La Orquesta y el Coro Nacionales de España dirigidos por su titular David Afkham, afrontaron un concierto de planteamiento un tanto singular. Un concierto, por ejemplo, que carecía de las tradicionales obras monumentales sinfónicas o sinfónico-corales de segunda parte; o, digámoslo así, con su propuesta repartida en episodios más o menos comparables, dos por parte, cada cual con su interés intrínseco al margen de la compañía en programa.
De inicio, nada menos que música medieval, aderezada, eso sí, para las prácticas y gustos modernos de técnica, estética y Auditorio: Symphonia armonie celestium revelationum para soprano, Margarita Rodríguez, y coro femenino, de Hildegard von Bingen.
Una auténtica bocanada de aire fresco en este ámbito tan sujeto a convenciones, aún en esta adaptación realizada por Jesús Torres. Precisamente el autor a la sazón, de la obra planteada como correlato sinfónico de la anterior y que, seguía y completaba esta compacta primera parte del programa: Transfiguración, un doble concierto para violonchelo y acordeón solistas.
Creada, pues, aquella atmósfera espiritual por la monodia de Von Bingen con una acertada baja intensidad lumínica, los distintos capítulos de este doble concierto aprovecharon, en formato concertante, los ecos de aquella sugerencia. Sus solistas, al violonchelo, Ángel Luis Quintana, y al acordeón, Iñaki Alberdi, junto con la orquesta de cuerda, desarrollaron estos episodios de explícito contenido simbólico, que se materializó de forma especialmente diáfana cuando convergieron todos ellos en la extática textura final con que se remataba una obra de palpable lógica formal y exploración expresiva.
¡Qué decir de la Rapsodia para contralto de Johannes Brahms!
No es una obra fácil de lidiar y, menos aún, de destacar en un programa al uso. Y destacó en esta ocasión, tras el descanso.
Una delicada, fluida y matizada interpretación, fue la responsable. La entrada orquestal plena de gustoso fraseo, dejó el testigo a la contralto Okka von der Damerau.
Una voz tersa, de notoria proyección, colocada en un alto lateral (izquierdo, tras los primeros y segundos violines) que encajaba con la versión que se venía ofreciendo desde los atriles instrumentales.
Claridad y continuidad sinfónica al servicio de la poesía de una Rapsodia acogedora y bastante más positiva en su carácter y sabor de boca final, que de costumbre.
Piotr Ílich Tchaikovsky y su poema sinfónico Francesca da Rimini fue un brillante final, quizás demasiado pendiente de aquella virtuosa transparencia técnica, bondad y esplendor desnudos, y, algo menos, de dejar mostrarse orondo e imperante ese nutrido sonido orquestal, más espeso quizás en su voces interiores y en bloque, que suele acompañarla.
La expectación creada paso a paso en este programa diseñado en cuatro movimientos, como si se tratara de una especie macroforma, se tornó en entusiasmo con unos especialmente acalorados aplausos.
Luis Mazorra Incera
Orquesta y el Coro Nacionales de España / David Afkham.
Obras de von Bingen, Brahms, Tchaikovsky y Torres.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.