Sentir la fragilidad de la música en vivo, es una virtud. Una virtud en la que colaboran compositor e intérpretes. Una virtud que, sorprendentemente, premia más el público que los propios músicos o eruditos, más pendientes de la debilidad o el fallo, que del acierto. Y esta sensación, que sólo se percibe cuando se escriben o abordan, según el caso, partituras asumiendo riesgos, riesgos interpretativos más que técnicos, sin artificios de medio pelo, fue la que transmitiera el “programa inglés” que liderara Christian Zacharias al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.
Un director que, según le escuchamos con mayor frecuencia en este mismo marco del Auditorio Nacional, tanto con este conjunto instrumental madrileño, como con otros, transmite a la música sinfónica, parejas sensaciones a las que le definen al piano. Una tierna conjunción de claridad y viveza en la articulación y fraseo, al margen de sus dinámicas y la velocidad impresa, sin exageraciones de cara a la galería que pudieran comprometer aquellas características.
En programa, de inicio, la Serenata para cuerdas de Edward Elgar que arrancó sinceros aplausos espontáneos tras su segundo movimiento: Larghetto. Y que, al margen de su impecabilidad, que poco importa a estas alturas, desentrañó lo que atesora… ¡música…! Comunicación de tal íntima cualidad, personal y universal, entre compositor-intérprete y público.
Tras esta Serenata de Elgar, premiada también con la consecuente ovación final, Las Iluminaciones de Benjamin Britten/Arthur Rimbaud, con la soprano Raquel Lojendio. Obra comprometida técnicamente, sin tanto margen para la expresión melódica y armónica, que tuvo el arresto de acercar una obra inhabitual, arriesgada por muchas razones, con rasgos de relativa juventud compositiva, un tanto ecléctica y audaz.
El descanso trajo un aparente cambio de tercio: de la orquesta y la voz… al piano solo. Las Variaciones sobre “God Save the King!“ de Beethoven, corazón y causa de todo este programa, ya sin ambages ni titubeos. Articulación y fraseo, en obra que trata de superar su condición de… “de circunstancias…” con relativos alardes técnicos, ingenio en su lógica de desarrollo, en un tono lírico que aboca, entre tanto, a un sereno cambio de modo, a menor, con final resuelto y convincente, destacado por su intérprete hoy, Christian Zacharias.
Para terminar… “Los… adioses”… pero los sinfónicos, los de Franz Joseph Haydn, no se equivoquen: Sinfonía núm. 45. Un autor austriaco ligado después a Inglaterra, durante su postrera madurez compositiva. Una página que oscila del mundo sinfónico clasicista, más nutrido que hasta este momento en este programa, a la circunspección camerística e, incluso, la soledad del, iluminado, primer atril de violines. El director, como los demás atriles y el público, a oscuras, prácticamente. Todo un alegato en pos de la continuidad entre lo sinfónico, de cámara y solista, música ni más ni menos, en el que Zacharias se encuentra implicado.
Luis Mazorra Incera
Orquesta de la Comunidad de Madrid. Raquel Lojendio, soprano. Christian Zacharias, piano y dirección.
Obras de Beethoven, Britten, Elgar y Haydn.
ORCAM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.