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Crítica / Deliciosa velada en el hogar de Fanny Mendelssohn - por Félix Soto

Madrid - 16/11/2023

En una apacible tarde, algo fresca y oscura, perfecta para resguardarse y acudir a una reconfortante velada musical nocturna, las 688 butacas de la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid se convirtieron en el acogedor salón del hogar de Fanny Mendelssohn, y su escenario, en una inolvidable y ensoñadora soirée emotiva y plagada de pequeñas joyas musicales, gracias al talento y al amor por la música que algunas de las personas con más talento musical de la Orquesta y Coro Nacionales de España brindaron al afortunado público allí congregado, precisamente el 14 noviembre, fecha exacta del cumpleaños de Fanny Hensel Mendelssohn (1805-1847).

Lo acontecido en este concierto perteneciente al Ciclo Satélites de la Orquesta y Coro Nacionales de España reivindicó la obra de excepcional calidad de Fanny Mendelssohn, quien, debido a las limitaciones sociales de su época, no pudo ejercer la profesión de compositora musical de un modo profesional, pero que, gracias a su excepcional talento y a su encomiable trayectoria, ha podido dejarnos un legado de más de cuatrocientas obras musicales, de las cuales alrededor de 250 son lieder. Fanny Mendelssohn logró alcanzar el respeto y admiración de célebres personalidades del mundo musical que acudían a sus decenas de veladas musicales en el salón de su propia casa, tales como Liszt, Paganini, Robert y Clara Schumann, Joseph Joachim o Chopin. En estas jornadas musicales se rendía tributo tanto a gloriosos compositores del pasado como a acérrimos talentos coetáneos.

Beatriz González Calderón, la violonchelista del grupo de cámara que hoy nos ocupa, se erigió en maestra de ceremonias del evento, adueñándose de la personalidad de Fanny Mendelssohn al contagiar a toda la audiencia de su amor y pasión por las delicias que pudimos degustar. González Calderón es, además, una incansable estudiosa de la figura y obra de Fanny Mendelssohn, tal y como se puede comprobar en su excelente artículo publicado en RITMO del presente mes de noviembre.

El concierto discurrió en un ambiente distendido desde su comienzo, con la relajada, apacible y atenta mirada de los intérpretes que no participaban de todos sus números hacia sus colegas, en absoluta unión con el ambiente hogareño de la jornada. La pieza que dio comienzo al concierto fue, no obstante, una de las pocas que exigieron que la totalidad de los músicos estuvieran en activo, al tratarse nada más y nada menos que del Coral final de la Pasión según San Mateo BWV 244, Wir setzen uns mit Träenen nieder, de Johann Sebastian Bach, que tuvo que interpretarse mediante un eficaz arreglo que debió reducir sus dos orquestas y dos coros al reducido número de intérpretes de esta ocasión.

La orquestación resultó ahora ser una bella sonata de violín y bajo continuo en una laboriosa y encomiable labor de la violinista Alejandra Navarro, a la que se sumaban los dos coros transformados en un quinteto vocal de cámara, desgranando su fastuosa y monumental música.

Al término de esta primera joya musical, Beatriz González Calderón comenzó a leer sus propias notas, que sirvieron de encomiable hilo conductor del recital, dotándolo de su carácter de soirée musical más arriba señalado. Con el permiso de la autora iré citando textualmente estos clarificantes apuntes.

“Las hojas de otoño tapizan la luminosa calle por la que avanzamos. Rojos, ocres y algún verde rezagado bajo nuestros pies, para indicarnos el camino hacia la belleza. El sol trasluce entre los majestuosos robles que acotan la avenida. A lo lejos percibimos ya los primeros sonidos, risas infantiles que se entremezclan con viejas melodías barrocas, emanando junto al humo de la gran chimenea de aquel hogar para la música, siempre abierto a los nuevos creadores, a los amantes de la emoción, la curiosidad y el estudio constante de los grandes autores que nos precedieron y que han hecho de nosotros lo que hoy somos.

La puerta abierta de la casa nos conduce a través de la música a un amplio salón de techos altos y enormes ventanales acomodado como una pequeña sala de concierto.

Grandes personalidades del momento y, entre ellos grandes amigos, toman asiento en alguna de las tres filas de hermosas sillas tapizadas a juego con las cortinas, que conforman un semicírculo en torno al fantástico piano familiar.

Fanny Mendelssohn tiene el don de hacer sentir especial a cada persona que le rodea. Recuerda los detalles, se interesa partiendo de la última conversación, de una nota leída hace meses en el periódico local o de aquella carta recibida a comienzos del verano. Es cierto que su vida ha sido luminosa: nacida en una de las familias más acomodadas de Alemania, en la élite intelectual y social, Fanny recibió una exquisita formación, al igual que sus hermanos varones. Pero, sobre todo, siempre fue curiosa, perseverante e inquieta. Aún comentamos a menudo, maravillados, que cuando hace unos años descubrió las partituras de Bach en los archivos de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, junto a su querido hermano Félix, no dudó en estudiar y preparar el repertorio rápidamente, llegando a escuchar de su propia madre que parecía haber nacido para tocar El clave bien temperado.”

Los tres autores que se interpretaron a continuación fueron un contrastante y formidable ejemplo de lo interpretado en estas veladas. La primera compositora fue, inevitablemente Fanny Mendelssohn, mediante una selección de sus Gartenlieder (Canciones de jardín) op. 3. Las cuatro piezas interpretadas, para cuarteto vocal y piano, revelaron unas obras de absoluto disfrute melódico de la soprano, en este caso de las sopranos que se repartieron las obras, no exenta de dificultad en su registro, acompañada de las otras tres voces que sustentan la armonía y acompañadas de un delicado arpegiado del piano. Absolutamente placentero.

Seguidamente las tres cantantes del ensemble nos regalaron una pequeña pieza teatral de Pauline Viardot, Les trois belles damoiselles, en donde la expresividad jovial y la frescura de las tres intérpretes cautivó y divirtió al público, mediante un uso comedido pero eficaz de recursos teatrales y mostrando una formidable dicción del francés. Paloma Friedhoff mostró su dominio del agudo, mientras Francesca Calero y Beatriz Oleaga mantuvieron una estabilidad, afinación y equilibrio sonoro encomiables.

De Vier Lieder (Cuatro canciones) op 78. de Robert Schumann disfrutamos de Tanzlied y de Er und Sie. Esta última fue una formidable y cálida conjunción melódica entre Francesca Calero y Ariel Hernández. Los exactos pero a la vez conjuntados arpegios de Jesús Campo en el piano hicieron que la canción mantuviera su engranaje y forma con una naturalidad absoluta, a la vez que sus planos sonoros estuvieron siempre en el volumen adecuado.

“Fanny aprovecha que su hermano está sentado al piano para sentarse junto a él. Desde allí juegan un poco, interpretando a cuatro manos piezas infantiles e improvisando sobre las melodías que Schumann, Moscheles o Haupmann, compañeros del conservatorio de Leipzig, les tararean divertidos.

De entre el público, la cálida voz de Clara Schumann, que se calienta las manos con su taza de vino aromatizado, pide a sus amigos uno de los salmos que en tantas ocasiones han escrito a medias y que, siguiendo con el juego, han publicado como F. Mendelssohn, dejando la duda de su autoría.”

El Salmo elegido de F. Mendelssohn elegido para la ocasión fue el 19, Die Himmel erzählen die Ehre Gottes (El Cielo narra la Gloria de Dios), y comprobamos asombrados una escritura a cinco voces a capella como fiel homenaje a la figura de Johann Sebastian Bach, mediante una hermosa y compleja fuga. La interpretación fue sencillamente arrebatadora, mediante unas líneas vocales plenas que no escatimaron en fiato, vibrato y riqueza sonora, pero que supieron mantener en todo momento una afinación asombrosa, una claridad meridiana de los diversos temas y demás jerarquías de su fuga, a la vez que el equilibrio vocal y la forma de sus frases se mostraron con absoluta claridad. El trabajo de conjunto de esta pieza fue todo un desafío para el quinteto vocal, que lo superó con absoluta autoridad.

De nuevo fue Pauline Viardot la interpretada, a través del lied Die Sterne (Las estrellas) mediante la interpretación de Víctor Cruz, Jesús Campo y parte para violoncello obligado que interpretó Beatriz González Calderón. El timbre natural y bello de Víctor Cruz voló sobre el lujoso y rítmico colchón armónico del piano, a la vez que los inspirados juegos entre solista vocal y violonchelo iban aconteciendo.

Seguidamente escuchamos la última pieza de Fanny Mendelssohn, Waldruhe, mediante la estable voz de la mezzosoprano Beatriz Oleaga, quien demostró una sólida técnica vocal, a la que se sumaron de inmediato el tenor Ariel Hernández y la soprano Paloma Friedhoff, conformando junto al pianista un conjunto armonioso de soberbia riqueza sonora.

“Fanny está feliz. Ve su sueño hecho realidad. Ha hecho de su casa un hogar para que los grandes músicos del momento compartan sus experiencias y sus inquietudes.

Robert Schumann escribirá en su revista musical sobre sus fantásticas veladas, pero, sin duda, el mayor regalo para Fanny, es poder interpretar el piano en público. Y es que, a pesar de haber recibido la misma educación y de tener el mismo talento que su hermano Félix, a Fanny nunca se le permitió dedicarse profesionalmente a la música.

Pudo, por suerte, hacer su debut hace casi diez años, cuando estrenó el primer concierto para piano y orquesta de su hermano, a petición de él mismo. Ese día estaba entusiasmada, radiante. Tenía 33 años y sería la primera y única vez que tocaría como pianista profesional. Pero ya nadie podría arrebatarle aquel magnífico recuerdo.”

El momento puramente instrumental de la noche estuvo representado por el tercer movimiento del Trío con piano op. 17 de Clara Schumann. En él los tres instrumentistas demostraron sus grandes cualidades musicales. La preciosa música que contienen estas páginas se vio enriquecida con el ensoñador sonido del violonchelo de Beatriz González Calderón y de su compañera violinista, Alejandra Navarro. El piano de Jesús Campo sirvió de elemento de unión en una dicha de conjunción y vitalidad musical expresiva, demostrando un encomiable trabajo conjunto de respeto y diálogo.

Antes de disfrutar de la pieza final, pudimos escuchar, cómo no, al querido hermano de Fanny, Félix Mendelssohn Bartholdy, con una selección de dos de sus Seis dúos op. 63. Fue uno de esos momentos que el público recordará, dada la formidable expresividad y belleza tímbrica, del tenor Ariel Hernández, que se conjuntó de un modo formidable con el barítono Víctor Cruz.

“Comienza a oscurecer en el número 3 de Leipzigerstrasse. Fanny no lo ha dicho hasta ahora pero hoy, 14 de noviembre, es su cumpleaños. Ha pasado la mañana horneando su pastel preferido, de castañas y manzanas. Entra en el salón con la bandeja del pastel en las manos y, sin darnos cuenta, nuestras miradas se cruzan por primera vez en toda la velada. Tímida me apresuro a apartar la vista, pero, entonces, Fanny me busca y me sonríe. Me sonríe con una sonrisa sincera y plena, porque sabe que ya siempre será recordada por aquellas veladas musicales en Berlín, en las que consiguió crear esa habitación propia en la que yo, llámenme Virginia Woolf o pónganme el nombre que se les antoje, eso no importa, sentada en aquel hermoso salón en el tiempo de noviembre, disfruté de la música de Fanny Hensel Mendelssohn, la alegría de la música, absorta en mi pensar.”

La pieza final de la velada fue la Cantata ‘Lobkowitz’, de Ludwig van Beethoven, inmortal compositor homenajeado en esta soirée. Escuchamos de un arreglo para el tutti de la ocasión, resultando una obra más interesante y rica que la ideada en su versión original, con destellos solísticos de dificultad encomiable, como los agudos pasajes que la soprano Paloma Friedhoff resolvió con total potestad.

Los cálidos e insistentes aplausos del público nos permitieron degustar de una formidable propina tras unas emocionantes palabras de Beatriz González Calderón, el bellísimo Nunc dimitis de la compositora estadounidense Amy Beach (1867-1944), excelente autora muy infrecuente por estas latitudes.

La audiencia asistente a esta magnífica velada salía con la mayor de las sonrisas de la Sala de Cámara del Auditorio Nacional. ¿Cuándo podremos disfrutar de estos conciertos por el resto de la geografía del país? Este ciclo está pidiendo a gritos que se gire por el resto de la geografía española. Así, la Orquesta y Coro Nacionales de España harían justicia, un poco más, a su nombre.

Félix Soto

 

Francesca Calero y Paloma Friedhoff, sopranos. Beatriz Oleaga, mezzosoprano. Ariel Hernández, tenor. Víctor Cruz, barítono. Alejandra Navarro, violín. Beatriz González Calderón, violonchelo. Jesús Campo, piano.

El Romance de Galatea. Obras de Johann Sebastian Bach, Fanny Hensel Mendelssohn, Pauline Viardot, Robert Schumann, Felix Mendelssohn Bartholdy, Clara Schumann y Ludwig van Beethoven.

Ciclo Satélites de la Orquesta y Coro Nacionales de España.

Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 14 de noviembre de 2023, 19:30 h.

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