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Crítica / Distendido Bruckner de Alan Gilbert en ADDA - por José Antonio Cantón

Alicante - 02/11/2021

Dos hechos acapararon la atención del concierto de la NDR Elbphilharmonie Orchester en el ADDA de Alicante: el sonido del violín, conocido con el nombre de ‘Huberman’ por haber pertenecido al famoso violinista polaco Bronislaw Huberman, actualmente propiedad de Joshua Bell, y la distendida forma de dirigir Bruckner del norteamericano Alan Gilbert, logrando un máximo efecto expresivo en la monolítica música orquestal de este compositor.

Respecto del primero hay que valorar el gran esfuerzo y determinante empeño del violinista norteamericano por conseguir llegar a un verdadero estado de excelencia con una obra menor del repertorio concertante como es la Fantasía escocesa para violín y orquesta Op. 46 de Max Bruch, que llevaba a pensar en una oportunidad perdida para haber podido disfrutar con mayor plenitud y sustancia las enormes excelencias de tal instrumento construido por Antonio Stradivari en 1713. Joshua Bell intentó con buen criterio paliar el inicio de la obra orientando su preludio en un sentido rapsódico para entrar en su Adagio con una clara intención dialogante con el arpa, que tiene un lugar preeminente en la instrumentación de esta pieza.

El solista asumió su protagonismo apoyado en una depurada técnica que disimulaba la escasa calidad musical del Allegro, que en ocasiones se sustenta deslavazadamente en apuntes de motivos aparecidos en el primer movimiento. El tercero y el último discurrieron con la misma intencionalidad de exhibición centrada en la exposición de las posibilidades expresivas del ‘Huberman’, de manera especial en el aire guerrero final que llegó a exaltar apasionadamente a algunos espectadores. Todo este despropósito romántico de Max Bruch, que no debemos olvidar es un compositor más que meritoriamente admirado por su Primer concierto para violín y orquesta, Op. 26, fue mitigado y casi olvidado por un arreglo para violín de la melodiosa aria O mio babbino caro de la ópera Gianni Schicchi de Giacomo Puccini, que Joshua Bell tocó con excelente calidad como bis acompañado por la orquesta, dejando sobradamente muestra de su elitista posición entre los mejores violinistas del mundo.

Desde el tema de apertura de la Cuarta Sinfonía “Romántica” de Anton Bruckner, se pudo apreciar cómo Alan Gilbert iba a quitar manierismo a su exposición. Limitándose a dejar patente tal intención a lo largo del primer movimiento, desarrolló ésta con ese efecto improvisador que encierra todo organista, Bruckner lo era con máximo reconocimiento, secuenciando con un gran efecto acumulativo, sin menoscabo de la claridad de la orquesta. Esta tendencia la mantuvo a lo largo de toda la obra, generando en el oyente una sensación de una más que condescendiente asunción estética con la arquitectura sonora que propone el autor, reafirmada en una fascinante conducción de su coda protagonizada por la rotunda sección de trompas, que parecía llevar al olvido la delicadeza que empleó al principio del movimiento.

El Andante permitió que apareciera la vena lírica de Gilbert pese a su ritmo de marcha de sesgo fúnebre, pero que no le impidió realzar el carácter de lied que contiene, orientando la cuerda media y baja, especialmente las violas en el tema secundario, a un grado de elocuencia muy significativo, contrastado seguidamente con una intervención delicadísima de la flauta solista. Su recreación estuvo marcada por cierta distensión en la marcación de su tempo, como un ejemplo mas de sugerir que de regular el resultado de sus distendidas indicaciones.

Dio al Scherzo un aire de espontaneidad que lo alejaba de esa tentación en la que caen algunos directores de contemplar un sentido descriptivo en su discurso, asimilando algunos pasajes a sones de escenas de caza. La extensión de este tiempo quedó en su batuta reducida en una impresión psicológica más condensada para el oyente, después de apuntar que no definir un aire mahleriano a su precioso trío. Sin duda, fue un momento muy relevante de expresividad y refinamiento, sin caer en momento alguno en la más mínima artificiosidad.

Como propone el compositor, Alan Gilbert se atuvo a su indicación “animado y sin precipitación” en el último movimiento, aire que supo mantener con un ejercicio de continuada tensión hasta llegar a ese característico unísono orquestal de máxima potencia en su parte central, que dejaba patente la calidad de la NDR Elbphilharmonie Orchester que, con seguridad ha ido creciendo en estos últimos cuatro años disponiendo de las excelencias acústicas que le proporciona una de las salas de conciertos más imponentes del mundo, situada en Hamburgo a orillas del estuario del rio Elba, de ahí su nombre actual.

Tal espectáculo sonoro volvía a incrementarse en la re-exposición y coda que sirvió para que el maestro neoyorquino volviera sobre la idea generadora de la sinfonía, imprimiendo grandeza y espectacularidad a su acción, implementada particularmente por una magistral intervención de los trombones y la tuba que hacía imaginar al espectador la sonoridad de un espectral órgano. Terminaba así uno de los conciertos que seguramente quedará como referencia del ciclo sinfónico del ADDA de la presente temporada.

José Antonio Cantón

 

NDR Elbphilharmonie Orchester.

Solista: Joshua Bell (violín).

Director: Alan Gilbert.

Obras de Anton Bruckner y Max Bruch.

Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA). 27-X-2021.

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