Desde la radicalidad sonora, desde ese ámbito donde los instrumentos (comillas) “convencionales” se acercan y dan brillo acústico, espacialidad compleja y lírica “humanidad” (más comillas, también) al intrincado mundo de la sonología, discurrió, de inicio, el concierto del Centro Nacional de Difusión Musical en su ciclo Series 20-21, del que era virtual protagonista su compositor residente este curso: Alberto Posadas.
Un protagonismo compartido con Beat Furrer en la obra central de un programa con sus simetrías y antimetrías, y, sobre todo, con cuatro intérpretes de excepción que atesoraban todas las cualidades musicales, especialmente aquéllas precisas para dar brillo y sentido a este renovado repertorio: Geneviève Strosser y Dimitrios Polisoidis, violas; Dario Calderone, contrabajo; y Johanna Vargas, soprano. Un repertorio, además, pleno de primicias en España y estrenos (encargos del propio CNDM).
Contrabajo y soprano en Palabras deshabitadas de Posadas y Lotófagos de Beat Furrer, o, por otro lado, la viola (a solo o en dúo) en obras que mencionaremos después, arrancaron sonoridades y formas de un imaginado laberinto de posibilidades alternativas de ejecución al instrumento.
Quizás, si me apuran, un instrumento erígido en co-protagonista junto a la física misma del sonido, como primeras causas creativas, materiales y subjetivas al alimón, del arte musical y, a medida que el concierto avanzó, de concepciones herederas, también, de la tradición de la música de cámara.
Brillantez y servicio a la materia sonora se unieron en L’origine du monde para viola sola o en el estreno de The young violinist reflected in mirrors para dos violas, ambas de Posadas, como sus iniciales Palabras deshabitadas donde trataba de generar junto al contrabajo una frágil atmósfera lírica sirviendo a la voz.
Incesante creatividad técnica a lomos de alternativas en el uso de los instrumentos de cuerda. Alternativas que, sin embargo, entroncan de forma material, con el soporte espectral que las fundamenta.
Una rica exploración con conceptos de ida y vuelta entre la acústica, la composición convencional y la electrónica (no pongo comillas esta vez, aunque debería) donde contrapunto y armonía adquieren un un sentido más físico, primigenio, y, extrañamente, menos artificial, o mejor dicho, artificioso. Es curiosa esta paradoja.
Porque ahí seguían sus imitaciones y sus atmósferas armónicas junto a las técnicas extendidas que aquí no tienen tanto sentidos “alternativos” como primordiales, originarios. En este sentido de “inclusión” teórica y práctica, muy interesante la sucesión de la viola sola con las violas a dúo.
Lotófagos de Furrer, de nuevo para contrabajo y soprano, añadió a esta paleta musical cierto expresionismo dramático, bien entralazado y mejor servido hoy en su inspirador discurso formal y estético.
Tras esta pieza que parecía inaugurar, en simetría, una segunda parte, un contundente alarde instrumental en el desempeño de ambos solistas de viola que se volcaron en las obras a solo y a dúo que siguieron, con personalidad y claro sentido de la forma.
Partituras como Doryphóros para viola sola y Nu descendant un escalier (n.º 2) para dúo de violas en estreno, que mostraron exigentes condiciones interpretativas junto a aquella extraordinaria afinación (exquisita en todo momento pese a las dificultades afrontadas): armónicos, sul ponticello o tasto, el arco tras la mano izquierda… todo un florilegio técnico con sentido.
Doryphóros sobre un halo general de perpetuum mobile y virtuoso lenguaje idiomático de la cuerda (viola sola) sin eludir aquellas texturas que habían caracterizado la primera parte del concierto.
Un lenguaje, el de Posadas, que se desprende de un espectralismo en maneras radicales insertas en la idiomática del instrumento. Todo un alarde llevado con pulcritud desde las tablas de un escenario especialmente propicio (Chapeau!!).
Para terminar, nuevamente, la extensión de la viola sola, a las dos violas, en cuidada simetría. Entradas contrapuntísticas, imitación con aura retórica… “Chapeau!” de nuevo a ambos intérpretes.
Toda una lección llena de guiños técnicos en la que la música, aquí puramente instrumental, surge al alimón tanto de la forma y el contrapunto cameristico como de la naturaleza del instrumento, su precisa afinación y la exploración de su fundamento espectral.
He de destacar, en todo momento, el ajuste acústico con una sala, la 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, controvertida por su respuesta acústica en otras propuestas de diversa condición/emisión/proyección/ densidad/volumen sonoros…
Sobresaliente actuación de todos los intérpretes citados en un concierto donde a la veracidad de los conceptos compositivos se unió el virtuosismo a dúo o a solo de sus intérpretes.
Luis Mazorra Incera
Geneviève Strosser y Dimitrios Polisoidis, violas; Dario Calderone contrabajo; y Johanna Vargas, soprano.
Obras de Furrer y Posadas.
CNDM-Series 20 21. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid.
Foto © Rafa Martín