El 2º concierto de la temporada OSCyL en su sede vallisoletana, con su Titular Thierry Fischer al frente, nos trajo otro programa de lógica aplastante, al proponer 4 ópticas diferentes sobre los sentimientos que en la mente humana provoca la contemplación del mar, no tanto en sentido descriptivo como en el filosófico.
Comenzó con el estreno en España de A sea poem (Un poema marino), (1919), de la violinista, chelista y compositora irlandesa Ina Boyle (1889-1967), la más prolífica de las de su país. Presentó la obra al Concurso United King Troust y, terminado el mismo, el Jurado le llamó para animarla a seguir componiendo. Planteado con un tema que exponen violines y cellos, se desarrolla en 6 variaciones donde conversan diferentes familias orquestales, para llegar al Final con toda la orquesta. Planean lejanas las "Enigma" de Elgar, pero con tintes más oscuros por su distinta motivación. La orquestación es excelente y por momentos brillante, bien servida por la OSCyL y por su Titular, que asimila a la perfección la partitura y transmite su idea con claridad a sus músicos. Muy aplaudida.
Vino después Tout un monde lointain ... (1967-70) del francés Dutilleux (1916-2013), escrita para Rostropovich que la estrenó con leves modificaciones y se publicó con sus digitaciones, que aún se mantienen, mostrando por ello una gran dificultad para el intérprete de éste, en realidad, Concierto para cello y orquesta en 5 movimientos concertantes, inspirado en el Libro de poemas de Beaudelaire, "Las flores del mal", del que toma título y un poema para cada movimiento, que ayudan a entender mejor una música compleja por su exigencia técnica, su íntima musicalidad y las imágenes mentales que proyecta. Fue solista el cellista francés Jean-Guihen Queyras (Montreal, 1967), Premios Juno 2008 y 2012 y Edison Clasical 2019, 22 y 23, con su "Gioffredo Cappa" de 1696, para ofrecer una versión plena de afinación, dominio técnico y sensibidad, pegado a la concepción de Fischer y la colaboración de la OSCyL, atenta, eficaz y respetuosa, con pianísimos sentidos y fortes controlados, sirviendo así partitura, intérprete y Maestro.
Enigma (Poema 27) tuvo a Queyras dominador y libre, exponiendo las 12 notas del tema sobre los suaves redobles de tambor y platos, dialogante con la orquesta y brillante en su zona aguda para unir con Mirada ("El veneno") donde la "ponzoña" se percibe en la calma modal en que se desenvuelve para retomar su tema y empalmar con Olas ("La cabellera"), que se traduce como scherzo del Concierto, donde la dificultad es máxima, por los distintos colores y sueños que el paisaje marino evoca y que llevan a Espejos ("La muerte de los amantes"), de nuevo modal, con el arpa reflejando, tranquilo y musical, el ritmo quasi estático de percusión muy acertada, movimiento retrógrado en violines y esas 12 notas otra vez dando paso al Himno allegro final ("La voz"), donde se refunden ideas anteriores tras nítido ataque con anacrusa del Director, alcanzándose una fase de agitación que, sorpresivamente, se extingue con un trémolo del solista. La versión logró excelente acogida del Auditorio casi al completo, que obligó a diferentes saludos y salidas, hasta que Queyras regaló la espléndida Zarabanda, Suite IV de Bach, provocando explosión de aplausos en la Sala. Si añadimos que el Concierto se ofreció por 1ª vez para la OSCyL, el mérito obtenido se agranda.
La Parte II se inició con Entrada de los dioses al Valhalla ("El oro del Rhin", WWV 86 A, 1854, de Wagner), en arreglo orquesta del sajón Herrmann Zumpe (1850-1903), Director y compositor que, en su época de Copista en el Teatro de Bayreuth, reconoció haber aprendido más estudiando a Wagner, que en toda su formación musical anterior. Lógicamente, los instrumentos van sustituyendo las voces del original, con acierto suficiente para mantener la solemne grandiosidad de esa entrada al Castillo, del cortejo que inician Wotan y Fricka cogidos de la mano, seguidos por Froh, Freia, Donner y Lage, en el que los metales brillaron noblemente. Fischer y su OSCyL sirvieron estupendamente ese propósito.
Y como final La mer, L. 109, 1903-05, de Debussy; esos Tres geniales bocetos sinfónicos para orquesta que el francés escribió tras su contemplación del mar, cerca de París y en Eastbourne, que bien pudieran formar una Sinfonía con su Muy lento en Si m., su Scherzo en Mi M.y su Animado y tumultuoso final en Do # m. como final. Aquí la lectura fue perfectamente académica, sirviendo cada solista, familia y conjunto, lo que la partitura pide; puestos a exigir, tal vez un mayor refinamiento francés, tan difícil de lograr por los foráneos, pudo resultar escaso, pero la versión fue más que notable y exacta, comandada por un Fischer que sabe lo que quiere y que está logrando con su trabajo unas cuerdas compactas, homogéneas y bien sonantes, que dan lustre al conjunto y que hacen mejorar las prestaciones del resto. Así cabe destacar a trompetas y trompas con sordina, arabescos de flautas y oboe, cellos a dos y en tresillos y percusiones; arpas y clarinete, los 3 estribillos del oboe en las 2 estrofas del símil-rondó final, el dúo flauta-oboe precioso y los saltos cromáticos de la tempestad final en todos. Mucha calidad vertida y total satisfacción de los oyentes, que obsequiaron a todos múltiples aplausos individuales y en conjunto. Éxito.
José M. Morate Moyano
Jean-Guihen Queyras
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Thierry Fischer
Obras de I. Boyle, H. Dutilleux, R. Wagner- H. Zumpe y C. Debussy
Sala sinfónica "J. López Cobos" del CCMD de Valladolid