Dos insignes músicos valencianos, que en su momento salieron al extranjero a completar sus estudios y han vivido gran parte de sus vidas profesionales más allá de nuestras fronteras, regresaron a casa para hacer música al más alto nivel.
Josu de Solaun acudió a Nueva York a estudiar en la Manhattan School of Music con maestros continuadores de la tradición pianística rusa. Roberto Forés (hijo) marchó a la academia Sibelius de Helsinki, una de las principales mecas del estudio de la dirección de orquesta en las últimas décadas.
Las trayectorias vitales de ambos les hacían perfectos conocedores del repertorio que vinieron a defender: el concierto nº 1 para piano y orquesta en si bemol menor, op. 23 de Chaikovski y la tercera sinfonía en do mayor, op. 52 de Sibelius. Aunque el concierto perteneciera a la temporada de abono del Palau de la Música de Valencia y contara con su formación residente, la Orquesta de Valencia, dada la reparación que se está realizando en su edificio, la velada tuvo lugar en el Auditorio Superior del Palau de les Arts.
Cumpliendo con las medidas anti-covid, todos los participantes llevaron mascarilla y los vientos la mantuvieron puesta excepto en los momentos en los que debían tocar. Al repartir el espacio del escenario para cumplir con el requerido distanciamiento, cupieron 4 contrabajos, que se escucharon suficientemente.
Como un torrente de energía, Josu de Solaun fue capaz de proyectar el sonido del piano en la sala como pocos. Su amplia paleta de sonoridades abarcó desde “campanitas” hasta “martillazos”. El dominio de la técnica le permitió ser dueño de la situación y no ceñirse a una interpretación encorsetada en lo preconcebido, por lo que pudo vivir el momento musical y entablar un diálogo real y sincero. Forés le acompañó marcando el compás con el punto arriba y con gesto muy enérgico cuando hizo falta.
Como bis, el solista ofreció la Arabesque en do mayor, op. 18 de Robert Schumann, con la que demostró ser capaz de jugar a su antojo a la mancha o al dibujo con cualquier grupo de notas en cualquier dinámica y dejó al público hipnotizado.
La tercera sinfonía de Sibelius supuso un punto de inflexión en la creación del compositor finlandés. En su primer movimiento no deja tregua a la cuerda en una especie de quasi-motus-perpetuo desde el inicio hasta la cadencia plagal que lo cierra. Las semicorcheas van pasando de unos a otros sin solución de continuidad. Si los profesores de cuerda no pudieran respirar mientras tocan, terminarían asfixiados en este pasaje. Pero este no fue el caso en absoluto bajo la mano maestra de Roberto Forés, quien supo conducir toda la tensión con muy buena dicción y mantener constante la claridad. Fue avanzando a través de un segundo tiempo elegante hasta un final triunfal, mirando siempre a sus músicos y nunca a la partitura, anticipándose a todo lo que venía y obteniendo una excelente respuesta de la orquesta.
Ferrer-Molina
Josu de Solaun, piano. Orquesta de Valencia / Roberto Forés.
Obras de Chaikovski y Sibelius.
Palau de les Arts, Valencia.
Foto: Josu de Solaun y Roberto Forés actuaron el Palau de les Arts.