El 22 de octubre de 1971, en el Teatro Real de Madrid y bajo la dirección de Rafael Frühbeck de Burgos, interpretando junto a la Orquesta Nacional de España la Segunda Sinfonía ‘Resurrección’ de Gustav Mahler, iniciaba su actividad profesional el entonces denominado Coro de la Escuela Superior de Canto, fundado por la pionera y todavía no bien ponderada Lola Rodríguez Aragón, su primera directora titular.
El Coro Nacional de España (CNE), segundo coro más longevo del país, ha cosechado grandes éxitos por las más prestigiosas salas de todo el mundo a través de este medio siglo de andadura y, ha sido, y sigue siéndolo, una de las piezas clave para que los músicos profesionales y melómanos en general pusieran en valor la importancia fundamental de disfrutar en nuestro país con una serie de coros profesionales que colocaran a la música coral en el lugar que le corresponde y que nada tiene que envidiar a la música instrumental de nuestras formidables orquestas.
No obstante, queda todavía mucho camino por recorrer, puesto que el número de coros profesionales que existe en España es nimio si lo comparamos con el número de orquestas profesionales con las que cuenta la práctica totalidad de las comunidades autónomas. Esperemos que en un futuro próximo los distintos agentes de nuestra vida cultural vayan remediando este asunto y que la música coral y sinfónico coral llegue con la calidad que se merece a todos los rincones de la península ibérica.
Han sido muy diversas las etapas las que ha recorrido el Coro Nacional hasta llegar al espléndido momento que actualmente atraviesa, gracias a una profunda renovación de su plantilla en la que ha sido fundamental su actual director titular, Miguel Ángel García Cañamero. Numerosos han sido también sus directores titulares que no queremos dejar de nombrar, en humilde y merecidísimo homenaje: Lola Rodríguez Aragón (1971–1979), Sabas Calvillo (1980, 1983-1986), Tomás Cabrera (1980, 1983-1986, 1987-1988), José de Felipe (1980-1981), Enric Ribó (1982-1983), Alberto Blancafort (1987-1988), Adolfo Gutiérrez Viejo (1992–1994), Rainer Steubing-Negenborn (1995–2003), Lorenzo Ramos (2003–2005), Mireia Barrera (2005–2010), Joan Cabero (2010-2014) y Miguel Ángel García Cañamero (a partir de 2015).
El concierto extraordinario que pudimos disfrutar en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, una rara avis escuchar un concierto coral en esta sala, con el que comenzaron los faustos de este cincuenta aniversario que llevarán al CNE a interpretar las grandes obras del repertorio como Carmina Burana, de Carl Orff, la Sinfonía de los Salmos, de Igor Stravinsky o la Sinfonía número 2, ‘Lobgesang’, de Felix Mendelssohn, tuvo como obra central el Requiem en Re menor, K. 626 de Wolfang Amadeus Mozart junto al Salmo 114, op. 51, ‘Da Israel aus Ägypten zog’ de Felix Mendelssohn.
El coro se vio obligado a celebrar la gran efeméride en estos tiempos tan extraños en los que hay que mantener una gran distancia de seguridad y un número muy pequeño de personas cantando a la vez en un escenario, por lo que su plantilla de 84 miembros tuvo que reducirse a 32 integrantes, a la vez que tuvieron el deber de cantar con la ya indispensable mascarilla facial.
Con esta plantilla reducida acometieron el Salmo 114, para coro y orquesta, magníficamente musicado por Mendelssohn, que narra y reflexiona sobre algunos de los episodios fantásticos de la huida del pueblo de Israel a Egipto. Para ello, el compositor de Hamburgo realiza una orquestación espléndida, 2 flautas, 2 oboes, clarinete, 2 fagotes, 4 trompas y cuerda, con la que consigue evocar a la perfección estos sucesos sobrenaturales. Aunque alguno de estos motivos musicales fue excelentemente interpretado por el pianista Jesús Campo -qué delicia su precisa y virtuosa introducción de la sección Das Meer sah und floh de las rapidísimas semicorcheas que evocan al Mar Rojo en toda su furia abriéndose y devorando al pueblo egipcio- no permitió a la audiencia captar las formidables sensaciones mendelsohnnianas de la instrumentación orquestal digna de poemas sinfónicos muy posteriores. El coro, además, sufrió en los pasajes fortisimos y de amplio registro, sobre todo en las cuerdas más agudas, puesto que la escritura a ocho voces con este orgánico restringido no consiguió la plenitud que esta pieza requiere.
El Requiem de Mozart, con los añadidos de Süssmayer, se nos ofreció en la inusual transcripción que Carl Czerny, considerado el padre de la moderna técnica pianística y maestro entre otros de Franz Liszt y Theodor Leschetizki, realizó para piano a cuatro manos (o dos pianos) con una parte de timbales ad libitum y que incluyó asimismo la parte vocal. En esta ocasión escuchamos una versión con dos pianos, coro y cuarteto vocal solista.
La interpretación que pudimos disfrutar fue de una energía a raudales y de un patetismo dramático con unos tempi muy ágiles, favorecidos por la falta del legato orquestal y la percusión pianística.
El Coro Nacional de España, con este tamaño, se mostró muy cómodo en este repertorio con un gran empaste en todas las secciones, especialmente en la cuerda de bajos, y con una espléndida afinación y equilibrio entre las distintas voces. Lacrimosa fue uno de los momentos del coro más líricos, expresivos, de bello sonido y de forma musical de toda la velada, en donde pudimos disfrutar de una gran precisión de las consonantes, muy de agradecer.
A los números de un carácter realmente terrible, como Diaes Irae o Confutatis les sentó realmente bien el carácter patético, agresivo y vital que impuso García Cañamero desde el podio y fueron interpretados de un modo verdaderamente vigoroso por cada uno de los miembros del CNE, algo impensable hace diez años, aunque echamos en falta la placidez, dulzura y magia que exigen momentos tan especiales y de oración íntima como voca me cum benedictis de las sopranos y altos, aunque la sección oro supplex et acclinis fue de enorme belleza y conjunción.
Los momentos fugatos estuvieron en un plano forte y staccato casi siempre, dificultando en ocasiones la trasparencia de los distintos temas y contratemas.
Miguel Ángel García Cañamero dio muestras de un evidente entusiasmo, y a él debemos agradecer muchas de las virtudes que el Coro Nacional ostenta actualmente, como una gran preocupación por la correcta afinación o un mimo en la dicción del texto. En esta ocasión le hubiéramos pedido un mayor número de momentos más tranquilos y de menor afectación por ese afecto terrible del Día del Juicio Final que invadió gran parte de la obra. Un réquiem es, ante todo, una oración de fe y esperanza como su propio título indica.
El cuarteto vocal solista, compuesto por una totalidad de intérpretes españoles, algo muy de agradecer, se vio desfavorecido por la distancia tan grande entre ellos, entre el director y los pianistas, y por el uso de las mascarillas, pudiendo haber realizado una mejor labor de conjunto, sin duda, en otras circunstancias.
Los dos pianistas que interpretaron la virtuosa adaptación de Czerny, Jesús Campo y Sergio Espejo y que son los dos pianistas titulares del CNE, dieron una magnífica muestra de su soberbia calidad funcionando como si de un único instrumento se tratara y transmitiendo toda la sabiduría pedagógica que el arreglista austríaco de la obra de Mozart quiso conseguir a través de una absoluta transparencia de cada motivo orquestal implementado al piano. Las cadencias finales de cada número no fueron de especial conjunción entre ellos y el coro, seguramente por la colocación de los instrumentos delante del director, lo que impidió una mayor comunicación entre los intérpretes.
El público dedicó una fuerte y merecida ovación al Coro Nacional de España, solistas, pianistas y director. García Cañamero tuvo el bonito y cariñoso detalle de levantar a cada cuerda del coro por separado, algo inusual en un concierto coral, que sirvió como homenaje a todos y cada uno de los integrantes de nuestro Coro Nacional de España, incluso de los cincuenta y dos profesores ausentes por la actual crisis sanitaria. ¡Por otros cincuenta años más, Coro Nacional!
Simón Andueza
Coro Nacional de España 50 Años (1971-2021).
Coro Nacional de España. Raquel Lojendio, soprano, Sandra Ferrández, mezzosoprano, Juan Antonio Sanabria, tenor, David Menéndez, barítono. Jesús Campo y Sergio Espejo, pianos. Miguel Ángel García Cañamero, director.
Obras de Felix Mendelssohn, Salmo 114, op. 51, ‘Da Israel aus Ägypten zog’ y Wolfgang Amadeus Mozart, Requiem en Re menor, K. 626.
Concierto extraordinario. Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 29 de enero de 2021, 19:30 h.