El Cuarteto de Jerusalén no necesita presentación en nuestro país, al menos entre el público habitual al Liceo de Cámara del CNDM. Uno de los mejores cuartetos en activo, su repertorio abarca desde el clasicismo a obras emblemáticas del siglo XX. En esta ocasión, el martes pasado ofrecieron un recital entre lo conocido y lo poco habitual en esta plaza.
Lo conocido, las Cinco piezas para cuarteto de cuerda (1923) de Erwin Schulhoff (1894-1942), ya que las interpretaron en una anterior visita en 2018. Estas Cinco piezas… funcionan cuasi una suite de danzas, donde podemos adivinar un vals, un tango, una tarantela… aunque el compositor checo reescribe estos ritmos desde una óptica nueva. Pocas veces la música ha ido tan a la par de una estética plástica coetánea: el expresionismo pictórico alemán (Dix, Beckmann, Grosz…) tiene su perfecta contrapartida en la música de Schulhoff y de otros compañeros de generación.
Y dos obras muy poco habituales: la primera, y menos convencional, Canciones de cabaret yidis para soprano y cuarteto de cuerda (2018), de L. Desyatnikov. Se trata de cinco canciones en yiddish que ofrecen una visión un tanto canalla de la vida judía en Varsovia durante la República de Weimar, transcritas por este compositor ruso. Para la ocasión el Jerusalen estuvo acompañado por la soprano israelí Hila Baggio, quien, con una voz bien modulada, de hermoso color, y grandes dotes interpretativas (acompañada por una silla, un sombrero, un abrigo, breve atrezzo para una mínima y agradecida escenificación) supo ser lírica en los momentos justos y acercarse al desgarro en otros. O eso imaginamos, porque aunque el viola Ori Kam explicó al público brevemente el contenido de las canciones, hubiera sido un plus que el CNDM imprimiera la traducción de estas canciones en el programa de mano.
Para concluir el concierto, el Jerusalén ofreció su versión del Cuarteto de cuerda nº 2 en mi bemol mayor, op. 26, de E.-W. Korngold. Escrito antes de su exilio en EEUU (1938) huyendo del nazismo, posee las características habituales de su música, una personal mixtura entre romanticismo tardío, apuntes expresionistas y reminiscencias neoclásicas. Quizá esta indefinición hace que este cuarteto parezca menos interesante que la música previamente escuchada de Schulhoff, pero no es menos atractivo. Se revela como un camino intermedio, en una época de numerosas y muy diversas estéticas que comenzaban a ser definidas y desarrolladas, pero que no llegó a ser explorado en su totalidad porque la Historia se atravesó en la vida sus protagonistas – caminantes. Aunque, de repente, contiene movimientos como el Larghetto, en el que las costuras de la convención saltan por los aires, mutando el paisaje clásico en uno casi de pesadilla, convirtiendo los serenos colores pastel en un doloroso blanco y negro, cuya imagen comienza a quemarse por los bordes, a la manera de una película antigua en un viejo proyector. Y en el Waltz final Korngold regresa a las raíces de las que no puede ni quiere escapar, aunque trate con ellas con toda la ironía que destila este movimiento.
Como casi siempre, el Jerusalén ofreció un concierto destacado por la compenetración, intensidad, fiereza, apasionamiento y equilibrio de sus integrantes. Si algo les hace descollar sobre otros renombrados cuartetos, podría ser su capacidad para convertir al conjunto en algo mucho mayor que la suma de sus partes. Están entrando en la madurez con proyectos tan personales como este, con la solvencia técnica que ya no necesitan demostrar.
Aunque no tenemos tantas escuchas de estas músicas como para afirmar la perfección de la interpretación del Jerusalén, podemos constatar la calidad del concierto escuchado.
Blanca Gutiérrez
Liceo de cámara, CNDM.
Hila Baggio, soprano. Cuarteto de Jerusalén.
Obras de Schulhoff, Desiatnikov y Korngold.
Auditorio Nacional. Madrid