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Crítica / Concierto solista y cantata con José Coronado - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 08/10/2024

De espectáculo en espectáculo, en lo musical, pero también en lo visual e, incluso, lo escénico o dramático, arrancó esta temporada de la Orquesta y el Coro Nacionales de España en su sede, el Auditorio Nacional de Música.

El, más trascendente, Fidelio de Beethoven fue una atractiva apuesta de programación al mando de su batuta titular en el mismo umbral de temporada, y, aún sin casi haber pasado aquella puerta abierta por aquel Beethoven utópico y libertador, un segundo programa, esta vez al mando de Pablo González que, sobre todo en su fílmica segunda parte, extendía también las convenciones “de temporada”.

Y es que, sí, sólo faltaron las imágenes, las del virtuoso montaje del Iván el terrible de todo un Sergei Einsenstein, por ejemplo, para redondear esta propuesta.

Lo curioso y realmente encomiable, por el trabajo y el riesgo previo que supone, es que, pese a este despliegue, se mantenía la brillantez solista de una lucida primera parte junto a la monumental obra sinfónico-coral de la segunda.

Tres ingredientes igualmente estimulantes promovían aquel interés inicial, además: el del solista, una espléndida primera figura en lo suyo, Emmanuel Pahud, y por los dos compositores elegidos: uno en su faceta estética más reciente, mal llamada contemporánea (!?), Tōru Takemitsu, y, por otro lado, la compositora romántica Cécile Chaminade.

Dos compositores que mantienen, junto a Pahud, intrínseca relación con la música francesa, ya sea estética, con Takemitsu, como cultural, con Chaminade.

El primero de ellos con una pieza que refiere, con savoir-faire eso sí, el perfil de un indisimulado epígono impresionista, con sus detalles propios no siempre tan relevantes.

La versión de Pahud sirvió a una obra detallista en su armónica orquestación envolvente, de la que participa la flauta solista.

Pero, aún más, con el bello Concertino de Chaminade. Otra obra, esta vez de claro y resuelto lucimiento solista, ofrecida con maestría por el citado flautista.

Syrinx, para flauta sola, de Debussy fue la propina coherente y, en cierto modo, esperada, con que Pahud agradeció la justa ovación recibida, centrando aquel cuadro estético galo dibujado.

Un verdadero cambio de tercio esperaba tras el descanso. La cantata Iván el terrible de otro Sergei, como Einsenstein, Sergei Prokofiev, con la intensa narración de José Coronado en oportuno arreglo y conjunción, fue una ocasión de disfrutar, de nuevo, de una obra colosal.

Una obra de dinámicas exuberantes donde destacaron, en primer lugar, las voces: el coro, en un terso conjunto y convincente sección por sección; la magnífica voz, timbre y proyección, de la solista mezzosoprano Olesya Petrova; como el barítono, metido en carácter y con la precisa proyección vocal en su (relativamente breve pero) característico, postrero y pregnante número, Alexander Vinogradov; el celebrado actor-narrador citado (con una amplificación eficaz en lo suyo, pero… un tanto “fronteriza” de principio, para este entorno); y un podio versado, entregado y, aquí, clarificador.

Luis Mazorra Incera

 

Emmanuel Pahud, flauta. Jose Coronado, narrador. Olesya Petrova, mezzosoprano; Alexander Vinogradov, barítono.

Orquesta y Coro Nacionales de España / Pablo González.

Obras de Chaminade, Debussy, Prokofiev y Takemitsu.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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