A sus casi treinta años, y con quince ya de carrera a sus espaldas, el canadiense Jan Lisiecki es de esos pianistas que no dejan indiferente. Lo pudo apreciar el público que, el pasado 13 de diciembre, acudió a L’Auditori, para escuchar su interpretación del Concierto para piano en la menor, op. 16 de Grieg al lado de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) y bajo la batuta de Vasili Petrenko. Su versión se movió entre extremos: ataques de furibundo paroxismo, que llevaban al límite la capacidad sonora del instrumento, al lado de otros puramente etéreos en los que el tiempo parecía detenerse y los dedos sobrevolaban las teclas casi sin tocarlas. Buena prueba de ello fue el primer movimiento: su celebérrimo arranque fue atacado sin contemplaciones, de modo contundente, momento a partir del cual Lisiecki pasó a recrearse en el carácter más lírico de los dos temas que le siguen, para, acto seguido, abordar de modo fulgurante e incisivo los diferentes clímax o la soberbia cadencia. Lejos de obedecer al capricho o al deseo de hacer gala de un dominio técnico apabullante, esos contrastes daban cuenta de un pianista que no teme arriesgar.
Las cualidades poéticas y el toque cristalino y sutil de Lisiecki brillaron de nuevo en el Adagio, para luego dejar paso en el Allegro moderato molto e marcato a una especie de tocata salvaje, de forma que la serenidad de su segundo tema resultaba aún más evidente.
A la hora de interpretar esta partitura, Lisiecki contó con la complicidad de un Petrenko que sacó un excelente partido de la OBC, aunque en la coda le venciera el entusiasmo hasta el punto de llegar a tapar ocasionalmente al solista. Este, como propina, ofreció una versión del Nocturno en do sostenido menor, op. posth. de Chopin tan delicadamente intimista como ensoñadora.
El aliento romántico de la primera parte fue llevado al extremo en la segunda con la interpretación de Die Seejungfrau, de Alexander von Zemlinsky, una fantasía orquestal que recrea los aspectos más ominosos del cuento de Andersen La sirenita. A partir de una gestualidad tan precisa como plástica, con una mano izquierda que modula el sonido que quiere en cada momento, Petrenko incidió precisamente en ese lado decadentista, oscuro y turbio de la obra, así como en su modernidad armónica y la apabullante riqueza de su paleta tímbrica. La OBC respondió a la altura, tanto a nivel de solistas (impecable el concertino invitado, Joel Bardolet) como de secciones y de conjunto, algo esencial en una partitura en la que se pasa de lo masivo a lo intimista sin solución de continuidad.
Juan Carlos Moreno
Jan Lisiecki, piano.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Vasili Petrenko.
Obras de Grieg y Zemlinsky.
L’Auditori, Barcelona.
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