Con un definido e intenso sonido, Augustin Hadelich al violín del célebre Concierto de un ya consumado Felix Mendelssohn, fue el protagonista central con que se rubricó una primera parte de concierto de temporada de la Orquesta Nacional de España bajo la dirección de Matthias Pintscher.
Un programa fijado según el trazado consabido de concierto sinfónico moderno. Bueno, un momento… pensándolo bien… consabido, consabido… no sé si es exacto; tripartito sí, pero, quizás… “con alcuna licenza”...
Y es que, de inicio, el citado director se descubría también en su prolífico desempeño como compositor, con una obra suya: Neharot.
Una partitura interesante desde el primer momento, por su uso de una percusión (relativamente) alternativa insertada como germen de una “sonoridad extendida” de la propia orquesta, como tal unidad instrumental de conjunto.
Una lograda extensión tímbrica que impregnó este planteamiento orquestal con dominio, ingenio y coherencia. Para mi gusto, y en función del recorrido y uso de este material tímbrico-temático de base (especialmente en su frágil tramo final) también un tanto “extendida”... pero por su duración…
El flamante Concierto en mi menor de Felix Mendelssohn que se siguió (obra emblemática de su repertorio y aún de muchos otros, innovadora en su momento, por muchos aspectos), mostró un encaje entre las definidas virtudes solistas de Hadelich, el claro y amplio gesto director de Pintscher, y unos atriles de la orquesta coadjutores de una versión ajustada y ejemplar.
Un poco como anécdota (o non tanto…) y en verdadero “modo-alarde”, destacar, sin ningún lugar a dudas, la (increíble) propina que nos brindó el violinista: una versión (¡para violín solo!) del popular y no por ello menos emotivo y universal tango: Por una cabeza. Una adaptación con carácter, que se iba modificando en sus recursos virtuosos al violín a medida que avanzaba la canción de Carlos Gardel (Alfredo Le Pera en la letra del original).
— Chapeau!.
Serguéi Rachmaninov esperaba tras el descanso con sus (algo controvertidas, de principio) Danzas sinfónicas: una sinfonía que no es y una suite de danzas que aún lo es menos. ¿Un testamento entonces (dicen algunos por ahí…)?, yo creo que tampoco. Al menos no lo veo ni lo siento así.
Una obra, a la postre, convincente, que, eso sí (y con creces), cumple con este planteamiento postrero, extendido sin ninguna duda también en relación, claro está, a su obvio romanticismo más que postrero, y que, además, cumple perfectamente (lo comprobamos una vez más) con esta función, este exigente rol de gran obra sinfónica de final de una época (extendida…) y de final de programa, realizada, como fue el caso, eludiendo un tanto guiños eslavos retóricos o extenuantes, con este grado de claridad, detalle y profesionalidad en podio y atriles.
Luis Mazorra Incera
Augustin Hadelich, violín.
Orquesta Nacional de España / Matthias Pintscher.
Obras de Gardel, Mendelsohn, Pintscher y Rachmaninov.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.