La joven Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía con David Afkham al frente, afrontó en la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música un programa “doble por partida doble”, romántico y de repertorio.
Dos piezas trascendentales, enigmáticas y levemente controvertidas del repertorio más encumbrado: para empezar, el Concierto de Brahms, también "doble" (Doppelkonzert), para violín y violonchelo, una rareza en su tradicional catálogo y, a continuación, cíclica y visionaria, en un solo trazo, la Cuarta sinfonía de Schumann.
Pronto, los dos solistas, Patricia Cordero al violín y Alejandro Gómez Pareja, violonchelo, individualmente y a dúo, fueron puestos a prueba en un arranque de Concierto del de Hamburgo ciertamente comprometedor, estremecedor diría yo, tanto por técnica y afinación como por carácter.
La flexible firmeza de una conducción detallada y plástica desde este curtido podio alemán, dio, de inmediato, sus frutos con una sutil continuidad sinfónica bien trenzada entre unas secciones a otras de la propia Orquesta y de éstas con los solistas, en este trabado cuadro definido por Brahms en su Allegro inicial. Un Allegro no exento de algún momento, hoy especialmente misterioso, sottovoce, junto a texturas incisivas y convincentes confrontaciones tutti-dúo por su estimulante definición.
Lógico mayor lirismo y suave concertación, en su Andante. Una atmósfera de gentil conversación, con sus pequeñas disensiones y distensiones, bien aparejadas. De vuelta al más impulsivo clima inicial, con relativa gracia y solícito espíritu, un ágil Vivace non troppo que, de alguna manera, ya preparaba el Schumann venidero.
Como regalo de los dos solistas al alimón, fuera de programa, el gran Dúo de violín y violonchelo de Zoltán Kodály. Brillante y exigente propina de no sé si más virtuosa ejecución o... composición. En ambas facetas, una obra destacada.
Una poderosa Cuarta sinfonía Schumann contó con las virtudes antes apuntadas, plasticidad y ajuste, junto a una extroversión acorde con su autor y la vitalidad natural de este entusiasta joven elenco. Admirable dinamismo, ejemplar en los controvertidos tremolados de la cuerda.
Con todos los movimientos escritos sin solución de continuidad por un músico, como dije, visionario, con acentuados cambios de ánimo, marcaron la entrada de la Romanza. Como la escalofriante irrupción del Scherzo, tan beethoveniano hoy también. Un Scherzo donde el reto que plantea Schumann con su trío, lidia sin tapujos entre sus particulares personalidades enfrentadas de extrovertido "Florestán" y melancólico "Eusebius", y alcanza las cotas más acentuadas y... peligrosas... Acertada elección, distribución y vigilancia de estos tempi con los que nunca decayó el interés.
La profunda y reservada entrada del Finale, con su introducción lenta y sentido cíclico, dio paso al Vivace correspondiente. Un Finale de grandes sinergias orquestales con texturas de precisa definición y ánimo exaltado, pero, al tiempo, moldeables, con aquel episodio intermedio fugado, aquí cuidadosamente trabajado y pulido, claro y distinto, y una explosiva pero controlada resolución "en punta".
Luis Mazorra Incera
Patricia Cordero, violín, y Alejandro Gómez Pareja, violonchelo.
Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía / David Afkham.
Obras de Brahms, Kodály y Schumann.
ESMRS. Auditorio Nacional de Música. Madrid.