Gerald Finley y Julius Drake pertenecen al escasísimo grupo de intérpretes a los que se puede clasificar de “artistas”. Una cosa es reproducir las partituras y los textos y otra muy diferente es darles vida. Finley y Drake, lo hicieron y con creces en la velada dedicada a la canción en el Teatro de la Zarzuela, dentro del Ciclo de Lied del CNDM.
Finley, que nos visita por tercera vez en este ciclo, es una “bestia” escénica, pero una bestia inteligentísima, dotado de una voz de barítono, bien timbrada, con un fiato sin mácula, un centro generoso, unos graves suficientes y unos agudos en ocasiones apretados, pero que resuelve con maestría fuera de serie. A esto se une un fraseo magistral, tanto en inglés como en francés y en alemán y una forma de interpretar el lied expansiva, pero profunda, sin la menor presencia de ese amaneramiento que a veces lastra a algunos de los intérpretes de lieder germanos. Además es capaz de insuflar a las canciones de otros repertorios una vitalidad contagiosa, recia, y sin embargo, en ocasiones, muy sensual. Todo lo canta bien.
Para empezar diré que Finley canto sin partituras, cosa cada día menos frecuente, pero que me revela que el señor que está en el escenario “se ha estudiado la lección”, se la sabe y ha podido profundizar debidamente en músicas y textos.
El recital constó en su primera parte de 7 lieder de Schumann y 6 del Schwanengesang (Canto del cisne) de Schubert.
En esta sección destacaría sus superlativas interpretaciones de las más líricas como las melancólicas Lehn’ Deine Wang (Posa tu mejilla), Es leuchtet meine Liebe (El brillo de mi amor), Dein Angesicht (Tu rostro), la fantasmagórica Mein Wagen rollet langsam (Mi carruaje rueda lentamente); de la inquietante Belsatzar (Baltasar) y la épica, marsellesa incluida, “Die beiden Grenadiere” (Los dos granaderos) con la que cantante y pianista ofrecieron una exhibición de poder y emoción. Con el grupo de canciones de Schubert, el tono cambió; todo fue más triste y reposado sobresaliendo para mí las desoladoras Die Stadt (La ciudad) y Der Doppelgänger (El doble) para rematar con una “casi sobrehumana “ interpretación del desesperado Der Atlas (El Atlas)
En la segunda parte escuchamos un repertorio muy variado con obras de Duparc, Britten, Graham Peel, Vaughan Williams, Franz Liszt, Charles Ives y Cole Porter.
Para los que consideran la “mélodie” francesa algo excesivamente melifluo y en exceso esteticista, les aconsejaría que se la escuchasen a Finley y Drake. Ambos artistas la vigorizan sin hacerle perder su esencia, y nos ofrecieron unas recreaciones de la bellísima “L’invitation au voyage” (La invitación al viaje) y de Phidylé, ambas de Duparc, modélicas, que además permitieron a Finley hacer gala de un francés impecable.
El resto del programa mantuvo el alto nivel todo el tiempo concluyendo con una interpretación propia del mejor Broadway de la conocidísima y hermosa “Night and day” (Noche y día) de Cole Porter.
A los aplausos insistentes del público nos ofrecieron de las cuatro canciones escocesas de Respighi “My heart’s in de Highlands” (Mi corazón está en “Las tierras altas” de Escocia”) con la que homenajeó a su abuelo, de origen escocés, que hubiese cumplido de haber vivido, 143 años la semana pasada y para finalizar de Don Quichotte à Dulcinée de Ravel “Chanson à Boire” en la que Finley representó a un borracho con todas sus armas de actor de forma magistral.
Dicho todo esto, que vuelvan pronto (pero no sé yo Finley como Hans Sachs en los Maestros Cantores…).
Francisco Villalba
Gerlad Finley, barítono
Julius Drake, piano
Ciclo de Lied del CNDM
Teatro de la Zarzuela
Foto © Rafa Martín