Se presentó por primera vez en Madrid en el ciclo Universo Barroco del CNDM el cuarteto Nevermind, una de las formaciones más punteras en el mundo de la interpretación de la música de cámara del planeta, y conformado por cuatro extraordinarios músicos capitaneados por el clavecinista del momento, Jean Rondeau.
Con su espíritu de acercar la música de cámara a todo tipo de públicos, hicieron acto de presencia en la sala de cámara del Auditorio Nacional con una vestimenta totalmente informal, que se aleja de los estándares de la uniformidad grupal y de los trajes de noche en las féminas o en el traje de chaqueta y pantalón de vestir en los caballeros, además del estilo hipster bien conocido de Rondeau, seguido de cerca por su compañero violagambista.
Si a todo esto juntamos la original elección de su denominación, Nevermind, que nos puede recordar bien al título del afamado disco de grunge de Nirvana (1991), bien a una desenfadada y bien ideada ideología de marketing, lo cierto es que el público ya se encuentra antes de comenzar el concierto con una visión más relajada y cercana a los intérpretes, que facilita la comunicación entre escenario y audiencia.
La elección de tres piezas del Arte de la Fuga BWV 1080 de Johann Sebastian Bach, una de las obras maestras de la Historia de la Música, nos introdujo de lleno en la tradición musical del verdadero eje central del programa, su hijo Carl Philipp Emanuel Bach, segundo de los sucesores que Johann Sebastian tuviera con Maria Barbara Bach.
La interpretación del cuarteto francés de inmediato nos mostró la perfección y sabiduría técnica que posee cada m miembro del ensemble. Con una afinación perfecta, un equilibrio sonoro máximo y una integración de cada uno de los diversos timbres instrumentales al servicio de tan magnas partituras, además de una transparencia absoluta de cada uno de los temas, y motivos ideados por el genio de Eisenach, Nevermind se reveló como un conjunto de músicos de una madurez extrema que debería desterrar vocablos como “joven agrupación” tan presentes todavía cuando se refieren a estos cuatro sublimes talentos musicales.
A continuación, y tras unas cercanas y simpáticas palabras en español de Anna Besson mostrando su entusiasmo y agradecimiento por su presencia en Madrid, a la vez que alababa la figura y la música de Carl Philipp, dio comienzo la interpretación de los cuatro cuartetos que han sido recientemente grabados en el tercer registro sonoro de Nevermind.
Desde la primera nota del Cuarteto en la menor Wq 93 la audiencia comprendió cuán sabia fue la decisión de interpretar previamente algunas de las piezas del progenitor de Carl Philipp Emanuel, puesto que la diferencia estilística e inventiva es enorme. Nos encontramos ante obras de una imaginación desbordante que confieren un protagonismo muy superior al carácter solista de cada instrumento, a la vez que dotan a las piezas de una imaginación fabulosa de melodías, armonías y afectos, que requieren un desempeño más audaz y fantasioso de los intérpretes además de su habilidad técnica.
Podemos destacar los aspectos más sobresalientes de cada intérprete, que confirieron de una exquisitez máxima y de un soberbio nivel musical a la velada, que pudo disfrutar una afortunada Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, que incomprensiblemente no colgó el cartel de Sold Out.
La flautista Anna Besson transmite la placidez de quien posee un dominio del instrumento tal que todo parece sencillo y posible. Su sonido natural y de una completa igualdad en todos los registros fue una verdadera delicia, a la par que su excelente fiato que le permiten afrontar de una sola respiración los momentos más calmos, a la vez que dotan de una energía vital a las complejas melodías y caprichosos adornos que afrontó sin dificultad alguna.
Una verdadera sorpresa fue el desempeño formidable del violista Louis Creac’h, poniendo en constante duda de si su instrumento era un violín o una viola, puesto que la ligereza de todas y cada una de las notas y de su ágil y expresivo arco así nos lo hicieron parecer. Además, su afinación fue de una perfección raramente alcanzada en este instrumento, a quien Bach dota de momentos y pasajes tan exigentes y agudos.
El violagambista Robin Pharo fue una dicha de estabilidad tanto tímbrica, así como de timbre y de sustento tonal, sin desmerecer de sus contantes momentos de exigencia técnica, que pasaron de la tumultuosa escritura vertiginosa del bajo continuo, en perfecta sincronización con el lave, hasta la demostración de un bellísimo y cristalino sonido en los momentos más melosos y agudos.
Como colofón a este repaso de las virtudes individuales demostradas por los intérpretes franceses, debemos destacar al espléndido clavecinista Jean Rondeau, el más afamado miembro del conjunto, que en ningún momento hizo alarde de ello, tanto en conducción de la música como en exageraciones sonoras o en elaboración del bajo continuo. El continuo desarrollado por Rondeau fue en todo momento comedido y adaptado a cada afecto de la partitura, sin exhibiciones innecesarias, lo que dota a cada carácter del preciso clima en el que debe desarrollarse. Debemos destacar su milimétrica pulsación de ambas, manos, su sabia elección entre los dos teclados del instrumento, y una lección magistral del desarrollo de las cadencias, con una imaginación desbordante que en ocasiones nos hizo recordar la monumental cadencia del Concierto de Brandenburgo número 5 de Johann Sebastian Bach.
A todas estas cualidades individuales debemos sumar una absoluta coordinación de tempi, fraseos y planos sonoros, que consiguieron retratar en sí mismo el concepto de música de cámara.
Una velada inolvidable de un nivel musical que pocos intérpretes llegan a alcanzar.
Simón Andueza
Nevermind. Anna Besson, Traverso, Louis Creac’h, viola, Robin Pharo, viola da gamba, Jean Rondeau, clave.
Obras de Carl Philipp Emanuel Bach y Johann Sebastian Bach.
Ciclo Universo Barroco del CNDM.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid.
4 de noviembre de 2021, 19:30 h.
Foto © Rafa Martín / CNDM