Beethoven desde el chelo, Irma Bau, y el piano, Irina Veselova, en medido diálogo por las ostensibles diferencias de cada una de las tres obras. La Sonata nº 1, para chelo y piano, en Fa M. Op. 5, adapta para el chelo una actitud menos relevante. Se observaba que el chelo venía a ser como el esclavillo del bajo continuo y que la producción hasta entonces era escasa. Para el músico, las referencias fiables, eran las de Luigi Boccherini y las de los hermanos Dupont. A Jean Dupont, hay que atribuirle el mérito de haber dado al instrumento la necesaria lucidez, en un instrumento más bien a la sombra, contribuyendo a la evolución técnica imprescindible (las posiciones de la mano izquierda, el tratamiento del arco, etc…) además de un detalle tan primordial como el timbre o aspectos en lo sensible. Beethoven, sabrá cumplir un cometido otorgando al chelo la prioridad cronológica con respecto al violín. Solo dos movimientos y con un primero- Adagio sostenuto, Allegro- denso en humores y profundidad, en medio de una inusual pretensión rapsódica. Ocasión para que la chelista forzase a entrar en razones de equilibrio a su compañera Veselova, aunque ciertamente la complicidad se había fraguado sobre un estudio meditado de la obra presuntamente primeriza.
Siete variaciones en Mi b M., sobre el tema Bei Männern welche Liebe fühlen, de La flauta mágica WoO 46. Beethoven que descubrió el divertimento mozartiano, se sintió tentado por una de las arias más seductoras del singspiel, el séptimo dúo entre Pamina y Papageno, asunto que no pasaría desapercibido, dando argumentos para un trabajo como el presente. La encantadora Pamina como paño de lágrimas del Pajarero. El catálogo de las WoO, está plagado de estas aparentes curiosidades de menor peso. Así, se verá tentado por este Singspiel o por el Don Giovanni. El conjunto de las siete variaciones WoO4, tendrán dedicatario y no será otro que uno de sus mecenas, el conde von Browne, a quien había dedicado los Tríos para cuerda Op. 9. Las dos solistas, calaron con prestancia ese coqueteo graciosamente traspuesto en sus nada desdeñables figuraciones.
La Sonata nº 3, en La M. Op. 69, otra de las atenciones a uno de sus protectores, el barón von Gleichenstein, y en esencia, la perla de las compuestas para el chelo, comenzó a perfilarse a finales de 1807, mientras trabajar sobre las sinfonías Quinta y Sexta, y cada compás de la obra en cuatro tiempos, desde el Allegro ma no tanto al Allegro vivace, es modelo de la confianza y la desenvoltura del planteamiento propuesto. La baronesa Dorothea Ertmann, una pianista de reconocido talento y perteneciente a una estirpe de reconocidos músicos vieneses, había sido elegida para su estreno. Para mayor abundamiento, la pianista atraerá su atención, confiándole la Sonata para piano Op. 101, una verdadera prueba de aptitudes virtuosísticas.
Esta sonata para chelo y piano, volvería a conocer una nueva ejecución en 1812, con Linke al chelo- integrante del Cuarteto Schuppanzigh y otro de los pianistas que han dejado impronta en la historia, Karl Czerny. Sin rebuscadas prioridades, fue el momento esperado en estas sesiones para confirmarnos el talento de quienes se anunciaban como Dúo DeLis.
Ramón García Balado
Dúo DeLis: Irina Veselova e Irma Bau. Obras para piano y chelo de Beethoven.
Auditorio del CGAC (Santiago)
Praza do Porto (Sanxenxo)
Praza de Fefiñanes (Cambados)