Concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigido por Markus Stenz, en el que la israelita Sharon Kam, fue solista del Concierto para clarinete en La M. K.622, de W.A. Mozart, para completar con la Sinfonía nº 7, en Mi M., de Anton Bruckner, una intérprete que obtuvo galardones como el ARD Int. Music Competition y el Davidoff de 1991, nacida en un ambiente eminentemente musical, también en lo relativo a su pareja con el director Gregor Bühl. Tuvo como maestros a Eli Elban y Chaim Taub y en la Juiliard School of Music neoyorquina a Charles Neidich. A la edad de 16 años, se presentó por vez primera en un concierto dirigido por Zubin Mehta, con la O. F. de Israel.
Markus Stenz, estudió en la Hochschule für Music Köln, con Volker Wageheim y en Tanglewood con L.Bernstein y Seiji Ozawa, comenzando su carrera profesional en el Festival de Montepulciano (1989/95), para seguir con la London Sinfonietta, la O.S. de Melbourne, la O. Gürznich, con la que realizó trabajos como Go live, siendo invitado por la O. Halle, la Radio Filharmonisch Orkest, la O.S. de Baltimore y en su relación de proyectos cobra relevancia estrenos del compositor Hans Werner Henze, como Elegy for Young Lovers, para el teatro La Fenice, de Venecia; Das verrante Meer, estrenada en la Deutsche Oper, de Berlín; Venus und Adonis, que se dio a conocer en la Ópera Estatal de Baviera o la muy valorada L´Upupa und der Triumph der Sohnnesliebe, que fue incorporada a las programaciones del Festival de Salzburgo en el año 2013.
El Concierto para clarinete en La M.K. 622, de Mozart, es obra de la que se perdió el manuscrito aunque queda la certeza de haber sido escrito a finales de 1789, para clarinete di bassetto, llegándonos es esbozo del primer movimiento. Una dedicatoria a su estimado Anton Stadler y obra postrera, amigo y compañero de logia masónica, a quien había dedicado el Trío de los bolos K. 498 y el Quinteto K. 581, un intérprete que además le había acompañado en su última aventura de Praga. Delicadeza expresiva y tímbrica que recrea la distensión y serenidad de las atmósferas, contribuyendo a la esfera sobrenatural propiciada por la tonalidad, detalle que se acentúa desde los primeros compases.
Vistos los precedentes, lo obra quedará destinada al clarinete di bassetto, de registro más grave que el clarinete y que produce un efecto distinto, más grave y ponderado, quizás menos agradable, pero más diáfano. Para los Massin, el clarinete proporciona a la comunidad orquestal un compañero menos sobresaliente que el piano y menos tiránico que el violín. Todos los condicionantes de época, no serán posible obstáculo para que Sharon Kam desplegase las posibles variantes de una obra plagada de recovecos técnicos y expresivos.
El Allegro inicial desde el tema más libre del solista, afirmó su conflicto con toda la orquesta, una lucha entre la luz y las tinieblas, tiempo que la tensión creció hacia un ritornello orquestal contrastado en un primer tutti y una entrada del clarinete como recapitulación abreviada. El Adagio repetía y ahondaba el cauce ofrecido en el larghetto del quinteto para el instrumento, pudiendo encontrarse las últimas notas bajas del clarinete. Un melodismo embaucador en forma de cantábile, fue tratado por la solista, que aceptaba espacio para la orquesta, gracias a un canto de apreciable pureza que nos trasladará a las obras camerísticas.
El Rondó final, como en el primer fragmento, reaparecía el patetismo de una tragedia que no conoce la angustia sin interrumpir el optimismo del comienzo de la obra. Enfrentamientos resolutivos entre solista y orquesta, para llevarnos al tutti en una actitud optimista que desplazaba las posibles sombras de inquietud, en un canto de entusiasmo seductor.
A mayores, G .Gershwin, fue la curiosidad por una de sus piezas características en estilo Promenade (Walking the Dog), un apunte perfectamente reconocible por los aficionados que no renieguen de esas formas en el espacio del musical americano o las típicas songs que conservan su natural frescura. Fluctuante y contagiosa Sharon Kam, para la pieza servida procede del apreciado Shall We Dance, uno de sus compromisos para el cine The Can´t Take Away from me, merecedora de un Oscar y trajinada a troche y moche por las bandas de swing a lo largo de los años más boyantes. Todavía resuena en nuestra memoria pero en la misma, el detalle reseñable por el detalle de la secuencia de danza entre Ginger Rogers y Fred Astaire, con ese título que conocemos musicalmente como Walking the Dog.
Anton Bruckner con la Sinfonía nº 7, ese compositor dentro de su temple ubicado en la mística perceptible y ajeno a las corrientes modernas, hechizado por el descubrimiento de Wagner y que sufrió el trato despectivo de Hans Richter, tras haberla escuchado en Viena. Tengamos en cuenta las posteriores revisiones de Robert Hass y Leopold Nowak, de la Soc. Int. Brucneriana, en esa idea de aproximarse a sus verdaderas pretensiones.
En definitiva una de las más claras de su catálogo tras su estreno en Leipzig en 1884, con A. Nikish, para repetir al año siguiente en Munich con Hermann Levi, el director que estrenara Parsifal. En 1944, Haas realizará una edición moderna en la que suprimía indicaciones dinámicas y de tempo de la edición de Gutmann, para que el 1954, Nowak realice una nueva reponiendo algunas indicaciones suprimidas por Haas. Un homenaje sentido al admirado Wagner, tras aquel descubrimiento de Parsifal y cuyo reflejo será el uso de tubas wagnerianas, en beneficio de su sonoridad global
El Allegro moderato se enervaba en las cuerdas ratificando el tema inicial de admirable poderío en una atmósfera subyugante, dando paso a chelos y trompa, con respuesta de ideas secundarias que recuperaremos en otros tiempos como el Adagio y el Finale. En contracanto, las maderas y violines que cierran un primer espacio, para pasar a un motivo rítmico animado con un tema de trombones, previo a una elaboración de distintos elementos de la exposición a los que sigue una extensa coda con un gran calderón. Markus Stenz, fue el director que siguió con magisterio el discurso conjunto de cada tiempo.
En el Adagio- Sehr feierlich undlangsam- solemne y meditativo, expresó bastante sobre su hipersensibilidad en la que cuerda grave y tubas wagnerianas manifestaron un tema desolador, en respuesta a los violines que sirvieron como consuelo con detalles de In te Domine speravi del Te Deum, en un diálogo de elaboración contrapuntística y un inmenso crescendo motivado por las cuatro tubas.
El Scherzo vivace- Sehr schnell-, impetuoso y marcado por un solo tema con un breve motivo de acompañamiento con cuerdas al unísono pianissimi, propició un salto como idea de su estilo, con intervalos de séptima trazada por violines y clarinetes hacia un desarrollo que engloba un trío central-Etwas langsamer-, con un aroma de aire de danza popular en manos de los violines, a los que respondieron vientos y timbales.
El Finale- Bewegt, doch nich zu schnell-, se manifestó en los parámetros de una forma de sonata de dos temas, perfectamente articulados, con el primero que nos trasladaba al comienzo de la obra el segundo en forma de coral expresivo, enfrentado al anterior. Un desarrollo sin sobresaltos cedió lugar a la reexposición densa y breve para abocarse al argumento inicial del primer movimiento. Parte de la leyenda de la obra, puede asignarse al éxito incorporado a través del cine por Senso de Lucchino Visconti.
Ramón García Balado
Sharon Kam. Orquesta Sinfónica de Galicia / Markus Stenz
Obras de W.A. Mozart, G. Gershwin y A. Bruckner
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto © Pablo Rodríguez