Del gran pedagogo musical y creador de la segunda Escuela de Viena, A.Schöenberg, escuchamos sus Cinco piezas para orquesta, estrenadas en Londres en 1912 y que escribió a petición de R.Strauss para completar con piezas cortas sus conciertos. Composición de gran dificultad comenzando con Presentimiento, pieza enérgica, en contraste con la segunda, El Pasado, de carácter nostálgico.
El tercer movimiento, Colores, es la pieza principal en el que el compositor utiliza su método de “melodía de timbres” (sustitución de las notas por sus timbres y cambiando de instrumentos para conseguir una sucesión de colores). El cuarto, Peripecia, con una enorme explosión y el quinto, Recitativo obligado, de gran complicación.
Ya Strauss consideraba las composiciones de Schöenberg de excesivas para el público vienés de principios del siglo XX y parece que sigue siendo así, por su reacción, para los actuales espectadores del Palacio Euskalduna. Su genialidad estriba en que nos lleva siempre a mundos desconocidos y nos exige, como oyentes, un esfuerzo extra porque nos hace sentir inseguros pero, al mismo tiempo, desarrolla nuestra creatividad.
Disfrutamos, después, del Concierto número 5 de C.Saint-Saëns en sustitución del Concierto para la mano izquierda de M.Ravel por expreso deseo del pianista, Alexandre Kantorow. Obra compuesta, en parte, en la estancia del músico francés en Lúxor en 1895 que recibió el nombre de El Egipcio por su cierto ambiente oriental. El primer movimiento es muy delicado, el segundo más original con momentos dramáticos dando paso a un final donde desarrolló todo su virtuosismo el solista francés al que llaman el “joven zar del piano” , acompañado por la enorme finura de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Precisa técnica y sobre todo sensibilidad.
Y como extraordinario colofón gozamos de Una vida de héroe de Richard Strauss. Distinguiendo y separando su cercanía al régimen nazi de su magnífica música podemos considerar al maestro como el artífice de la apoteosis del poema sinfónico en el siglo XX. Con tintes casi cinematográficos, empieza la obra con la presentación del héroe (quizás el propio compositor) en los que destacan las maderas y la cuerda de la orquesta. En el segundo movimiento aparecen sus rivales con una música presuntamente desordenada, de carácter grotesco, con la flauta solista. El tercer movimiento presenta a la compañera del héroe, el cuarto une el amor con una gran batalla, el quinto recrea otras piezas del autor con enorme protagonismo de los intérpretes de viento madera y metal para llegar a un cálido final con el metal como comparsa.
La velada sirvió como homenaje y despedida del que ha sido, durante nueve temporadas, director titular de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, Erik Nielsen. El maestro se encontró muy cómodo durante toda la velada y disfrutó mucho con la pieza de Strauss. La próxima temporada se desarrollará sin maestro titular, con directores invitados, de entre los cuales podría salir el siguiente conductor de la Orquesta Sinfónica de Bilbao.
La temporada 24-25 de la orquesta girará en torno a un título muy sugerente MITOAK (MITOS). Así opinaba el gran profesor y exigente crítico de la BOS, Antton Zubikarai sobre el tema: “El mito como identificación y relación con la música y su pervivencia en el tiempo… El mundo de la mitología que se ha mantenido en la música del siglo XX”. Habría estado bien incluir, a lo mejor, alguna obra basada en la extensa mitología vasca, como Amaya de Guridi.
Genma Sánchez Mugarra
Palacio Euskalduna de Bilbao
Orquesta Sinfónica de Bilbao
Música de Schöenberg, Saint-Saëns y Strauss
Alexandre Kantorow, pianista
Erik Nielsen director