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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / El compromiso artístico como estandarte musical - por José Antonio Cantón

Almería - 03/01/2025

Dos músicos con sólida y contrastada formación como el violinista Michael Barenboim y la directora Oksana Lyniv han ofrecido una actuación realmente admirable en el Auditorio Maestro Padilla de Almería dentro de los conciertos organizados por la Academia de Estudios Orquestales perteneciente a la Fundación Pública Andaluza Barenboim-Said creada en el año 2004 como una institución de referencia de la educación musical en Andalucía, orientada a completar la formación de destacados alumnos de conservatorio para posibilitar su acercamiento al ámbito musical con la intención de favorecer su integración futura como profesionales en formaciones instrumentales y orquestas con  segura garantía artística.

De inicio, destacaba la juventud de los componentes de la actual promoción de la Orquesta Fundación-Barenboim Said que no llegaba a los dieciocho años de media de edad para desarrollar un programa de enorme enjundia musical como el integrado por obras muy valoradas y reconocidas del repertorio orquestal romántico como son, la Obertura en Do ‘El rey Lear’, H.53 de Hector Berlioz, el Concierto para violín y orquesta en Mi menor, Op. 64 de Felix Mendelssohn y la Primera Sinfonía en Do menor Op. 68 de Johannes Brahms. En la primera se pudieron apreciar de inmediato las dotes de mando de la directora conteniendo la pasión y dramatismo que desprende esta obertura cargada de intranquilizadora emoción, dados sus cambios tonales, cortos apuntes de diversos desarrollos temáticos y constante inestabilidad de discurso, que hacen de esta obra un pequeño paradigma de música programática ante la intención del compositor de describir musicalmente los personajes shakesperianos de Lear y su hija Cordelia. Como materia de trabajo didáctico, la obra significaba todo un reto para imbuir desde la dirección toda su complejidad, que requería gran atención por parte de los músicos además de un destacado instinto para seguir las indicaciones de esta directora ucraniana. La interpretación fue construyéndose tendiendo a un final en el que la orquesta se manifestó con óptima expresividad, superando las deficiencias de sonido de un escenario que, al no contar con una concha acústica, absorbía la sonoridad de los instrumentos de metal situados al fondo, dificultándose así la audición entre los instrumentistas y dispersándose también la percepción en el público al producirse resonancias adicionales.

Este importante hándicap no impidió que se produjera una equilibrada conjunción de los dos elementos concertantes en la obra de Mendelssohn, cuyo protagonismo como solista recaía en Michael Barenboim. Con un planteamiento donde la serenidad se imponía como factor esencial de expresividad, asumió la lectura de esta obra crucial para el violín desarrollando una especie de forma antigua de articular y realizar los ornamentos que favorecía su escucha, enriqueciendo el diálogo concertante. Después de una sensitiva interpretación de la cadenza del primer movimiento por parte de Barenboim, Oksana Lyniv, compartió funciones con el solista siguiendo el desarrollo con suma elegancia formal y gran sentido musical como se pudo apreciar en el Andante, en el que el lirismo se adueñó de su discurso dejando la sensación de un lied lleno de complaciente efecto para el oyente. Sin alardes de un virtuosismo vano, el violinista mostró una técnica controlada y precisa a las exigencias del último tiempo, donde aparecían las dotes de las puede hacer gala con esa naturalidad propia de un músico esencial en voluntad y representación. Al cerrado aplauso del público, que percibió tal condición artística, correspondió Michael Barenboim con una ejecución magistral del Largo de la Tercera Sonata en Do, BWV 1005 de Juan Sebastián Bach, que el violinista cantó con  serenidad y recogimiento, que llevaba al oyente a pensar, por su rítmica y dinámica, en una especie de suave y meditativa tocata. Sin duda, fue uno de los momentos más singulares del concierto.

Éste entraba en su recta final con la monumental sinfonía de Brahms en la que Oksana Lyniv, con un minucioso análisis, desarrolló todo su potencial recreativo desde un absoluto compromiso con la obra en la que el compositor abordó su primer gran reto como sinfonista. Desarrollando en todo momento amplios y a la vez muy cuidados recursos cinéticos para trasmitir e indicar su contenido, que ya se mostraron con especial eficacia y sentido en los golpes de timbal que marcaban el inicio, la directora supo diferenciar los caracteres que contiene cada grupo temático del Allegro, remarcando el vigor que hay que mantener en el primero, ese aire melancólico del segundo y la tensión rítmica que requiere el tercero, lo que resultó ser todo un ejemplo de encadenada elaboración motívica que Lyniv supo ofrecer con determinante distinción. En el andante subsiguiente, realzó la condición contemplativa de su discurso, para lo que fue admirable la intervención de la concertino, la joven violinista hispalense Irene Arriaza, que con solo quince años, dejó constancia de una llamativa madurez musical, transmitiendo, por la dulzura de su vibrato, una reflexiva capacidad lírica que la llevó a destacar en uno de los momentos más bellos de la sinfonía. El scherzante tercer movimiento fue la oportunidad para percibir la calidad tímbrica y expresiva de la madera, especialmente los clarinetes, envueltos por los pizzicati de la cuerda, y los contra cantos de toda esta sección de viento, realizados con impecable eficacia técnica y sentido musical. Para terminar, su dirección significó un imprescindible impulso y acicate para crecer paulatinamente en la expresividad del complejo movimiento final, haciendo gala la directora de todos sus recursos motivando entusiasta atención en los jóvenes instrumentistas que, con emocionante ejecución cuidaron en toda su magnitud la belleza y complejidad de sus pentagramas.

Si ya fue para mí una satisfactoria experiencia asistir a la actuación de Oksana Lyniv dirigiendo a la Orquesta de Córdoba el 14 de enero de 2001 en un programa con obras de Haydn, Mozart y Beethoven, en el que transmitió con esclarecida eficacia las pautas clásicas de la dirección orquestal. Su aproximación al universo romántico en esta ocasión ha sido una reafirmación de su buena escuela con el añadido de haberla practicado con unas dotes académicas verdaderamente admirables ante una joven orquesta que ha sabido aprovechar sus enseñanzas con entusiasmo y generosidad, apareciendo esta última en el regalo de despedida con una bulliciosa versión del famoso pasodoble Amparito Roca del maestro Jaime Texidor, en el que volvió a brillar la sección de viento-madera de manera espléndida, dejando en el público un extraordinario grado de complacencia como quedó constatada en su cerrada ovación final.

José Antonio Cantón

 

CONCIERTO XX ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN BARENBOIM-SAID

Orquesta Fundación Barenboim-Said

Solista: Michael Barenboim (violín)

Dirección: Oksana Lyniv

Obras de Hector Berlioz, Felix Mendelssohn y Johannes Brahms

Auditorio Maestro Padilla de Almería. 30-XII-2024

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