El ciclo de cámara y polifonía Satélites auspiciado por la Orquesta y Coro Nacionales de España albergó en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música, un concierto en dos partes claramente diferenciadas, y neto protagonismo vocal protagonizado por el elenco (Arpegio histórico) que se cita bajo estas líneas.
Un concierto donde estaba representada la voz en muy variadas combinaciones, desde el solo con piano al más puro estilo de la canción o del Lied, hasta alguna pieza coral con grupo instrumental de aquel selecto repertorio de todo coro que se precie de tal nombre (como el popular Tollite hostias, pieza final de este programa, por citar un ejemplo significativo).
Un comprometido, contundente y bien resuelto solo de piano de título Sentimiento español, fue quizás, la más relevante excepción en este contexto de expreso protagonismo vocal.
Un pianismo donde, precisamente en la España de entre siglos (XIX y XX, se sobreentiende), encontramos los elementos más conspicuos y adelantados tras los todopoderosos virtuosos e influencers de antaño, Chopin y, sobre todo, Liszt.
Una pieza pianística, pues, en todos los sentidos de esta maltratada palabra: el sentido obvio de su singularidad instrumental neorromántica o neotonal, como ustedes gusten, y la técnica y dinámicas desplegadas presentes en un destacado primer plano, de carácter idiomatico en íntima relación con lo más granado, fértil y eficaz del tratamiento decimonónico de este instrumento, rey en aquella centuria y aún principios de la siguiente.
Una neotonalidad en la que me he extendido, a tenor de su carácter permanente en las diversas propuestas de Saúl Aguado de Aza planteadas alrededor de la pieza citada bajo la denominación de El canto del poeta con: Encuentro para dúo soprano y barítono, el aria de tenor Alborada, la más dramática Madre en reciente adaptación para contralto alto, tenor y bajo y, tras aquel "Sentimiento" patrio, la, también reciente, adaptación para cuarteto vocal de Piedras caídas.
Una primera parte de carácter amable, incluso por momentos, como ya he indicado, traducible a parámetros estéticos históricos reconocibles pese a su estricta contemporaneidad cronológica, traducida con intención expresiva y gustosa proyección vocal por el elenco, además, por cierto, de una dicción (siempre relevante, más aún dados los textos poéticos citados en breves presentaciones previas por su director) mejor en unos que en otros.
El Oratorio de Navidad de Camille Saint-Saëns en adaptación para octeto vocal, ocupaba la segunda parte de este programa ofrecido sin solución de continuidad.
Una obra para coro, solistas vocales, cuerda, arpa y órgano del inicio de su catálogo (op. 12), escrita a mitad de siglo XIX (1858, a sus veintitrés años), de un autor parisino netamente romántico, a caballo de estéticas, siglos y lealtades, cuyo notable espíritu innovador ha quedado un tanto ensombrecido por su aparente irregularidad estética en el dilatado contexto histórico que le tocó vivir, abiertamente cambiante con la entrada de la nueva centuria.
Esta bella y compacta obra religiosa de juventud, trazada en forma de una translúcida cantata romántica, es buen ejemplo de ello.
Bella, también, está versión del elenco citado en el faldón de esta crítica, consagrada a un equilibrio entre el terso lirismo de concierto y la raíz personal de una velada experiencia litúrgica.
Luis Mazorra Incera
Arpegio histórico: Carmen Gurriarán y Margarita Rodríguez, sopranos; Begoña Navarro y Marta Caamaño, mezzosopranos; Pablo Alonso y Jesús Cantolla, tenores; y, Jaime Carrasco y Álvaro de Pablo, barítonos. Ane Matxain y Virginia González, violines; Silvina Álvarez, viola; Joaquín Fernández, violonchelo; Sergio Espejo, piano; Oihane Igerabide, arpa; y Felipe López, órgano.
Obras de Aguado de Aza y Saint-Saëns.
OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.