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Crítica / Dido y Eneas en la Ópera Real de Versailles - por Agustín Blanco Bazán

Versalles - 20/10/2024

Seis días antes de comenzar una gira que los llevará al Auditorio Nacional de Música de Madrid (24 de octubre) y al Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo (26 de octubre), el coro y la orquesta de la Ópera Real de Versailles presentó la obra que dará allí en versión de concierto, Dido y Eneas de Purcell, en una vibrante versión escénica y musical.

Tal vez el hecho de dirigir como primer violín sea un factor determinante de la entregada dirección orquestal de Esteban Plewniak, de intensa vitalidad y precisión de contrapunto. A ello respondió esta joven orquesta (fundada en 2019)  con clínicamente segura precisión de ataque y riqueza de variación cromática. Este fue un Purcell contemporáneo y palpitante, que evitó las parsimonias que tanto aburren en este tipo de obras cuando se las malentiende con preciosismos disfrazados de autenticidad histórica. Porque finalmente, ninguna obra musical puede ser “académica” en el momento de su ejecución, cuando tiene que sonar tan fresca y comprometida como si se la acabara de escribir. En este sentido, la Orquesta de Versailles se ubica entre los numerosos conjuntos que en la actualidad saben vivir a través de lo que tocan. El excelente coro de la casa sincronizó con la masa orquestal con un logrado balance de dinámicas.

De acuerdo a una consistente política de combinar a alguno que otro artista de renombre internacional con un ensemble de cantantes jóvenes, la Ópera Real agenció a Sonia Yoncheva como una Dido de expresivo fraseo y ágil timbre dramático para interactuar con el Eneas cantado por Halidou Nombre, un barítono lírico de timbre claro y bien impostado. Sarah Charles fue una vocalmente brillante Belinda y el tenor Attila Vargha-Toth supo articular con diferenciado dramatismo su doble rol de marino y bruja.

La Ópera de Versailles es una maravilla arquitectónica de madera, dorados y cristal que, salvo la introducción de la corriente eléctrica, no ha sufrido alteraciones  mayores desde su inauguración para el matrimonio del Delfín de Francia (futuro Luis XVI) con María Antonieta. Y los administradores actuales de la casa han convertido lo que muchos considerarían anacrónicas limitaciones técnicas en una virtud que permite a los espectadores gozar de una teatralidad auténtica: todo el movimiento de decorados se acciona a mano con telones que suben y bajan, y sugestivos juegos de luces. Esto no implica amaneramientos de museo sino que luce como demostración de las posibilidades del teatro tradicional para producir conceptos escénicos imaginativos con una regie de personas contemporánea en gestos y actitudes. En este caso, y sin necesidad de esos videos que en la actualidad tanto nos hartan con su insistencia en sacarnos fuera del teatro,  Cécile Roussat  y  Julien Lubek lo hicieron todo en la escena: regie, escenografía, vestuario y coreografía.

El concepto que propusieron consistió en asociar el amor y la despedida de los protagonistas como expresión de un mar tan implacable como el destino mismo, cuyo oleaje fueron telones de fondo en constante ondular y superpuestos en diferentes tonalidades de azul y celeste en contraste contra un efectivo decorado rocoso. Dido, Eneas, Belinda y la corte de Cartago parecen luchar todo el tiempo contra este mar que siempre amenaza hundirlos mientras que en un cavernoso fondo submarino la bruja que conspira contra la pareja es presentada como un enorme pulpo, emergiendo hasta el torso entre tentáculos se mueven como estertores acordes con los abruptos cambios contrapuntísticos. Como en esta producción la bruja y el marinero son la misma persona estos tentáculos asoman a través de los ojos de buey del buque que viene a llevarse a Eneas. Un cupido pirueteando sobre un columpio en la oscuridad de la noche, sirenas igualmente suspendidas, y acróbatas contratados para agilizar el movimiento según las prescripciones musicales completaron esta excelente producción que en Versailles restringida a solo cuatro funciones.

Sobre el final, Dido canta su maravilloso lamento mientras Belinda y su doncella van desatando su infinito atuendo azul. Infinito hasta el punto de transformarse en un mar que termina expandiéndose hasta abarcar toda, absolutamente toda, la escena. Y en este enorme y abarcador melisma visual termina ahogándose Dido, en una transfiguración similar a la de Isolda. ¿Cuatro funciones solamente? ¿No será posible hacer girar esta puesta junto a toda la troupe versallesca, al menos por la zona Schengen? De cualquier manera, la producción será grabada en DVD y se presentará en la plataforma Live Opera Versailles.  

Agustín Blanco Bazán

 

Versailles, Ópera Real, viernes 18 de octubre de 2024.

Henry Purcell: Dido y Eneas.

Regie, escenografía, coreografía y vestuario: Cécile Roussat y Julien Lubek. Sonya Yoncheva, Sarah Charles, Halidou Nombre, Attila Varga-Tóth, etc.

Coro y orquesta de la Ópera Real.

Dirección y primer violín: Esteban Plewniak.

 

Foto © Franck Putigny

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