Corren tiempos difíciles para la belleza, y para la historia.
Por eso, cuando Christian Zacharias —ese señor que salía en los discos de música clásica de tus padres— es invitado como director y pianista en un concierto a pocos minutos de tu casa… te sientes cerca de la historia.
Y si, además, la formación responsable del concierto, la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid, se pone lo bonito por montera y tiene una de esas tardes… te sientes también cerca de la belleza.
Fue bonito ver a Zacharias, ya septuagenario, sentarse al piano enfrentado a la orquesta, con el instrumento perfectamente integrado no sólo visualmente sino, aún más importante, desde el punto de vista sonoro. Sin ninguna estridencia, con amable blandura, y buscando casi un concierto para orquesta y piano más que viceversa.
Y fue sorprendente poder percibir una interesante gama cromática en los tres movimientos del concierto para piano número 12 de Mozart, de los que la orquesta afrontó con especial gusto el larghetto central. En este delicado momento, convenció el cuidado sonido de las cuerdas graves, en particular las violas, en diálogo con la sección de violines, y con unos bajos que estuvieron siempre presentes pero sin dominar, generando un constante y cómodo equilibrio para los oyentes.
En el último tercio del concierto, una obra tan infravalorada como poco representada: el Requiem de Michael Haydn, hermano pequeño de Joseph, que había inaugurado el concierto con su sinfonía de sobrenombre La Passione.
Para esta pieza, compuesta siguiendo todos los paradigmas de la época, y con modelos que se pueden escuchar en otros requiem más conocidos y celebrados, como el de Mozart, el compositor prescinde de las violas e incluye cuatro trompetas y tres trombones, además del timbal, que dieron de nuevo un vuelco al sonido y la coloración de la orquesta.
El Coro de la Comunidad, con una plantilla claramente camerística (sólo 32 cantantes para una obra de envergadura notable) y esta vez a los mandos de Mireia Barrera, volvió a demostrar que sigue en progresión ascendente, cada vez más cerca de convertirse en una referencia allende las fronteras de la Comunidad de Madrid.
A pesar de que Zacharias optó por una versión relativamente lenta de Requiem, el coro resolvió sin problemas aparentes las dificultades de sostener la música en el punto adecuado de textura, afinación y energía para conducir la música y generar un discurso convincente.
El equilibrio entre una orquesta poblada y un coro de cámara puro fue un reto del que agrupación y director salieron triunfadores gracias a la integración del viento metal en el sonido del conjunto: los trombones, perfectamente amalgamados con la voz humana, y las trompetas, con una afinación limpia y un empaste extraordinario.
En un concierto marcado por el equilibrio, el cuarteto solista fue el claro ejemplo de cómo afrontar este repertorio. Sus voces siempre estuvieron al servicio de la música (aunque parezca mentira, esto casi nunca sucede) y la conexión fue permanente. Sandra Cotarelo regaló una línea limpísima de sonido fácil, que se conjugó perfectamente con Paz Martínez, muy convincente con su color grave tanto en las intervenciones a solo como en los momentos de conjunto. El tenor Karim Farhan desplegó un bello timbre y David Rubiera delineó con claridad y precisión la parte del bajo.
A veces, la belleza y la historia conspiran juntas y tú tienes la suerte de estar ahí para disfrutarlo.
Daniel de la Puente
Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid, Ciclo Música y Religiones.
Sandra Cotarelo, soprano; Paz Martínez, contralto; Karim Farhan, tenor; David Rubiera, bajo. Krastin Nastev, subidrector del coro; Mireia Barrera, maestra de coro.
Christian Zacharias, piano y director.
Obras de Franz Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart y Michael Haydn.