Concierto en un programa que otorgaba preferencia a conocidas bandas sonoras de dominio público resultando convidados especiales otros tres compositores, con piezas que en cierto modo están en el dominio de los aficionados.
Edward Grieg, con La mañana, de la primera suite de Peer Gynt, página incidental escrita por compromiso para el drama de Henryk Ibsen, con estreno en Oslo en el mes de febrero de 1876, un compromiso que respondía sencillamente a urgencias económicas. Esa primera suite era la página incorporada a esta velada de media tarde, La mañana (Allegro pastoral) en Mi M., desplegando una seductora melodía para flauta, a la que respondería el oboe con una continuación de las cuerdas en un crescendo poderoso, un tiempo que prepara la también con conocida página La muerte de Ase, en manos de las cuerdas.
Del ruso Aran Khachaturian, cuyo tratamiento ortográfico no deja de crear confusiones, es autor de obras incidentales como Spartakus, el ballet Gayaneh- con su cimbreante Danza del sable-o Masquerade, del que escuchamos el vals, movimiento que encabeza la serie de cinco- para esta página, una concesión a su asistente en la batuta Sebastian Zinka, al que tendremos con asiduidad la temporada entrante- , obra nacida para una obra escénica sobre texto de Mikhail Lermontov, en el año 1945, en plena convulsión. De la suite, este vals dedicado a quien había sido la primera actriz, Alla Kazanskaia, que interpretaba el rol de Nina, compartiendo protagonismo Iosif Tol Tolkhanov, como Abertim. Una pieza musical en la que bastante tendría que ver Nikolai Lermontov, y cuyo estreno se ofreció en Moscú bajo la dirección de Andrei Tutyshkin. Pavorosa fue la historia de este coliseo, destruido por un bombardeo de la aviación alemana en plena representación causando una amarga cifra de muertos. Brönnimann nos puso al día sobre la relación del compositor ruso con el mundo del cine.
Héctor Berlioz con una muestra de su ópera Beatriz y Benedicto, la única que no debió esperar fecha de puesta en escena y que se convertirá en el adiós a ese medio, a pesar de que el compositor estaba en plenitud de facultades, tema al que respondería que ya se sentía mayor para asumir semejantes riesgos. Un encargo de Bénazet, director musical de Baden-Baden, quien aprovecharía la apertura del teatro que se acababa de edificar en la ciudad, frente a la dura competencia de otros de mayor enjundia vigentes en otras ciudades. Un éxito absoluto y arrebatado, como garantía del entusiasmo y aceptación, logrando también que la orquesta, se erigiese igualmente como gran protagonista. Clásicos en el medio escénico, en esta sesión en la que el cine marcaría pauta según lo prometido. Promesas de Baldur Brönnimann, en esta búsqueda de un posible eje de encuentro entre períodos históricos al servicio de aficionados siempre predispuestos a fijar su atención en el espacio escénico. En la transición entre las dos partes, un detalle melódico e introspectivo con una para dos solistas, tomados de Shindler´List, de S. Spielberg con música de John Williams.
El cine pues, comenzando con Leonard Bernstein: On the Town-Three dances-, compositor que pronto se encumbrará desde su prèmiere con la New York Philharmonic Orchestra hasta convertirse en el mito de varias generaciones. En 1943, se estrenará con su primer musical sinfónico dedicado al teatro On the Town, que alcanzará Primeros premios de la crítica al que seguirán Wonderfull Town o la opereta Candide y el eterno clásico de West Side Story, con la garantía permanente de su afortunada producción para el cine. Precisamente y para ese medio, un año clave será 1954, con la única banda compuesta para él como fue La ley del silencio, de Elia Kazan, sabiendo cuadrar las exigencias musicales y las urgencias impuestas por el guión. Un músico que mantuvo en todo momento una asumida responsabilidad social, mantenida a través de programas didácticos de divulgación. Fue el primer norteamericano en dirigir en el Teatro alla Scala milanés, una garantía ganada por una larga experiencia con el medio escénico, compartiendo producciones con María Callas, para seguir en Viena, ciudad en la que se sentirá especialmente arraigado. Su vertiente literaria le llevó a escribir poemarios que le supondría Premios Grammy (1985) fundando también la institución Pacific Music Festival en Sapporo (Japón), en 1990.
John Barry- Memorias de África-, había presentado su primer trabajo con el filme Agente 007, de la serie James Bond, aprovechando el beneficio de haber nacido en un medio en el que su padre, era propietario de salas de cine, pudiendo seguir con entusiasmo en años de infancia los cortos de Max Steiner y Korngold, asunto que impregnará su ansias de dedicarse al mundo del cine. En sus comienzos probó como intérprete de trompeta y pianista en un puente directo a la composición. En la etapa de los años sesenta se instalará en Londres, junto a otro histórico como Michael Caine, quien le animará a dirigir el filme Zulú, viviendo entonces una etapa afortunada y agitada, tras su emparejamiento con la actriz Jane Birkin, y entrando en colaboración con los popes del llamado Free Cinema. Lo demás vendrá por añadido, pero en lo relativo a las materias musicales que serán claves para sus bandas sonoras, reconocerá siempre las influencias de clásicos como Samuel Barber, Dmtri Shostakovich, S. Prokofiev o Gustav Mahler, a los que se añaden por herencia del cine Franz Waxman, un clásico de la época dorada.
John Williams- Suite de La guerra de Las Galaxias (2005)- momento álgido de la velada por las respuesta de un público entregado,compositor que se prodigará igualmente en la televisión, el músico de bandas como Indiana Jones; Harry Potter; Jurasik Park; The Patriot; Superman; E.T.,The Extra Terriotorial; Family Plot; The Fury…Un músico de inmensos recursos y para ofrecernos su vena creativa para esos filmes de grandes exigencias técnicas, que él mismo reconocería como una sublimación de maestros como Béla Bartók, las ampulosidades wagnerianas procedentes del Anillo del Nibelungo; Aaron Copland, William Walton, Vaughan Williams y a otro nivel, músicos obligadamente expatriados de la Alemania amarga como Eric Wolfgang Korngold, quien desarrollaría una carrera envidiable en los Estados Unidos, en trabajos para el cine.
Ramón García Balado
Real Filharmonía de Galicia / Baldur Brönnimann
Obras de E. Grieg, H. Berlioz, Aran Khachaturian, Leonard Bernstein, John Barry y John Williams
Praza da Quintana, Santiago de Compostela