¿Por qué, concierto para pianistas? Pues porque alguien que lo ha sido todo en el mundo del piano, sigue dando lecciones de comportamiento, carácter musical y respeto a compositores y público, hasta en su forma de vestir: pantalón de corte y zapatos de brillante charol. ¿Por qué él mismo incluido? Porque se le vio disfrutar de lo tocado, dando de sí cuanto tiene, que es mucho, con un programa escogido por él, montado como un engranaje y explicado pieza a pieza. ¿Por qué para el público? Porque fue una perfecta demostración y docencia de cómo sentir y servir con humildad exquisita, piezas que sólo se oyen así, cuando en el teclado se posan una manos, una cabeza y unas experiencias como las que Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) atesora.
Valladolid, ciudad donde tantas veces triunfó a lo largo de su más que extensa carrera, le recibió con un lleno absoluto en la Sala de Cámara del Auditorio. Como él subtituló y presentó el repertorio, "no están todos los que son, pero sí son todos los que están", refiriéndose a sus "Queridos compañeros de viaje", es decir, esos compositores con los que ha establecido un diálogo a lo largo de 70 años, tocando sus obras tantas veces para despedir éxitos logrados en sus recitales o tocando completos los ciclos de donde se extraen, haciéndolos con el cariño y respeto que se tiene a los verdaderos amigos íntimos.
Comenzó con J. S. Bach, "padre y culmen de toda la Música", dijo, en transcripción del 2º movimiento de su Toccata, Adagio y Fuga BWV 564 para órgano, que F. Busoni (centenario de su muerte) hizo para piano como Intermedio, manteniendo el contenido acento íntimo y "sencillo" que conlleva, que nuestro pianista bordó, sin caer en excesos que algunos se permiten.
Brahms fue el siguiente compañero, con Intermezzo op. 118/1, La m., y 2, La M.. El 1º, allegro non assai ma molto apassionato, fue tal cual; y del 2º, Andante tiernamente tan opuesto al anterior, hizo una verdadera creación por la confidencialidad, afecto y devoción que el autor sintió por la dedicataria Clara Schumann; fue mágico.
El siguiente acompañante fue Debussy. Y con él nos puso muy difícil la elección porque todo fue magnífico. El Claro de Luna, 3º de los 4 movimientos de la Suite bergamasca, L 75, nombre inspirado en "Las Fiestas Galantes" de Verlaine, fue éso, pura poesía; exacto tempo de andante muy expresivo de sutiles enarmonías, pleno de sensaciones, reflejos y colores, un regalo para el oído. Después el Preludio 3, Libro 2, La puerta del vino, donde hizo ver la misma postal coloreada que Falla envió al amigo francés con esa Puerta de La Alhambra; fue maravilloso cómo enlazó con exquisitez y contraste los ambientes imaginados del ruido mañanero en la placita a que accede y la calma de la hora de la siesta, con esa luz que posee Granada. Cerró con el Preludio 12 del Libro 2, Fuegos de artificio, que expuso con la pirotecnia virtuosa y exigente que contiene y su variada paleta de colores, mostrando un temperamento musical que aún le empuja para superar dificultades.
Breve descanso para pasar a lo español, con citas de los dos monumentos pianísticos españoles, Granados y Albéniz, y sus Goyescas e Iberia, de las que eligió La maja y el ruiseñor (Quejas), andante melancólico para el diálogo establecido entre la mujer enamorada que sueña cita con su majo muerto, y el ruiseñor que la consuela con su canto o le anima a proseguir la vida real. Fue delicioso el onomatopéyico canto del ave, en esa tesitura sobreaguda del piano siempre tan peligrosa. Y de Iberia, su Cuaderno I/2, El Puerto, en el manuscrito Cádiz, pues a ese Puerto de Santa María se alude. Aquí la versión fue extraordinaria, ritmo, rubato y elección del justo tempo, para enmarcar entre tantas como se hacen.
Y el último amigo citado, Chopin, ante quien, dijo, "los pianistas sólo pueden arrodillarse y tocar lo mejor que puedan". Y así hizo la Fantasía-impromptu en Do# m., op. 66 (póst.), tan bella, tocando como docente excelso todas sus secciones con calificación de Maestro del piano. En el Nocturrno póstumo de igual tonalidad, mostró la perfecta sensibilidad para hacer cantar al piano. Cerró la muestra con la Polonesa heroica en Lab M., op. 53, intentando señalar toda la grandeza de Polonia a la que el autor rinde tributo por su sufrimiento. Como en cada obra, siempre educado respondiendo a las ovaciones, apoteosis final.
Pero no quedó ahí la cosa. Faltaban Liszt y Scriabin como regalos de Navidad. Del 1º hizo Sueño de amor, S 541/3 y Vals olvidado, S 215/1, abriendo un paquete que llevó en el centro el Nocturno para la mano izquierda, op. 9 del 2º, culminando así del todo un Recital, que perdurará mucho tiempo como lección disfrutada del verdadero pianismo.
José M. Morate Moyano
Joaquín Achúcarro, piano
Obras de Bach-Busoni, Brahms, Debussy, Granados, Albéniz y Chopin
Sala de cámara del CCMD de Valladolid