La Giga que, para variar, inició la Pequeña suite de danzas de Ana Vázquez Silva, en estreno además, marcó el ánimo del concierto del Sonor Ensemble dirigido por Luis Aguirre en el ciclo Satélites de la Orquesta y Coro Nacionales de España en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música.
Un lenguaje asertivo, bien aparejado y conforme, que se refrendó en Alemana, con el primero de los que serían dos taxativos finales abruptos. Saltante planteó como contraste, una resolución más convencional. Ostinada, con tenaz definición rítmica, remató faena en forma aún más lapidaria que aquella Alemana.
Con un piano destacado, envuelto en las frecuencias graves de violonchelo y contrabajo, se dispuso el Quinteto para este instrumento y cuerdas de Joaquín Nin-Culmell.
Su lenguaje, incardinado en la línea abierta por el añorado y valiente Manuel de Falla tardío, convergió en un Vivace final que recordaba, por momentos, la agitación scarlattiana del Concerto de Falla, con un aura armónica considerable, amparada, como dije, en un piano brillante y bien versado, y, sobre todo, por un bajo perfilado y potente. Un crisol sonoro ambicioso que se acercó, pese a la escritura de un medular cuarteto de cuerda de tratamiento algo más orquestal, la apariencia de un concierto para solista y orquesta de cámara, o, al menos, "con piano obligado".
Por cierto, apenas una mención anecdótica al hilo de esta cuestión, que saltaba a la vista antes aún de que se arrancara la versión de esta pieza: bromas aparte, un Quinteto hoy... de seis: piano, cuarteto de cuerdas… y contrabajo añadido... seis… (más el director, siete…).
Las Ballszenen (Escenas de baile) de Robert Schumann, en selección y arreglo para el sexteto del Sonor, extraído desde el piano a cuatro manos del original de Schumann a este conjunto instrumental con un sobresaliente violín solista en las manos de Georgy Vasilenko.
Protagonismo estelar que en la Mazurca, arreglada en esta puntual ocasión sólo para el quinteto de cuerda, dispuso de breves solos con abundantes cuerdas múltiples.
Y, de solista al piano y arreglista, a autor: el homenaje al citado Robert Schumann de Sebastián Mariné titulado: RSCH. Siglas de su nombre que ya usara el de Zwickau (a bote pronto, en las «letras saltarinas» de su Carnaval, al menos), y que recuerdan hoy más las extendidas «DSCH» de Shostakóvich, y, claro, como todas ellas, con su traducción sonora. Al igual que la pieza inicial en estreno, pero con un lenguaje más inicisivo y pasajes que parecían remitir, con una característica neomodalidad y cierto sentido de instrumentacion y rítmica, al Messiaen más celebrado.
Para finalizar, en estreno en España, Magalhâes de Tiago Derriça sobre poemas de Séneca y Pessoa, ya con la oportuna incorporación al grupo instrumental, del cuarteto vocal citado en el faldón que sigue a estas líneas. Sonoridades tiernas y armónicos instrumentales de inicio en pieza de una neotonalidad no exenta de disonancia pero con profunda raíz en («mutatis mutandis») aquella estética coral más extendida, con resolución tonal.
Sus dos movimientos sirvieron de contraste al, hasta este momento, dinámico programa: No vale clareia uma fogueira, para terminar, y, antes, Venient annis saecula seris... de la conocida «profecía de Séneca» (en Medea) que llegara a traducir el propio Cristóbal Colón: «Vendrán los tardos años... del mundo ciertos tiempos en los cuales el mar océano aflojará los atamientos de las cosas y se abrirá una grande tierra y un nuevo marinero...» (Libro de las profecías).
Luis Mazorra Incera
Sonor Ensemble: Georgy Vasilenko y Luminita Nenita, violines; Paula García Morales, viola; José María Mañero, violonchelo; Laura Asensio, contrabajo; y Sebastián Mariné, piano. Paloma Friedhoff, soprano; Marta de Andrés, mezzosoprano; Jesús Cantolla, tenor; y Víctor Cruz, bajo. Luis Aguirre, director.
Obras de Derriça, Mariné, Nin-Culmell, Schumann y Vázquez.
OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.