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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Deliciosa velada de Harmoniemusik - por Simón Andueza

Madrid - 14/02/2025

El ciclo de cámara de la Orquesta y Coro Nacionales de España, Satélites, regaló a nuestros sentidos una velada compuesta de un género musical que raramente estamos acostumbrados a disfrutar, la Harmoniemusik.

Harmoniemusik es un género que se compuso para seis instrumentos, incluso para cuatro en algunas ocasiones, como lo indican las bandas de clarinete y trompa de Inglaterra y Francia. El clarinete era el instrumento melódico principal preferido en occidente, mientras que los alemanes y los austriacos generalmente preferían los oboes. A principios de la década de 1780, la instrumentación más común, conocida como la tradición vienesa, consistía en 2 oboes, 2 clarinetes, 2 trompas y 2 fagotes.

En este concierto, las tres obras que escuchamos poseían la misma formación: una flauta, un oboe, dos clarinetes, dos fagotes y dos trompas. Curiosamente, tres compositores de épocas bien distintas idearon sus preciosas creaciones para esta formación: Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), Carl Reinecke (1824-1910) y Ruth Gipps (1921-1999).

Todos los integrantes de este original octeto demostraron ser grandes virtuosos de sus respectivos instrumentos, y contaron con la dirección de Jesús Campo, seguramente por el elevado número de integrantes de distintas familias instrumentales de viento, que confieren al ensemble un carácter casi de pequeña orquesta, tanto por su densidad sonora como por la intensidad y la complejidad de sus músicas.

La Serenata para octeto de viento en Do menor K.388 de Mozart abrió el programa en un ambiente de cuidada intensidad lumínica, mucho más tenue de lo acostumbrado en la sala, para aclimatar la soirée como si de un concierto al atardecer se tratara.  En esta obra claramente el oboe fue el encargado de ser el protagonista melódico principal, y claramente destacó José María Ferrero como un virtuoso del instrumento tanto en la velocidad y pulcritud de los pasajes más veloces, como en la demostración de un bellísimo y rico sonido en todo el registro creado por Mozart para el oboe.

La obra, de cuatro movimientos, reveló a un Mozart más serio y opaco de los que estamos acostumbrados, tal vez por la tonalidad escogida, do menor, o por decisión propia para crear un clima algo oscuro. Sea como fuere, diálogos entre las diversas familias instrumentales estuvieron siempre en rica sintonía, creando constantes respuestas musicales entre dos grupos de instrumentos, las maderas y los metales. 

El cuarto movimiento, Allegro, fue especialmente agradable para el público, al parecerse a la forma de tema y variaciones sobre una melodía principal, con constantes juegos tímbricos y melódicos de reconocidas armonías.

A continuación, el Octeto de viento, op. 65 de la compositora Ruth Gipps, de tres movimientos, compuesto para el Janus Ensemble en 1985, es de armonía tradicional, y sigue la corriente que marcó Vaughan Williams de música tonal ampliada con acordes avanzados que a veces nos recuerdan a música impresionista francesa. Aquí el instrumento protagonista es, sin duda, la flauta, y Pablo Alcántara nos deleitó con su pericia fastuosa para acometer unos fragmentos realmente complejos en cuanto a velocidad, melodía y fraseo, demostrando en todo momento un dominio absoluto del instrumento.

No podemos olvidar la instrumentación ideada por Gipps, conseguida muy especialmente en las parejas de trompas y clarinetes, impecablemente desempeñados por los clarinetistas Enrique Pérez y Javier Balaguer, así como por los trompistas José Masiá y Pedro Jorge.

La pieza que cerró el concierto fue el Octeto de viento en Si bemol mayor, op. 216 de Reinecke, quizás la más inspirada y perfecta en cuanto a términos de instrumentación, en donde el compositor consigue una profundidad, densidad y fraseo melódico de una complejidad y belleza realmente elevadas. Desde el comienzo, los fagotistas Enrique Albargues y José Masiá dotaron al ensemble de una profundidad muy bella y rotunda, mientras que el protagonismo melódico se fue alternado entre la flauta y el oboe, a la vez que el resto de integrantes del octeto resultaban fundamentales para lograr esa sensación de orquesta de cámara honda y madura.

En esta última obra es en donde el trabajo de Jesús Campo resultó más trascendente, en la conducción melódica de las sucesivas melodías, en marcar las múltiples entradas, mantener un tempo estable y diferenciar de un modo absolutamente orgánico los distintos planos sonoros y las dinámicas, siempre en conjunción absoluta con el octeto, como si de un noveno integrante de la formación se tratara.

El cuarto movimiento, Allegro molto e grazioso, fue el perfecto cierre de un bello concierto, al contener pasajes verdaderamente virtuosísticos, de complejidad rítmica perfectamente resuelta, finalizando en una coda con un efectista acelerando que desembocó en unos efusivos aplausos del público para los nueve integrantes de tan formidable conjunto.

Simón Andueza

 

Octeto de viento de la ONE. Pablo Alcántara, flauta, José María Ferrero, oboe, Enrique Pérez, clarinete, Javier Balaguer, clarinete, Enrique Abargues, fagot, José Masiá, fagot, Pedro Jorge, trompa, José Rosell, trompa. Jesús Campo, director.

Harmoniemusik

Obras de Wolfang Amadeus Mozart, Ruth Gipps y Carl Reinecke.

Ciclo ‘Satélites’ de la OCNE.

Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid.

11 de febrero de 2025, 19:30 h.

 

Foto © Jose Luis Pindado

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