en la parte española, vibrante en la expresión y de clarísima dicción. Ejemplar el pianista Ángel Rodríguez, que se plegó como un guante al amplio rubato del cantante, otorgando el peso que merece a una parte pianística frecuentemente maltratada.
Debutó en el Festival la Filarmónica de Luxemburgo de la mano de su titular Gustavo Gimeno. Notable conjunto que Gimeno dirigió con precisión rítmica y sentido del color, pero también con excesiva contundencia tanto en las Variaciones Paganini de Rachmaninov, junto a Beatrice Rana de fulgurante virtuosismo que no se dejó amilanar por la orquesta, como en la Sinfonía en Re de Cesar Franck, vibrante en lo expresivo, pero falta de reposo y una mejor gradación de intensidades. Subito con sforza de Unsuk Chin, que abrió la sesión, propició el lucimiento de la sección de percusión.
Muy atractivo e infrecuente programa el ofrecido por el violinista Sergei Dogadín con la Orquesta de Cámara de Lituania integrado por el Concierto para violín Distant Light de Vask, obra maestra de su autor, exigentísima para solista y conjunto, de la que nos dejaron una lectura referencial, rubricada con impecables interpretaciones del Concierto para cuerdas de Nino Rota, Meditación de Thais de Massenet y Aires gitanos de Sarasate.
La Orquesta de Cámara de París y Antonio Méndez brindaron un Idilio de Sigfrido de Wagner intimista y excelentemente paladeado. El Concierto para violín nº 2 de Prokofiev junto a Arabella Steinbacher, escorado hacia lo lírico, limó los aspectos más ácidos del autor ruso permitiendo a la violinista exhibir su legato y un sonido sedoso en todos los registros, algo limitado de volumen. La Cuarta Sinfonía de Beethoven, de tempi muy vivos sin caer en la precipitación y tensiones justamente calibradas, puso fin al programa.
Había expectación ante el debut en el Festival del prestigioso contratenor Philippe Jaroussky. El recital con acompañamiento de guitarra transitó a lo largo de 4 siglos, de los madrigalistas ingleses a la canción brasileña, y permitió constatar la excelencia técnica, versatilidad y exquisita musicalidad de cantante y guitarrista, Thibaud García impecable y variadísimo en la digitación, ambos moderadamente amplificados, aunque no todas las piezas se adaptaron con la misma facilidad a la voz de contratenor, Erlkönig de Schubert, Abendempfindung de Mozart o curiosamente los franceses Poulenc y Fauré, no terminaron de sonar con naturalidad , mientras que las de origen popular, Bárbara, Ariel Ramírez, o Bonfa, así como las barrocas o un Di tanti Palmiti rossiniano de exigentes coloraturas si tuvieron el lucimiento esperado. Mención especial para el apartado español que incluyó Granados y Lorca, muy personales y de excelente dicción.
Karel Mark Chichon al frente de la Filarmónica de Gran Canaria volvió a dejar claro su conocimiento de todas las posibilidades del conjunto isleño, en una selección del Romeo y Julieta de Prokofiev fervorosamente interpretada, donde espoleó a sus músicos como sólo Chichon sabe hacer. El estreno de Omega de Dori Díaz Jerez, rigurosamente preparado, denotó un apreciable conocimiento de los resortes orquestales y el Adagietto de la 5ª Sinfonía de Mahler, expuesto con delicadeza no exenta de vigor completaron el programa en el que colaboró como asistente Celia Llácer, participante en las clases magistrales de dirección de orquesta impartidas por Chichon junto a la OFGC durante dos semanas de enero.
Para conmemorar el centenario del nacimiento del escritor portugués afincado en Lanzarote José Saramago, se programaron las 7 últimas palabras de Cristo en la Cruz de Haydn, en su versión para orquesta de cámara, con las glosas de Saramago a cargo de los narradores Elsa López y Alexis Ravelo, junto a Les Concert des Nations y Jordi Savall que configuraron una velada de hondo calado reflexivo en una interpretación angulosa que resaltó los perfiles más sombríos con cellos y contrabajos siempre destacados, aunque no sea el repertorio donde Savall obtiene sus mejores resultados.
Anne Sophie Mutter volvió al festival en formato de cámara, con Mozart: tríos KV 502, 542 Y 548 y Divertimento KV 254, acompañada por Lambert Orkis, su pianista habitual, y Lionel Martin al cello, en una velada extraordinaria por la belleza sonora y la musicalidad desplegada, donde la violinista alemana ejerció de primus inter pares de un diálogo a tres, frente a un jovencísimo y ya maduro cellista que no se arredró ante el mito que tenía a su lado y un pianista experto en lides camerísticas.
Intachable y riguroso programa el planteado por Grigory Sokolov: Variaciones y fuga op. 35 de Beethoven, 3 Intermezzi op. 117 de Brahms y Kreisleriana de Schumann, en lecturas expresivamente arrolladoras, profundas y muy paladeadas, de pulcra planificación sonora y fraseo y agógica de auténtico orfebre que hizo amplio uso del rallentando, marca de la casa. Una indisposición a mitad de la velada no impidió al pianista ruso concluir un recital para el recuerdo.
Concluyó el festival con un programa ruso a cargo de la Sinfónica Estatal Rusa “Evgeny Svetlanov” a las órdenes de Vassily Petrenko. Se les unió Anastasia Makhamendrikova en el Concierto nº 2 de Rachmaninov, donde tras un primer movimiento deslavazado por falta de sincronía entre solista y director, se pasó al lento, fraseado con morbidez y delectación, permitiendo a Makhamendrikova recrearse en el lirismo cantábile tan propio del autor ruso, culminando en un finale apoteósico con una orquesta bien encauzada que dejó a la solista el espacio necesario para plasmar su innegable virtuosismo.
La engañosa y problemática Sinfonía nº 9 de Shostakovich en manos de Petrenko sonó ácida y corrosiva, lejos del carácter bienhumorado de la mayoría de las lecturas, resaltando la angustia soterrada que la recorre y se explicita en el trágico segundo movimiento con sus sombríos crescendos o en las amenazantes intervenciones de trombones y tuba del cuarto seguidas por desolados solos de fagot, para culminar en un finale engañosamente triunfal que rozó lo histérico. La orquesta rusa desempeñó a sus anchas, especialmente las muy solicitadas maderas.
Esto es lo que dio de sí el Festival de Música de Canarias 2022. Esperamos que la convocatoria de 2023 se pueda celebrar sin las limitaciones que el Covid ha impuesto en las dos últimas ediciones.
Juan Francisco Román Rodríguez
Festival de Música de Canarias 2022
Auditorio Alfredo Kraus, Teatro Pérez Galdós.
Las Palmas de Gran Canaria.
Foto: Había expectación ante el debut en el Festival del prestigioso contratenor Philippe Jaroussky.