Vivimos en un momento de contrastes. Contrastes entre el mundo atemorizado por la pandemia y el esperanzado por la vacuna liberadora; entre el mundo encerrado en cuatro paredes y el deseoso de abrazar a sus próximos; entre el mundo aislado en cuatro paredes y el que ansía el contacto permanente; entre el mundo que puede beber en bares y apenas puede entrar en un teatro. Un mundo de contrastes llenos de incertidumbre y de esperanza.
La Euskadiko Orkestra también nos ofreció un programa pleno de contrastes en su brevedad, iniciado con la música desgarrada del Concierto para violoncelo y orquesta nº 1, de Dimitri Shostakovich (1959), de enorme complejidad técnica y que el joven madrileño Pablo Ferrández llevó con entusiasmo y resolución magníficas, asombrando al respetable con le hermosa y compleja cadencia del segundo movimiento. Un concierto de halo sinfónico, con estructura en cuatro movimientos y que supuso una bocanada de aire fresco en nuestros oídos, carentes de música en estos tiempos.
Toda la segunda parte se dedicó, en el mencionado legítimo contraste, al mundo romántico de la Sinfonía nº 2, op. 61, de Robert Schumann, donde pudo erigirse –como vamos malacostumbrándonos- en protagonista absoluto el director titular del grupo, un Robert Treviño en estado de gracia, esculpiendo una interpretación brillante, enérgica, capaz de asestar un golpe de ilusión al gélido público vitoriano. Una interpretación brillante que solo puede agradecerse.
Una velada dentro de las formas actuales, con muchas más mascarillas en la orquesta que la vez anterior, con un público contado –el mismo día la Euskadiko Orkestra había ofrecido otro programa dos horas antes a otra parte de los abonados de la entidad- y que frente al frío exterior nos supo dotar del calor del arte, que nos congracia con lo más hermoso de la humanidad, cuestión que en estos tiempos es oro puro. Y es que nos toca vivir una época de contrastes.
Enrique Bert
Teatro Principal, de Vitoria-Gasteiz. Euskadiko Orkestra.
Obras de D. Shostakovich y R. Schumann.
Dirección musical: Robert Treviño.
Foto. Auditorio Kursaal, donde también ofreció este concierto la Euskadiko Orkestra.