Comenzar programa con Tomás Bretón no debería ser un acontecimiento…, pero lo es. Al margen ya del centenario de su desaparición, celebrado el pasado año (un año casi exacto, por cierto, en este día), bien está celebrar con Alicia en su maravilloso país (o en éste, si cabe) el NO-centenario. Y, claro… todos los NO-centenarios que vengan después, por supuesto.
Así, con aura de una plácida atmósfera, arrancó el concierto de temporada de la Orquesta Nacional de España dirigida por Lucas Macías Navarro.
Una muestra más de aquel fecundo alhambrismo del que deberíamos presumir y exportar, más que esconderlo bajo tupidas alfombras (persas, quizás….). El movimiento artístico que dio vida, entre otras muchas obras, a esta sutil y bella serenata para orquesta: En la Alhambra.
Música frágil y, en este sentido, valiente, a lomos de una envolvente melodía con sus tópicos arabizantes.
Sutil por el empleo, casi camerístico, de una orquestación sugestiva aún nutrida… al son de lo que se espera de una serenata, también es verdad… Tempi flexibles desde un podio sensible a los claroscuros tímbricos, al detalle de las dinámicas crecientes y los vaivenes agógicos.
De seguido y extendiendo esta sugestión, pero en abierta clave flamenca, con Tabea Zimmermann a la viola y Joan Castelló en una percusión característica: Cantes antiguos del flamenco de Mauricio Sotelo.
Una partitura para viola, percusión flamenca y orquesta donde destacó su resuelta amalgama estética. Y, entre tanto, la natural presencia de sus solistas y sus cadencias, especialmente la que protagonizara la percusión de Castelló.
La elegante, proyectiva y, ágil cuando la obra así lo exigía, sonoridad de Zimmermann fue la columna vertebral de esta página. Una página que abundaba en su más destacado tramo final, en gestos escalisticos y progresiones cromáticas.
De propina: Bulería para percusión y viola presentada por el propio Castelló, con un lenguaje cálido, idiomático y rítmico, a medio camino de lo ya escuchado hoy, y dedicada, expresamente, a los damnificados por la DANA.
Una vida de héroe sigue siendo un caballo de batalla orquestal de primer orden, tanto para la orquesta y director, como para el público mismo.
La entrada del motivo heroico en los bajos tuvo ya su efecto catártico en el prólogo de este espléndido poema sinfónico. Un crescendo que convergiera en las trompas (¡Las trompas del Strauss!).
Una pujante versión donde las sutilezas anteriores estaban aquí al servicio de una obra con mayor potencial instrumental y emocional para esta sala sinfónica, con la cuerda dimensionada sobre la base de ocho contrabajos (15/14/12/10/8).
Bello y expresivo solo del concertino Miguel Colom en el que descansa buena parte de la articulación narrativa de la forma y la justificación misma de una obra personal donde las haya. Una intervención que, por continuidad sinfónica, contagió en primera instancia un tendido lirismo del que pronto se hicieron cargo otras secciones de la orquesta.
El dramatismo que Strauss exige y rompe al fin en violentos arranques marciales, levantaron esta pretendida heroicidad, hoy bien administrada desde el podio, estirando el tempo con la plasticidad necesaria para enfatizar con éxito los puntos culminantes, cambios modales y otros recursos de articulación, sin eludir la locuacidad casi teatral de este relato, la abundancia de auto-citas que le es propia a esta partitura, referente del repertorio programático del tardo romanticismo.
Luisa Mazorra Incera
Tabea Zimmermann, viola, y Joan Castelló, percusión. Miguel Colom, violín.
Orquesta Nacional de España / Lucas Macías Navarro.
Obras de Bretón, Sotelo y Strauss (Richard).
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.