La décimo tercera cita de la temporada sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) ha tenido como protagonistas a Max Bragado-Darman, en calidad de director invitado, y a las solistas María Florea (violín) y Sara Ferrández (viola) acompañados por la ADDA-Simfònica Alicante, interpretando un atractivo programa que llevaba por título “La Confesión de Augsburgo” por el carácter luterano de la obra principal, la Quinta Sinfonía en Re mayor, Op. 107, ”Reforma” de Felix Mendelssohn con la que el compositor quiso rememorar el tricentenario que se cumplía en 1830 de la confirmación del ideario teológico protestante que Martin Lutero y Felipe Melanchthon presentaron al emperador Carlos V en la Dieta celebrada en la histórica capital de la región alemana de Suabia.
El concierto se inició con una pausada y sostenida introducción de la Obertura “Egmont”, Op. 84 de Beethoven, modo con el que quiso el director madrileño predisponer al auditorio al desafío heroico que significa el Allegro subsiguiente en el que la orquesta ADDA-Simfònica dio muestras de la expansión y calidad sonoras que la caracterizan, dejando una sensación de plenitud en afinación y pulso rítmico siguiendo las evoluciones del maestro Max Bragado, poseedor de una poderosa y a la vez diáfana batuta y una mano izquierda que asumía con experimentada destreza los determinantes cambios expresivos con los que el compositor concentra en esta soberbia página orquestal el drama goethiano sobre la trascendencia histórica del ajusticiado Conde Egmont como héroe destacado de la liberación de los Países Bajos de la corona española durante el siglo XVI.
La primera parte se completaba con la vuelta al escenario del auditorio del ADDA del dúo de cuerda formado por la violinista catalana María Florea y la violista madrileña Sara Ferrández de las que recordaba sus excelencias con la Sinfonía Concertante de Mozart, especialmente en su doble cadencia, que interpretaron en su visita a Alicante el 29 de noviembre de 2019. En esta ocasión han ofrecido el Doble Concierto en Mi menor, Op. 88 de Max Bruch con especial coordinación camerística, que realzaba la expresividad de la obra ya desde el sentido rapsódico mostrado por la viola al principio del andante inicial y la respuesta subsiguiente del violín, destacándose la brillantez de su sonido límpido y penetrante adquirido en el taller de Eduard Sitjas, su lutier. En los pequeños dúos que se dan en el desarrollo de este primer movimiento, se pudo apreciar el contraste del timbre aterciopelado que surgía de la viola, un instrumento de 1730 construido en Roma por el afamado violero alemán David Tecchler. El diálogo entre las solistas se hizo más patente en el segundo tiempo, un Allegro moderato con cierto lirismo mantenido por ambas que posibilitaron una mayor conjunción con los dictados del maestro Bragado especialmente en el pizzicato del segundo episodio en contraposición al efecto nostálgico surgido entre ellas antes de la coda, en la que volvían a reafirmar un especial sentido camerístico sobre el sustrato sonoro orquestal. La actuación creció en prestancia propiciada por la creciente vitalidad que contiene allegro final estimulada por los controlados impulsos del director, que hacía que tanto el dúo como la orquesta se alternaran con fluidez en su desarrollo elevando así el rango estético de esta obra, con la que el autor no estaba especialmente satisfecho, más producto de un gran oficio compositivo que de una inspiración brillante. Esta deseable sustancia musical la hicieron patente con el bis que ofrecieron Sara y María de una adaptación de la Primera Invención BWV 772 de Juan Sebastián Bach, que supuso toda una muestra de la condensada genialidad del compositor muy bien traducida por estas dos temperamentales intérpretes.
La experiencia y la espontaneidad fueron dos de las virtudes de las que se valió Max Bragado-Darman para su académica exposición de la sinfonía de Mendelssohn. Siguió pormenorizadamente el contenido de la partitura extrayendo todas las posibilidades expresivas de ADDA-Simfònica como ocurrió en el estratificado escalonamiento de entradas instrumentales del Andante de la introducción de la obra, sirviéndose de la solemnidad del hímnico “Amen de Dresde”, cuyo tema está recogido destacadamente en la ópera Parsifal de Richard Wagner, y la tensión sobrevenida indicada en el fogoso allegro consecuente. Realzó la esencial función rebrincada de la sección de viento madera en el segundo movimiento manteniendo ese curioso aire scherzante que presenta a lo largo de su desarrollo incluido su trío al que imprimió un aire cantabile donde los vientos de la orquesta volvían a mostrar sus excelencias. El Andante fue expresado con toda la belleza lírica de romanza que contiene como si fuera un amplio enlace para conectar con el coral que abre el último tiempo, donde el maestro terminó concentrando toda su energía consciente de su importancia capital en la obra por su naturaleza solemne a la vez que estructura contrapuntística, sabiendo así predisponer a la orquesta a una apoteósica conclusión en la coda que el director supo enfatizar como justificada glorificación de la Reforma Evangélica a la que está dedicada la sinfonía.
Se terminaba así un concierto en el que se pudo disfrutar del sentido y la eficacia de la vieja escuela que posee el maestro Max Bragado quien, ante el cerrado aplauso del público, quiso ofrecer de nuevo la calma que precede al progresivo crescendo que se produce hacia la terminación de la Obertura “Egmont” logrando que la orquesta volviera a brillar en todo su esplendor.
José Antonio Cantón
ADDA-Simfònica Alicante
Solistas: María Florea (violín) y Sara Ferrández (viola)
Director: Max Bragado-Darman
Obras de Ludwig van Beethoven, Max Bruch y Felix Mendelssohn
Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), 15-II-2025
Foto: María Florea (violín) y Sara Ferrández (viola), en el cartel del concierto.