Enrike Solinís ha probado para el sello Alia Vox, un trabajo que titulará El Amor Brujo. Esencias de la música de Manuel de Falla, con aproximaciones a esos compositores ente los que se encuentra Joaquín Rodrigo, y que ayudaba a entendernos con su vistoso tratamiento del Concierto de Aranjuez, por el peculiar abordaje del concepto de los melismas que, con seguridad, hubiese levantado suspicacias en Regino Sainz de la Maza, pero sin desmerecer por su óptica. Aunque este concierto es un trozo de música pura, sin programa alguno, su autor, al situarlo en un lugar, Aranjuez, ha querido señalarle un tiempo; finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Cortes de Carlos IV y Fernando VII, ambiente sutilmente estilizado de majas y toreros, de sones españoles de vuelta de América.
La guitarra, con una audacia sin precedentes, se opone a toda una orquesta formada por flautín, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas y el cuarteto, En todo momento la guitarra es solista, pero la orquesta supone una verdadera delicia, siendo trasparente, pero centelleante, en constante chisporroteo. Siempre ese Adagio envolvente y castizo, con los protagonismos divididos que se van repartiendo el corno inglés, el fagot, la trompa o el oboe, en un comprensible trato de favor, con el debido protagonismo de la guitarra. Peculiar Solinís, en ningún momento desmereció los valores que propone Rodrigo, por lo que la recepción, recibió un reconocimiento sin reproche. En añadido, y como aproximación a las culturas lusas, el bis partiendo del popular cavaquinho, aire liviano y ligero, de ese hermano de nuestra guitarra, y que tendrá gran divulgación, hasta transformarse en otro primo suyo, el ukelele.
Las Danzas concertantes, de I. Stravinski, para 24 instrumentos es obra que puede hacer rechinar los dientes de los fervientes exclusivos de La consagración de la primavera y de Las bodas. Sin embargo, y aunque no sea un obra mayor, merece ser escuchada y revaluada, ya que más que un eclecticismo extremado revela un grafismo musical de una desnudez y de una levedad que prefiguran el estilo serial del compositor. La Marche- introduction, tiene el aspecto de un concerto grosso, con un pasaje medio de trompa, luego un solo de violín del más sabroso efecto, mientras que el Pas d´action, juega con yuxtaposiciones más o menos convincente, pero siempre inesperadas. Un Thème varié, forma la pieza maestra de la obra, para redondearse en el Pas de deux. En el tema, definido un poco secretamente por un intervalo de quinta en el enunciado y de octava en el tejido conjuntivo, la escritura dice de entrada algo nuevo. En el transcurso, el regreso de la Marche- conclusion, confirma su evidente neoclasicismo. Irrenunciable ubicarnos en las proximidades de la danza, por las acentuaciones rítmicas y el significado de las síncopas. Fue la oportunidad para que Jessica Cottis demostrase su serenidad y control, como lo haría en la selección del ballet beethoveniano.
Las criaturas de Prometeo (Die Geschöpfe des Prometheus) Op. 47, del que escuchamos fragmentos, se basa en la fábula clásica de Prometeo, el héroe griego. El resultado de su música, se afirmó pródiga en tratamientos desde reducciones para piano, del autor, dedicadas a la princesa Lichnowsky-una de sus protectoras-, hasta el uso que retomará en la danza final de para las Variaciones p. 35 o en dos contradanzas compuestas entre 1800-1, y con el número de catálogo WoO14. Un pleno de autocitas claramente discernibles. Para los resultados musicales del trabajo, el compositor tuvo la deferencia de seguir las indicaciones de Viganò, para el estreno llevado a cabo en el Burgtheater de Viena, el 28 de marzo de 1801. La danza pues, en distintas vertientes.
Ramón García Balado
Enrike Solinís. Real Filharmonía de Galicia / Jessica Cottis.
Obras de J. Rodrigo, I. Stravinski y L. van Beethoven.
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela
Auditorio Afundación, Pontevedra
Foto: La directora Jessica Cottis