Partiendo de Bach y con el punto de mira en una ambiciosa partitura de Dupré, se presentó Herman Jordaan al órgano del Bach-Vermut. Apenas cuatro piezas en programa, pero de duración suficiente como para completar con puntualidad la hora estipulada en este ciclo de matinées de sábado del Centro Nacional de Difusión Musical.
El primer juego de variaciones sobre coral de Bach expresó con sencillez, en un solo fresco, buena parte de posibles registraciones del órgano y la diversa articulación barroca en manuales, con alguna que otra sorpresa tímbrica y generosa variedad dentro del orden que supone el magisterio del de Eisenach. Fueron las Partite diverse sopra il corale "Ach, was soll ich Sünder machen" del titular del ciclo: Johann Sebastian Bach… para abrir boca.
De ahí el programa dio un giro copernicano a la "disonancia rítmica" de Gary and Elbé’s Love Song de Michael Blake. Una obra con tradicional textura de melodia acompañada, que recordó a Messiaen en múltiples aspectos, especialmente en el cuidado aspecto rítmico y tímbrico, no tanto en la modalidad, más tradicional. Un detalle de leve contemporaneidad y, también, relativo descanso en programa.
Walking Song de Kevin Volans siguió por los mismos derroteros. Rítmica compleja, modalidad extendida y tímbrica incisiva, todo ello envuelto en tenaces altas frecuencias y tesituras. Una suerte de ligero perpetuum mobile, entramado sobre horma rítmica con relativo poder de sugerencia, atmósfera e imagen.
Una buena preparación (en lo modal y rítmico) para la obra que remataba programa, cuyo título lo dice todo, o casi todo: Symphonie-Passion de Marcel Dupré.
Su primer movimiento, mostró un estilo de improvisación y neomodalismos con componente técnica más exigente y obvia querencia orquestal manifestada ya en su ampuloso título, tan de la época, con un solemne final. Fue el ampuloso movimiento inicial de esta Sinfonía para órgano, subtitulado: Le monde dans l'attente du Saveur (El mundo a la espera del Salvador).
La Nativité, en estilo más reposado y cantabile, nos llevó a una tenebrosa y lúgubre Crucifixión de amenazante tímbrica y "acórdica", donde brillaba la imaginación e ingenio para disponer aquellos registros del órgano de la sala sinfónica del Auditorio, in (imaginado) crescendo… y, de súbito, un final, ostinato sí, pero íntimo, y contrito (que, perdóneme la acotación a bote pronto, me recordó de inmediato a "La oveja perdida" del célebre Tríptico del Buen Pastor de nuestro Jesús Guridi… "las comparaciones son odiosas", lo sé…).
La Resurrección final unió al espíritu "improvisatorio" general, los derroteros de la toccata tradicional por aquellos lares galo-románticos, con final acórdico y placado, en simetría.
Una Sinfonía de Pasión, pues, centro y destino de este ajustado viaje.
Luis Mazorra Incera
Herman Jordaan, órgano.
Obras de Bach, Blake, Dupré y Volans.
CNDM / BACH-Vermut.
Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto © Rafa Martín