En una primaveral y agradabilísima tarde madrileña, Forma Antiqva, ese grupo liderado por los tres hermanos que más fuerte pisan en la interpretación historicista de nuestro país y símbolo de la actual generación de excelentes intérpretes que atesoran nuestros grupos de música antigua, nos invitaba a relajarnos disfrutando de las innumerables sensaciones que la música puede trasladar al oyente.
En esta perfecta ocasión, y bajo el sugerente título de A pleasure garden -Un jardín placentero- pudimos comprobar cómo la música puede llevarnos los placeres olfativos de las plantas y flores a nuestra mente, en un viaje geográfico o de estado de ánimo diseñado por el propio Aaron Zapico para el hedonismo más delicado.
El programa estuvo conformado por bloques que bajo el nombre de una olorosa o colorida especie vegetal nos trasladaba de inmediato a los campos y gentes de un país distinto. El primero de ellos, Lavándula, nos llevó a los magníficos campos de lavanda de Surrey, Cotswolds Hills o Somerset, con obras como la Obertura de Rinaldo de Haendel, un fabuloso ground de Blow o danza campesina de Locke. La vitalidad, pompa y elegancia de los fastuosos teatros londinenses fueron puestas en evidencia desde el primer momento, Grave, de la obertura haendeliana, con una vitalidad y precisión impuestas con rigor por Aarón Zapico, para terminar situándonos en medio de la campiña inglesa con la formidable Rustick air, alegre danza rural que invitaba a danzar a los presentes gracias en buena medida al fabuloso desempeño del percusionista Pere Olivé.
La familia de las Paeonia, flores cultivadas en oriente desde hace dos mil años, pero extendidas por todo el planeta por su espectacular colorido y posibilidades ornamentales nos trajo una de las sonatas para violín y bajo continuo más peculiares de la producción barroca española, la titulada El jardín de Aranjuez en tiempo de primavera, con diversos cantos de páxaros y otros animales, de José Herrando, junto a la también imaginativa Fantasía ‘Faire weather’ para virginal, de Munday. Sin duda el rico colorido del bajo continuo y la serena y delicada interpretación en el violín de Jorge Jiménez, nos llevaron ese mundo multicolor a nuestras mentes y oídos.
Toda esta belleza tan evocadora y deleitosa debe tener su contrastado afecto barroco, ya que en el despampanante universo de las flores acechan peligros, como los que causa la especie más conocida de las digitalis, Digitalis purpurea, poseedora de una poderosa toxina. Esta nueva sección nos presentaba una pieza la que inicia el Alexander’s Feast de Haendel, lo cual nos invitó a recrear la hipnótica música de Timoteo, quien con el poder de su voz y su lira causaron el incendio de Persépolis. Esta fuerza embriagadora fue plasmada asimismo en una festiva y arrolladora visión de tres danzas de The Fairy Queen de Henry Purcell.
Pero como después de toda tormenta viene la calma, Forma Antiqva volvió a apaciguar los ánimos de nuestros cerebros con Lilium, buscando el símbolo de lo rural en su estado de gracia, los lirios y azucenas, dado que esas plantas sobreviven en hábitats montañosos, boscosos o en verdes praderas, que es precisamente lo que nos brindan las pastoriles obras que el genio de Haendel supo plasmar, desde la Pifa de Messiah, pasando por los más risueños momentos de Acis y Galatea y terminando en ese manjar que es la Chaconne del ballet Terpsicore. Destacaron sobremanera en este bloque Alejandro Villar Y Guillermo Peñalver en las flautas, brindando un magnífico colorido campestre que convirtió la sala de cámara del Auditorio Nacional en un deleitoso campo.
Si hay unas flores que definen el área mediterránea esas son las Calendula, siguiente bloque que homenajeó a las margaritas, verdadero símbolo de nuestra primavera. Qué mejor para ello que la interpretación de tres piezas de tres de nuestros grandes compositores barrocos, Santiago de Murcia, Antonio de Literes y Gaspar Sanz, con algunas de sus más vistosas y agraciadas piezas, como los Canarios de Sanz, singulares danzas en las que el rico, energético y compenetrado bajo continuo del conjunto de los hermanos Zapico se mostró en todo su esplendor, con un sustento poderoso y cálido por parte de Elisa Joglar y Jorge Muñoz en el violonchelo y contrabajo, a los que enriquecieron sobremanera los poderosos y vivos rasgueos de Pablo Zapico en la guitarra barroco con la imaginación y virtuosismo de la realización de los arpegios en el clave por parte de Aarón Zapico.
Para concluir esta feliz y colorida velada nada mejor que recurrir a las Tulipa, género de plantas al que pertenece su más famoso miembro, el tulipán, que con tan solo nombrarlo nos traslada al colorido y espectacular paisaje de sus campos. Con esta imagen en mente, otras placenteras piezas de Haendel terminaron de culminar el verdadero placer de ese jardín tan bien diseñado por Aaron Zapico, varias danzas de sus óperas Ariodante o Rinaldo, para concluir con el feliz desenlace de la Pastoral Acis y Galatea.
Simón Andueza
Forma Antiqva, Aarón Zapico, clave y dirección.
A pleasure garden. Música de George Frideric Haendel, Giles Farnaby, John Blow, Mathew Locke, John Munday, José Herrando, Henry Purcell, Santiago de Murcia, Antonio Literes y Gaspar Sanz.
Universo Barroco, CNDM.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional, Madrid. 4 de mayo de 2022, 19:30 h.
Foto © Elvira Megías