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Crítica / Concierto de elevada proyección musical - por José Antonio Cantón

Alicante - 04/04/2024

El anuncio de la actuación de una orquesta escandinava viene a producir siempre expectación por la alta calidad artística de los conjuntos musicales de esa región nórdica de Europa, que son el resultado del alto grado de formación y aprendizaje instrumental que se disfruta en sus instituciones didácticas dedicadas a esta disciplina del arte. Sus actuaciones suponen siempre una garantía de conocimiento, traducción y compromiso, cualidades a destacar del concierto que ha ofrecido la formación Stavanger Symphony Orchestra en la sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), dirigida por su titular, el maestro letón Andris Poga, contando con la participación de uno de los pianistas más brillantes de su generación como es el uzbeko Behzod Abduraimov con la interpretación del Segundo concierto en Sol menor, Op.16 de Sergei Prokofiev.

Esta obra no es habitual escucharla por la controvertida importancia de su contenido dentro del repertorio del autor, que la lleva a ser considerada casi inabordable dada la  escasa posibilidad de lucimiento para el solista por su dificultad técnica y la complicada escucha para el oyente, aspectos de los que el compositor era consciente al manifestarle por carta a un amigo el rompedor carácter vanguardista para el momento de su definitiva versión de 1923: “he reescrito tan completamente el Segundo Concierto que podría considerarse el Cuarto”, lo que llevó a generar debate entre algunos sectores de la crítica que consideraron a Prokofiev de futurista incivilizado que había creado una “babel de sonidos locos”. Precisamente este ha sido el aspecto más importante de la interpretación de Abduraimov, que ha sabido desentrañar toda esta complejidad, abordando la obra de manera directa en su concepto y firme en su ejecución. Para ello ha sido favorecido por una gran colaboración del director, que ha sintonizado con su idea, equilibrando acertadamente la orquesta a la ampulosidad expresiva del piano al final del primer movimiento, después de una soberbia exposición de la grandiosa cadenza, sobrecogedora dentro del repertorio pianístico concertante, donde aparecía el espíritu del autor en toda su genialidad, y al terminar retomando el maestro Poga el tema principal con un lirismo sorprendente por su belleza de sonido lograda desde una muy concentrada lectura.

Con un mecanicismo espectacular, el pianista se adentró en el Scherzo-Vivace siguiente, descubriendo su linealidad en un solo trazo, difícil de darse cuando frecuentemente sólo se quiere ofrecer la exhibición técnica que conlleva este segundo movimiento en detrimento de su rara univocidad musical. En el tercero, la habilidad mecánica ofrecida en su inicio por Abduraimov fue admirable, manifestada con un ampuloso ritmo de marcha en contraste con el sentido más dulcificado posterior que aparece en el discurso de este tiempo. Se generó un diálogo con la orquesta de muy marcado carácter camerístico, que enriquecía la sensación armónicamente indeterminada de su desarrollo. Con una vuelta al lirismo del movimiento inicial, el solista volvió a brillar en el Allegro tempestoso que cierra la obra, haciendo honor a este aire con una lectura marcadamente contrastante, destacando el carácter incisivo de algunas melodías derivando a la segunda cadencia de la obra, que fue tratada con densa bravura antes del sorprendente falso final en el que el maestro Andris Poga impulsó a la orquesta con gran brío. Como queriendo diluir la sólida trascendencia formal de este singular concierto, Behzod Abduaraimov ofreció como bis la Canción napolitana recogida en el decimoctavo numero del Álbum de niños, Op. 39 de Tchaikovsky, que resultó muy complaciente por la naturalidad estilística con la que el pianista la hizo suya.

La Orquesta Sinfónica Stavanger, ciudad que destaca por ser donde se construyó en el siglo XII la primera gran catedral de Noruega, mostró sus credenciales al inicio de su actuación con cuatro Piezas líricas para orquesta de Edvard Grieg transcritas por Ørjan Matre (1979), uno de los compositores de dicho país más reconocidos actualmente en el panorama internacional. El carácter transmoderno dado a estas obras se percibía acentuado en la tercera titulada Vagabundo solitario, en la que se demostraba el diversificado dominio en capacidad de instrumentación que tiene este autor.

La orquesta se expuso a la experiencia de memoria en escucha del auditorio interpretando la Sinfonía nº 5 en Mi menor, Op. 64 de Piotr Ilyich Tchaikovsky que, con el permiso de Beethoven, daba nombre, “La Quinta”, a este muy interesante programa de la presente temporada de grandes conciertos del ADDA. La claridad cinética del maestro Andris Poga favoreció la lectura de los profesores que demostraron en todo momento un cuido de sonido homogéneo propiciado, entre otros motivos, por la excelente acústica del auditorio que le sirve de sede en su ciudad construido el año 2012, dedicado a la memoria del admirado compositor local Fartein Valen, condiciones que le favorecen en este aspecto esencial de preparación musical para sacar el máximo rendimiento a sus ensayos.

Siguiendo un criterio canónico en la interpretación de la obra, el director indicó la partitura con fluidez sirviendo constantemente de definible estímulo a cada una de las secciones instrumentales de la orquesta, algo descompensada en el caso de los metales, particularmente por las trompas, y más equilibrada en el caso de la de viento-madera, en la que sobresalía la notoria excelencia de su primer clarinete. Otro tanto se puede decir del timbalero, gran hacedor en su función metronómica, que servía como impulsor para homogeneizar y proyectar los latidos de la cuerda, que siempre se manifestó con la pulcritud y eficacia expresiva características de las grandes formaciones orquestales bálticas. La ejecución de la sinfonía fue creciendo en interés conforme transcurrían sus cuatro movimientos hasta llegar al último donde quedó reflejada definitivamente la sinceridad de la construcción del maestro Poga, dando confianza a sus pupilos de los que extrajo el máximo partido artístico.

Ante la reconfortante respuesta del público con un cerrado aplauso, el director correspondió con una seductora versión de la Danza de Anitra de la Suite Peer Gynt de Edvard Grieg y una Danza nupcial del mismo compositor, dejando la sensación de un gran dominio e identificación de lenguaje en su ejecución. Terminaba así un concierto en el que se pudo apreciar el alto grado de proyección musical de esta muy interesante formación orquestal.                                                                       

José Antonio Cantón

 

Stavanger Symphony Orchestra

Solista: Behzod Abduraimov (piano)

Director: Andris Poga

Obras de Edvard Grieg-Ørjan Matre, Sergei Prokofiev y Piotr Ilyich Tchaikovsky

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), 23-III-202

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