La historia de David y Jonathas es muy sencilla. David ama a Jonathas, hijo del rey Saúl que siente unos terribles celos de esta relación a vida y muerte de los dos jóvenes. Se trata de una obra atípica, creada en 1688, que marca un giro en la historia del género. Lully había muerto hacía pocos meses, él había creado la ópera francesa con Cadmus y Hermione en 1673 y con ello había impuesto las bases a las que debía plegarse toda composición de este tipo, lo que suponía una rémora para los otros compositores que quisiesen brillar en este tipo de obras.
Con David y Jonathas, Marc-Antoine Charpentier propone un nuevo acercamiento a la ópera mediante una música que sirviese para expresar la psicología de los personajes, renunciando, por otra parte, a los espectaculares efectos de la maquinaria escénica. Cuando la obra fue estrenada se representaba junto con una tragedia, Saúl, escrita en latín por el padre Chamillard.
El Libreto de David et Jonathas fue escrito por otra parte por el padre François de Paule Bretonneau, libretista y dramaturgo además de predicador que escribiría numerosos sermones y que ya había colaborado con Charpentier en 1687 escribiendo el libreto de la obra Celse Martyr, cuya partitura se ha perdido. Los actos de David y de Saúl se representaron de forma alternativa y complementaria. Entonces la obra tenía once actos y el prólogo. Saúl se representó en latín y David et Jonathas en francés. Como se puede comprobar, estamos ante una forma hibrida. Y, además tiene la particularidad de no haber sido un encargo de la corte sino de un establecimiento escolar, el Collège Luis-Le-Grand, dirigido por los jesuitas.
La obra tenía como objetivo un fin pedagógico; inspirada en un tema bíblico debía servir para enriquecer la educación literaria, moral, religiosa y artística de los jóvenes aristócratas franceses. Y es la única obra de este tipo de ópera sacra que ha sobrevivido a la práctica establecida por los jesuitas de representar un interludio de música y danza entre los actos de un drama bíblico en latín. Hoy la tragedia Saúl ha desaparecido.
David et Jonathas tuvo un éxito duradero entre los Jesuitas y fue posteriormente representada en el Louis-le-Grand en 1706, en el Collège d’Harcourt en 1715 y en los colegios de los Jesuitas de Amiens y La Flèche en 1741. Se trata de una obra profundamente meditativa que utiliza los recursos de la ópera (arias, concertantes, coros, sinfonías y danzas) con diferentes objetivos. David et Jonathas carece de acción y recitativos. En su lugar, ofrece una dramaturgia estática pero emocional formada por una serie de escenas que retratan psicológicamente a cada uno de los principales personajes.
Al Teatro Real nos ha llegado la obra de la mano de Sébastien Daucé y los estupendos coro y orquesta del Ensemble Correspondances y un grupo de cantantes especialistas en este tipo de repertorio.
La dirección orquestal fue magnífica, transmitiendo la estupenda pomposidad de la obra con un absoluto acierto, pero sin olvidar reflejar su dramatismo y a veces su vertiente desesperada y elegíaca, como en el aria de Jonathas en el Acto IV “Quelle fureur, barbares, vous anime” Que furor, bárbaros, os anima”.
El papel de David fue espléndidamente servido por el tenor checo Petr Nekoranek, poseedor de una voz de las que los franceses denominan “haute-contre”, un tipo de tenor presente en la ópera francesa barroca y clásica y hoy bastante rara. Nekoranek cantó maravillosamente pasando del registro grave al agudo, de cabeza, con una asombrosa facilidad. Además interpretó al personaje con una total entrega. Magnífico.
Jonathas fue la soprano belga Gwendoline Blondeel, que logró una conmovedora interpretación de su gran aria.
El barítono Jean-Christophe Lanièce, como Rey Saúl, logró una excelente interpretación del monarca, luciendo graves poderosos y una voz perfectamente controlada.
El bajo Lysandre Châlon se impuso en el doble papel de Achis y la sombra de Samuel. Aún sin poseer una voz de gran calidad, supo dar autoridad a su encarnación del profeta y cantó con gusto.
Una recuperación merecida y gratificante.
Francisco Villalba
Petr Nekoranec, Gwendoline Blondeel, Jean-Christophe Lanièce, Lucile Richardot, Etienne Bazola, Lysandre Châlon.
Ensemble Correspondances / Sébastien Daucé.
Teatro Real, Madrid.
Foto © Javier del Real |Teatro Real