Don Carlo será para Massimo Mila un hecho relativamente reciente y largamente temida por los teatros líricos, no solo por su complejidad y excepcional longitud, sino también por la dificultad de su ejecución. De hecho, requiere al menos seis cantantes de primer orden, todos con una responsabilidad de protagonistas y ninguno con la satisfacción de sobresalir como protagonista absoluto. Pero en la última posguerra, parece haber sonado la hora de Don Carlo. La Scala, la acogió en 1947 y fue como una renovada degustación de esta ópera. La edición en cinco actos, realizada por el Maggio Musicale Fiorentino, de 1950, fue repetida en el Met, en la temporada siguiente. Verdi se había acomodado a la demanda de los cinco actos obligatorios y el ballet, que después desaparece, reduciéndose a cuatro, en las elaboraciones de 1883 para La Scala, aunque se arrepentirá de manera acertada de la dramática supresión del primer acto, preparando la de 1887, nueva edición en cinco actos, sin bailables, y esta es seguro la que se prefiere y de la que no se teme su duración. Casi dos décadas después de su composición, y después del tremendo avance realizado con Otello, Verdi volvió a Don Carlo, resuelto a italianizarla. El resultado es la majestuosa ópera que conocemos.
Kamal Khan, en una excitada y temperamental dirección, fue espíritu contumaz en las atenciones de esa propuestas verdianas, en las que el coro tuvo su apartado protagonístico - Spuntato ecco il di- siempre fuera de escena-incluso en el espacio concedido en los palcos e igualmente la Banda Municipal en la marcha que comienza el auto procesional. Función de concierto de gran altura por los cantantes soberbiamente implicados. Ópera plagada de números de conjunto de absoluta relevancia: dúos, tríos y concertantes, hace difícil extenderse en comentario, por lo definitivamente no dejará de ser injusto e incompleto. Quedémonos pues con algunos ciertamente relevantes en reconocimiento del trabajo sobresaliente. Dio che nell´alma, Francesco Pio Galasso- Don Carlo-, un tenor de centro comedido en las lindes de lo lírico-dramático y Carlos Álvarez- Rodrigo-, cuidando al detalle el fraseo dentro de una comodidad vocal que le ayudó en el despliegue de su rol, jaleado por un público rendido a su presencia física.
A la cumbre fue elevada Elena Zhidkova-Princesa de Eboli- por las voces del coro en Nel jiardin del bello, o el amargo resentimiento de O do fatale, la mezzo que otorgaría prestancia a su rol, por el cuidado y calidez redondeado por un fraseo matizado y una calidad tímbrica dentro de un volumen sin excesos.
Elisabetta di Valois, inmensa Angela Meade, venía con los triunfos bajo manga, al tiempo que incontestables: el aria Non pianger, mia compagna, resultó un despliegue de sublime ejercicio de coloraturas, sobre un agudo poderoso en una amplitud carnosa y una facilidad de emisión, en la que supo mantenerse. Ferruccio Furlanetto- Filippo II- estremecedor como bajo cantante de graves profundos, que se reafirmaron en Ella giammai m´ammó! y en la escena con el Gran Inquisidor, Luiz Ottavio Faria, duelo de bajos con esta voz apreciada en otras contiendas operísticas, valorado por la redondez obtenida gracias a las peculiaridades de un registro voluminoso.
Igualmente, un reconocimiento debido para los comprimarios. Quedaban los emparejamientos de dúos del final, preparando un desenlace de fatídicas autoinculpaciones y que no dejaban de mantener de tensión de esta especie de gran oratorio escénico a la francesa. La función fue una dedicatoria para la soprano Montserrat Caballé y al tenor Francisco Casanueva.
Ramón García Balado
Francesco Pio Galasso, Angela Meade, Carlos Álvarez, Ferrucio Furlanetto, Elena Zhidkova, Luiz-Ottavio Faria, Jeroboám Tejera, María Lueiro, Carmenchú Domínguez y Enrique A. Martínez. Orquesta Sinfónica de Galicia y Banda Municipal / Coro Gaos / F.Briones / Kamal Khan.
Don Carlo, de G. Verdi.
Teatro Colón, A Coruña.
Foto: Ensayo general de la ópera Don Carlo de Verdi en A Coruña / © Angel Manso