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Crítica / El Ébène, un cuarteto para el disfrute absoluto - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 05/03/2025

El séptimo concierto previsto en el Ciclo Recitales y Música de cámara, que la OSCyL programa en su sede vallisoletana, trajo como invitado al Cuarteto Ébène: Pierre Colombet y Gabriel Le Magadure, violines; Marie Chilemme, viola y Yuya Okamoto, cello, primera presencia en la ciudad. Formado en 1999, la perfección que buscan y encuentran en cada interpretación, le sitúa entre los mejores del mundo, como acreditan los numerosos Premios que adornan su participación en certámenes de alto nivel,  sus reconocidas  grabaciones y su presencia continuada en los festivales y salas más valoradas, abordando repertorio clásico sin desdeñar lo contemporáneo, con resultados artísticos técnicos y musicales del mayor nivel. Ese nivel toma aún más valor por los instrumentos que tocan cada uno de los componentes: A. Stradivari, "Piatti", 1717 y M. Goffriller, 1736, el primer violín; B. G. Guarneri, 1743/45, y un sello Guarneri, 1740, con arco D. Pecatte, ca. 1845, el violín II; Stradivari "Gibson", 1734 y M. Hollmayr, Füssen, 1625, la viola; y G. Grancino, Milán, 1682, el cello.

Comenzaron en la frontera entre el clasicismo de Haydn y Mozart y el nuevo romanticismo que traía Beethoven, a través de su op. 18/1, Cuarteto en Fa M., primero de los 6 que incluyó en ese opus dedicado a su mecenas Príncipe Lobkowitz en 1799, que volvió a revisar cuando completó la serie, pues siguiendo su gran autocrítica, "al terminarlos ya había aprendido a escribir Cuartetos".

Los "Ébène" comenzaron a mostrar su precisión y seguridad de ataque en el Allegro inicial, con un primer violín brillante pero no divo, líder pero no autoritario sino marcador de pautas, admitidas y seguidas por sus colegas con el mismo nivel de perfección individual,  todos integrados en ese difícil "matrimonio a cuatro", que se dice debe ser un Cuarteto. El inicial aroma mozartiano va evolucionando con síncopas en el segundo tema, ganando el brío marcado en el desarrollo de la original forma sonata, camino de un final imaginativo y con cierta sorpresa.

El Adagio se inició muy lento y pianísimo, amoroso y delicado, frases pasando de unos a otros como surgidas de uno solo, con pasión, y el cello que,  independiente, soportaba el hermoso juego del trío, todos dando valor musical a esos silencios que, novedosamente, sitúa el autor en su discurso. El scherzo exhibió la ligereza que le dan sus frases desiguales y marcados acentos y la alegría expansiva que proporcionó Colombet en el virtuosístico Trío, prolongada en el Final, mezcla de sonata y rondó, donde (quizá para contentar a los oyentes del estreno) torna el aroma clásico, pero ya con un horizonte que está mucho más allá. El equilibrio del Ébène quedó patente y la belleza y esmalte de su sonido también, destacando en éste el timbre y color de la viola, suave y acariciadora sin perder presencia, y en todos un peso de arcos absolutamente compensado. El público reaccionó con repetido entusiasmo.

Cerrando parte, se produjo el estreno en España de Tetrhappy: Cuarteto de cuerda, del cellista y compositor Raphaël Merlin (1982, integrante del Ébène hasta hace menos de dos años). Encargo de Radio France, Elbphilarmonie Hamburgo, MUSEConcert Series de la Universidad de Hong Kong, Wigmore  Hall, Philarmonique de Namur-Grand Manège y Muziekgebouw aan't IJ de Amsterdam, dedicado a G. Forberg-Schneider, a sus excompañeros y, de alguna forma, a todos los Cuartetos.

En una serie de variaciones en torno a 15 minutos, trata de describir la azarosa vida de 4 músicos, que buscan integrarse en un grupo que ha de entenderse en todo sin merma de personalidad, para formar una identidad de pensamiento y ejecución musical, salvando dificultad de viajes y convivencia, criterio, elección y dureza de estudio, y lograr la felicidad que, al fin, da la música bien hecha. Así salen ya tocando alegres acordes de llamada a escena, se ubican y, en todas las opciones de combinación posibles, dinámicas, ritmos y tempi, ir mostrando cuantos obstáculos técnicos se presentan y atmósferas se describen, todo con ironía, partiendo de una idea del contrabajista Charles Mingus en su "Self-Portrait in Three Colors", lo que permite toques jazzísticos y de otros bailes y salir andando. La ejecución fue fluída, exacta, como si fuera fácil y la respuesta del auditorio larga y cálida, entusiasta, lo que augura éxito en la gira subsiguiente a los encargos.

Y aún faltaba lo que fue casi el éxtasis auditivo: Cuarteto en Mib m., op. 30/3 (1876) de Chaikovski. De nuevo lección magistral de cómo expresar máxima pasión sin perder nitidez en cada línea, cómo lograr íntimo sentimiento sin sensiblería o cómo vislumbrar una vida mejor con la dulzura y regocijo que ello produce. Escrito y dedicado a Laub, violinista fallecido amigo del compositor, cantaron  todos y cada uno maravillosamente el complejo y largo Andante-Allegro; el breve y vivísimo Allegretto con esa polca rápida (Laub era checo) como scherzo, contrastando con la canción de cuna del trío; el brillante papel del violín I en homenaje al dedicatario, con melodías espirituales reflejando el ascenso al cielo del difunto, tras confrontarse lúgubres corales con la entonación del oficiante religioso hecha con primor por el Vi II y un Andante fúnebre trágico y doloroso que lo inicia a ritmo de marcha; y un Finale en sencillo rondó, liberador de tensiones, que recupera la polca y apunta a esa feliz vida futura, fuerte y decidida a pesar de la muerte. Las aclamaciones surgieron porque la versión fue impecable, de esas que cortan la respiración y graban la memoria. Una tarde que unos pocos se perdieron, tal vez por obligaciones infantiles de Carnaval; habrán de lamentarlo, porque Ébano satisfizo todas las características que tiene la madera preciosa que le da nombre.

José M. Morate Moyano

 

Cuarteto Ébène (P. Colomet, G. Le Magadure, M. Chilemme, Y. Okamoto)

Obras de L v Beethoven, R. Merlin, P. I. Chaikovski

Sala de Cámara del CCMD de Valladolid

 

Foto © Claudia Höhne 

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