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Crítica / Deslumbrante Beczala, desigual Radvanovsky - por Francisco Villalba

Madrid - 09/11/2024

El Teatro Real continúa con su programa de grandes voces en el que hemos escuchado, en el espacio de dos meses, a Anna Netrebko y su ex Yusif Eyvazov, a Juan Diego Flórez y a Ludovic Tezier y que en esta ocasión ha contado con otros dos de los nombres más apreciados del panorama operístico, la norteamericana Sondra Radvanovsky y el polaco Piotr Beczala.

Sondra posee un instrumento poderoso, rico en armónicos, capaz de apianar y manejase con soltura en la media voz, pero que pierde peso al descender a la zona grave y que cuando suelta el chorro de voz en la zona aguda indefectiblemente le suena estridente. Defectos que no parecen afectar a sus seguidores que la adoran a pesar de ellos.

La otra cara de la moneda es Beczala, un caso excepcional en cualquier época; si se piensa que ya en 1997 cantaba Tamino en el Festival de Salzburgo, donde siguió actuando en 1998 como Jaquino, en Fidelio, y en 2004 como Cantante Italiano en Rosenkavalier, sin la menor repercusión mediática y que hubo que esperar a ser conocido mayoritariamente en 2008 cuando interpretó el Príncipe de Rusalka, dejándonos asombrados a propios y extraños, sorprende que no haya perdido facultades posteriormente, en el mismo festival, con su Roméo, su grandioso Vaudérmont de Iolanta , su Rodolfo, de Bohème, su Werther y su Fausto.  Aun así el tenor no se ha dejado llevar por la vorágine publicitaria y ha continuado su gloriosa  carrera pasito a pasito y sin meter ruido hasta ser capaz de cantar un Lohengrin de antología en Dresde y en el festival de Bayreuth, y además, ser un magnífico interprete de opereta. ¿Quién da más?

Beczała ha evolucionado de ser un tenor lírico casi ligero hasta convertirse en un tenor capaz de abordar un repertorio más pesado sin perder su prodigiosa zona aguda, al tiempo que se han enriquecido su centro y sus graves, lo que le permite en la actualidad abordar el repertorio verista sin el menor problema y con una seguridad apabullante hasta llegar a ofrecernos, como ya he mencionado, un Lohengrin que hay que remontarse a Sandor Konya para escuchar algo parecido.

Sondra y Piotr cantan con frecuencia juntos, pero es la primera vez que lo hacían en el Teatro Real; en el Liceu de Barcelona sus conciertos al alimón son habituales. El programa en su primera parte estuvo dedicado a Puccini en conmemoración del centenario de su muerte. El primer bloque estuvo dedicado a fragmentos de Manon Lescaut

El polaco no se concedió un respiro, y comenzó su actuación con una arrolladora interpretación de “Donna non vidi mai” plena de efusividad y sin ninguna muestra de que tuviese la voz fría. Después Radvanovski interpretó la desgarradora “Sola, perduta, abbandonata”, con un cierto desbordamiento melodramático, que no le va mal a la pieza,  y su acostumbradas destemplanzas en los agudos.

La orquesta entonces intercaló el Preludio sinfónico en la mayor, la segunda obra orquestal de Puccini, una obra sin mucho interés que la directora Keri-Lynn Wilson reprodujo con corrección. El segundo bloque de esta primea parte estuvo dedicado a Tosca.

De nuevo Beczala deslumbró con la famosa “Recondita armonía”, cantada con una emocionante introspección. Radvanovsky nos ofreció el “Vissi d’arte” por el que cosechó grandes aplausos aunque la soprano olvidase que la pieza tiene mucho de belcanto y la interpretase concentrándose más en los efectos dramáticos que en los musicales y, de nuevo, con evidentes destemplanzas en la zona aguda.

Tras el descanso vino para mí la guinda del pastel, fragmentos de Rusalka de Antonin Dvorak, la ópera con la que en 2008 el tenor polaco me había dejado boquiabierto. El tiempo ha transcurrido pero su interpretación del “Aria del Principe” sigue siendo un prodigio de intensidad y poesía; Beczala lo canta todo bien, pero en este repertorio se desborda, le sale de la garganta y del alma.

Radvanovski, a continuación, cantó “La canción de la Luna”, y si las notas estuvieron, el espíritu no lo estuvo; su interpretación no fue la de un ser feérico e intangible, sino la de una mujer muy real y sin misterio. Para concluir la parte dedicada a Rusalka, ambos cantaron el dúo final de la ópera que estuvo bien resuelto a pesar del desmesurado volumen de la soprano en los fortes que el tenor supo salvar merced a su depurada técnica.

De nuevo una pieza orquestal, con tan poca sustancia como la primera, de la ópera  Le villi “La tregenda” (el pandemonio) bien resuelta por la Wilson. El último bloque del concierto estuvo dedicado a fragmentos de Andrea Chénier de Giordano. El tenor siguió sentando cátedra con “Come un bel dì di maggio” y la soprano se mostró mucha más segura con “La mamma morta”, para concluir con el arrebatador dúo final de la obra “Vicino a te s’acquieta” en el que ambos intérpretes echaron el resto.

Correspondiendo a las ovaciones del público, el tenor nos ofreció la breve pero efectista “Amor ti vieta”  de Fedora de Giordano y la soprano, la mucho más comprometida” Pace, pace, mio Diode La forza del destino de Verdi. Finalmente se despidieron con el inefable Brindis de La traviata de Verdi. El éxito fue rotundo.

 

Francisco Villalba

 

Teatro Real Madrid

Sondra Radvanovsky, Soprano. Piotr Beczala, Tenor

Orquesta titular de Teatro Real

Directora de Orquesta, Keri-Lynn Wilson

Arias y fragmentos orquestales de Giacomo Puccini, Antonin Dvorak, Umberto Giordano, Giuseppe Verdi.

 

Foto © Javier del Real | Teatro Real

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