Consecuencia de la influencia de las corrientes del naturalismo, I Pagliacci y Cavalleria rusticana, parecían trabajos de compositores de segunda fila, hasta el emblemático concurso de 1890, que les convertiría en alternativa dentro de las nuevas corrientes. Para Renée Leobowitz, las palabras que escuchamos en medio del prólogo, L´autore ha cercato invece pingervi uno squarcio di vita (No, por el contrario, el autor ha tratado de mostrarles un aspecto de la vida), es el manifiesto de la ópera verista. En su ópera ese verismo se convierte en el tema mismo del drama, y tal identificación absoluta del contenido y de la forma, da lugar a una ópera de una intensidad expresiva excepcional. Es Pagliacci muy superior a su pareja, la obra de Mascagni. Una fuerza que reside en el libreto, uno de los más logrados que presenta a un compositor profundamente consciente de elementos prestigiosos del arte lírico, mientras presenta extraordinarias habilidades de innovación, creando nuevas situaciones dramáticas ambiguas y complejas.
Un tal gioco, credetimi, è meglio non giocarlo con me, cantaba Canio-el tenor Alejandro Roy, una voz con recursos lírico-spinto y de adecuada presencia de actitud-, al comienzo del primer acto, antes de contradecir la afirmación que hace Tonio, en el prólogo afirmando que: Il teatro e la vita non son la stessa cosa. Es él, Canio- , muy aplaudido en Vesti la giubba, quien al final del drama se verá inmerso en esta situación que le llevará a confundir el teatro y la vida, y a matar a Nedda, su mujer. Será preciso recordar que Leoncavallo era también escritor y que Pagliacci, fue aceptada por Sonzogno, el editor musical, más por el libreto mismo, que por la música. Galsworthy, redundará comentando que la ópera es un híbrido fascinante, una de esas raras óperas en las que la historia, se adueña completamente de la música y se funde con ella a la perfección. Ese verismo que en sus dictados, aspira a representar un realismo ajustado a la vida misma, intentando captar en esa versión musical, los instintos y las pasiones más descarnadas, sin trabas ni limitaciones, sin adornarlas ni mitigarlas.
Esos personajes de Pagliacci, para los que el autor había pensado como protagonista a Canio, personaje indiscutible pero que terminará repartiendo con Tonio, con la mente puesta en su amigo el barítono francés Víctor Maurel. Canio apunta a un tenore di forza, con notables agudos, aunque por su rol, permite tenores de menor fuerza, que le permita cumplir con su cometido. Nedda- Vanessa Goikoetxea, por sus cualidades y gracias a un los recursos de una voz equilibrada y bien modulada, cumplía como soprano lírica, aunque siempre pendiente en las escenas finales de mantener el tipo frente a la orquesta. En resumen, no está condicionada por agudos portentosos. Tonio- el barítono Zeljko Lucic- al que beneficiaba el rol a su medida, entre la crueldad y el desprecio-, estuvo atento a la parte escrita y a la demanda de su dramatismo. Ese papel para un cantante dotado como solvente actor, para encarnar al desgraciado personaje, en forma de payaso tullido. Silvio- el barítono César San Martín, no descuidaba las formas acercándose a un barítono lírico, quizás de menor envergadura que el anterior, y que guarda el mejor pasaje en el dúo con Nedda. Peppe- Enrique Alberto Martínez-, en su domino de tenor lírico-ligero o lírico, se afirmaba en las cercanías de un Arlecchino procedente de la Commedia dell´arte, con su serenata de preciso lucimiento. El Coro Gaos, de Fernando Briones, con un aparente segundo rango, volvía en sus intervenciones con la orquesta, para realzar los momentos de mayor dramatismo, una obsesión mantenida por la batuta de José Miguel Pérez Sierra. Ignacio García, en la dirección escénica, encontró la ambientación de ese mundo de carromatos y despendoles circenses.
Es la propia música orquestal, quien contribuye a reafirmar la acción, aprovechando los abundantes recursos y que sin resquemores, no renegará del pasado, formando con solvencia parte del espíritu del drama/comedia, con gran intensidad. Escasas ornamentaciones para no distanciarla del ansiado mundo real, siempre ajustándose al realismo del verismo. Una trama que según lo propuesto, se resuelve sin solución de continuidad y como detalle de enlace el breve Intermezzo orquestal, acostumbrado a elegirse como pieza de concierto en otras propuestas. Ya en el Prólogo el autor anuncia al espectador lo que podrá seguir en escena y que no será sencillamente una simple ficción, sino una estampa de la vida en toda su crudeza. Tonio- Zeljko Lucic-, se planta ante el público antes de alzarse el telón, y tras una puntual aparición de la orquesta, en la que se citan algunos de los leitmotiven, que formarán parte de Ridi, Pagliaccio, página a modo de dardo, y del amor entre Nedda- Vanessa Goikoetxea- y Silvio- César San Martin-, con otra alusión al tema de la Amenaza, que utilizará Canio.
Ramón García Balado
Zeljko Lucic, Vanessa Goikoetxea, Alejandro Roy, Enrique Alberto Martínez, César San Martín
Orquesta Sinfónica de Galicia / José Miguel Pérez Sierra
Escena: Ignacio García
Coro Gaos / Fernando Briones.
Pagliacci, de Leoncavallo
Teatro Colón, A Coruña
Amigos de la Ópera, de A Coruña