El Cuarteto Orfeo formado por Kremena Gancheva y Raquel Hernando, violines, Ewelina Bielarczyk, viola, y Javier Martínez al violonchelo, ofrecieron un programa de concierto conformado por tres interesantes obras in crescendo, dentro del ciclo de cámara y polifonía Satélites de la OCNE.
Y es que la última de aquel imaginado tríptico, era una de las piezas más emblemáticas de este universo tan singular y destacado de las obras para cuarteto de cuerda: el Segundo cuarteto de cuerda de Alexander Borodin. Cuarteto recordado a menudo, por el inspirado y nunca suficientemente elogiado Nocturno que atesora en su seno que, incluso, es extraído del propio cuarteto en bienintencionadas antologías de este género.
Las redes de la memoria de Teresa Catalán rompió el hielo con una pieza subdividida en breves secciones, que recordaba feliz y gustosamente, con impecable técnica, lenguajes cardinales, que ya se antojan clásicos, del siglo XX.
El cuarteto respondió, tanto en esta pieza como en las dos que se siguieron, con poderosa sonoridad y concertación en todos sus estadios y tesituras.
Intensidad y arrojo que tuvieron en el amplio y bien estructurado Cuarto cuarteto de Grażyna Bacewicz múltiples motivos de lucimiento, ya sea por su extroversión técnica en el Allegro molto, o, por citar otro ejemplo, en el delicado e impoluto fraseo, los cambios de tempi y carácter en un Andante de preciso y coherente final puntuado.
Diversidad técnica en fértil disposición y hábil textura, de un lenguaje que hurga en intenciones expresionistas, con gotas eclécticas de sonoridad impresionista y… un adelantado y convulso Janácek en la cabeza, o cierto lúdico Prokofiev, si me apuran, en el último movimiento: un Allegro giocoso con un punto neóclasico y tono jovial, de primeras y de resultas...
Una partitura que sirve con detalle y enérgico despliegue, con secciones claramente diferenciadas en su carácter, a las destrezas y posibilidades de este abstracto formato instrumental que tantas cumbres ha levantado en la historia de la música. Quizás entre los "ocho-miles" más respetados de ésta.
Y una de ellas, de estas cumbres despejadas, como ya dije, es, sin lugar a dudas, el Cuarteto de cuerda núm. 2, en re mayor de Alexander Borodin.
Una obra trascendental en la que el amplio surtido de recursos entretejidos, unido a su poder de evocación de sutil atmósfera eslava y la perfección formal de la tradición heredada, ofrecerion justa oportunidad al brillo del cuarteto, tanto en conjunto como atril por atril.
Vértigo en la espléndida coda de un decidido Scherzo cruzado en su trío por un vals en característico ritmo yámbico, que presentara así, aquella intensa melodía del movimiento que le sigue. El nostálgico tema de un Notturno evocador que impregna todas sus líneas, comenzando por el violonchelo, el primer violín… y que también tiene tiempo para agógicas rítmicas contrastantes en escalas y progresiones armónicas. Un mundo en sí mismo.
El Finale remató esta cima, ya de vuelta, descendiendo con cierto misterio y tono inquisitivo de anticlímax en el otro extremo formal de aquel sólido y esforzado (escalador) Allegro moderato inicial.
Luis Mazorra Incera
Cuarteto Orfeo: Kremena Gancheva y Raquel Hernando, violines; Ewelina Bielarczyk, viola; y Javier Martínez, violonchelo.
Obras de Bacewicz, Borodin y Catalán.
OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: El Cuarteto Orfeo interpretó 'Las redes de la memoria' de Teresa Catalán, con la presencia de la compositora pamplonesa en el Auditorio Nacional.