En lo pequeño está el universo. Así se puede resumir el concierto que ofreciera el dúo “Rico-Ruiz” en la Catedral de Huelva. Tras un año de virus acechante, la Universidad y el Obispado onubenses hacen realidad otra edición del ciclo “Arquitectura y música”.
Y la fidelidad del público es uno de los grandes alicientes del ciclo. Si los conciertos van recuperando la normalidad para regocijo de todos, este ciclo representa mucho tanto por la fidelidad del público como por el enriquecimiento de la vida cultural onubense.
El violagambista Ventura Rico y la chelista Mercedes Ruiz se presentaban como La Hispaniola en un sugerente programa que bajo el título El alma en su laberinto fijan su objetivo en Ícaro y Dédalo. Ciertamente, como anunciaban antes del concierto, la mitología es uno de los ingredientes de la retórica barroca, incansable en sus fuentes de inspiración. Siete episodios enmarcaban un itinerario que incluyó obras de Geminiani, Couperin, Abel y Marais. Rico y Ruiz llenaron la Catedral de una musicalidad de primerísima línea.
Asombrosa la riqueza de timbres y contrastes entre la viola da gamba y el chelo. No hacía falta esa recurrente competición entre instrumentistas tan del gusto del Barroco sencillamente porque la música está por encima de todo. Al fin y al cabo, se trata de dos instrumento afines que convivieron un tiempo pero que el futuro Clasicismo relegaría a la viola da gamba a lo museístico.
Ambos instrumentistas inmortalizaron esta afinidad fundiendose y dialogando en un sinfín de juegos y texturas, y con ello hicieron honor a la música de cámara del Barroco, una faceta de la época que va más allá de los virtuosos conciertos y las deslumbrantes óperas. Dominan Rico y Ruiz una variedad de recursos en la articulación y la dinámica, ésta determinante para contrastar frases largas. Su facilidad para llevar el discurso a un pianissimo es pasmosa, y esto fue uno de los fuertes atractivos del concierto.
La obra de Couperin, correspondiente al apartado La duda, agradó por sus texturas coloreadas y un carácter introspectivo que pasaba de una dinámica a otra sin perder un ápice de calidad. Disfrutábamos aquí de la sonoridad de cada instrumento, a flor de piel, dos líneas melódicas equilibradas a la perfección, como si aquello fuere el espejo de la dualidad humana. Sin duda, el Tombeau de Marais fue la cumbre de la velada: los agudos de la viola da gamba y los graves del violonchelo creaban una penumbra fascinante; un tanto a su favor el diseño de intervalos tan original; el diálogo de Rico y Ruiz fue realmente prodigioso en una dinámica de mezzopiani y piani para terminar cerrando la partitura con una pericia soberbia.
Ventura Rico defendió en solitario una sonata de Abel, cuyas notas iniciales ya interpelaban al melómano. Un soliloquio de viola da gamba es una de las experiencias musicales más reveladoras; veíamos a Rico consagrado a un instrumento del que sacó expresividad por los cuatro costados. Por el contrario, los ataques impetuosos de las cuerdas dobles resultaron también en el Dúo un gesto habitual, como la exageración de partes fuertes de compás, que sucede a menudo en las versiones historicistas.
Marco Antonio Molín Ruiz
XIV ciclo de música antigua “Arquitectura y música” de Huelva.
Dúo “La Hispaniola” Ventura Rico (viola da gamba) y Mercedes Ruiz (violonchelo).
“El alma en su laberinto”. Obras de Marais, Geminiani, Abel y Couperin.
Santa Iglesia Catedral de Huelva.